miércoles, septiembre 28, 2005


Carpe Diem

La semana pasada en los días de las "fiestas patrias" chilenas viajé por el Norte. Quisé sentir la atracción del desierto y el mar, esa mezcla original e intensa. Camino de Pica la silueta de la Iglesia de Matilla me hizo pedirle al taxista que parase. La fotografié. El instante fue luminoso, de un gran silencio, mágico. A la mañana siguiente leí en el periódico que poco después de la medianoche la Iglesia se derrumbó. El efecto del reciente terremoto hizo su obra cancerosa.
Esta puede ser, tal vez, la última foto hecha a la Iglesia.


Esta sensación de la fragilidad, de la volatilidad del presente es la que me acompañaba cuando hoy escribía mi minuta a "J" y le decía ¿Por qué esperar? ¿Por qué devaluar las propias aspiraciones? ¿Por qué no hacer hoy lo que debemos hacer aunque no sea lo politicamente correcto?

jueves, septiembre 22, 2005

La ALERGIA de la CONFUSIÓN


Suelo empezar mis conversaciones con "J" preguntándole por los avances desde la última vez que hablamos. Hoy ha empezado su respuesta diciéndome "Puede ser que tenga que ver con el ataque de alergia, pero..." y se sonaba de forma manifiesta,

Puede ser que tenga que ver con la alergia es una forma de anunciar tormenta, pero a la vez es una forma de quitarle importancia a la tormenta, porque la culpa es de la alergia, no tiene que ver con la tormenta misma, ni con quien la tiene.

Es como si me dijera: no le des toda la importancia a lo que te voy a decir porque no estoy en mi mejor día, por lo tanto mis palabras están sesgadas. Y cuanto mas largo el preambulo dedicado a desvalorizar lo que iba a decir, mas era mi curiosidad.

"J" es un directivo público y siente que, en este momento, estan inmersos en la administración de la cotidianeidad y no están aprovechando las oportunidades que les rodean, a esto se une que esta etapa de fin de gobierno no es el contexto mas adecuado para iniciar algunas cosas, y que su equipo sigue desajustado por la incompatibiliad entre algunas personas que tampoco es el momento de cambiar. En resumidas cuentas: esta alergia me tiene muy desanimado.

A veces nos llegan las "alergias" para huir. Hemos hablado entonces de ese ciclo permanente de las organizaciones: animación-estabilización-animación-estabilización, en el que las personas disfrutamos de forma diferente dependiendo de nuestras caratarísticas y habilidades.

Por lo que conozco a "J" se siente mas motivado en los momentos de animación que en los de estabilización. ¿Puede ser que no te sientas atraído por la tarea que tú consideras que hay que hacer en este momento? -le he preguntado.

Para esa tarea habría que poner una energía que no dedicará a descubrir nuevas oportunidades, una energía que puede no ser valorada en una siguiente etapa de gobierno, un esfuerzo en recomponer un equipo con el que no sabe si va a continuar. Son buenas justificaciones para la inacción. Lo curioso es que esa inacción se rebela y se revela dentro de "J" y lo mantiene en la intranquilidad de estas últimas conversaciones en las que se sienta frente a mí con una lentitud desacostumbrada.

Lo que he querido que pensemos juntos es si siempre es el contexto el que determina la acción. Ambos sabemos que, en primer lugar, podríamos hacer distintas interpretaciones de ese contexto. ¿No es esta etapa de asentamiento la que le va a permitir volver a su ciclo preferido? ¿Puede alguien responsablemente ausentarse de su responsabilidad por el hecho de que dentro de unos meses pudiera no ser el responsable? ¿Puede ser este el camino para que se autocumpla la profecía? ¿No sería un buen servicio para sus colaboradores y para quien venga después que movilice al equipo para que funcione con sus mayores potencialidades cuanto antes? ¿Puede haber un desafío en todo esto? ¿Quien determina lo que es un desafío?

- ¿Dónde se cruza el plan de la institución con tu propio proyecto personal como directivo público? -le he preguntado.

Los momentos de silencio tienen su espacio ante estas preguntas.

- Tal vez, siéndolo...quiero decir que en ambos casos no prescindir de ser el líder de este momento es lo que daría una mejor respuesta -algo así me ha respondido "J" con menos alergia.

Mirando esa pirámide que dibuja Fredy Kofman en sus charlas, trabajar sobre el SER, sobre la plataforma de las organizaciones o las personas, no suele ser lo mas vistoso, como no lo son los cimientos de los edificios, sin embargo es lo que les da su fuerza, su madurez y su durabilidad.

Las alergías como la confusión nos permiten pensar en el Ser ¿Qué quieres hacer realmente tú? ¿Quién quieres ser en esto? ¿Qué es lo que no te perdonarás haber dejado sin hacer cuando esta confusión ya no esté presente?

En mi caso lo sé, aunque lo mantenga pendiente.


miércoles, septiembre 14, 2005

Escuchar al otro cuando escuchas la historia que cuenta

Hoy en la conversación de coaching con "D" he tratado de mostrarle algo tan obvio que desaparece de nuestro escuchar, invisible como el aire: "cuando alguién habla lo hace desde su hablar" le he dicho y "D" me ha mirado como si le hablara en chino mandarín.

Le pregunto y "D" me relata un hecho que le tiene preocupado y me doy cuenta que más que el relato yo le escucho a él, todo lo que dice de sí mismo detrás de ese relato. Me pregunto por qué lo dice, por qué el énfasis en ese aspecto, qué le lleva a poner el primer plano en esa frase, qué es lo que no aparece en su narración, qué significa lo que silencia. Le muestro lo que veo y se sorprende, al mostrárselo siento temor o sorpresa al darme cuenta todo lo que también es transparente en mí.

¿Hablamos de otra cosa que no sea de nosotros mismos? ¿Aparentamos describir lo que pasa cuando en realidad mostramos los lentes con los que miramos lo que pasa?

- Entonces no te interesa lo que te digo -me interrumpe "D"
- Me interesa más quien lo dice. Ese es mi rol en esta conversación, entender la estructura de tu hablar, para devolverte sus relaciones, para que tu rellenes en tu interior lo que quiera decir. Los significados los pones tú, yo destejo la chaqueta de lana para devolverte las distintas hebras que la crearon.

Luego pienso que tal vez por eso escribo literatura para poder ser otro que construye historias y al verlo escribir comprender por qué lo escribe y entenderlo desde la distancia de su/mi caligrafía. Ese pensamiento me inquieta. Otros leen la historia. Yo leo lo que el escritor ha querido ocultar en sus palabras, sus claves, el autoengaño, la forma en que se salva y me digo recitando con la voz que Alberto Chacón pone para recitar a Benedetti:
"no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo"

Eso quiero que descubra "D" de qué se salva, de qué esta huyendo, para que no cierre los ojos dejando caer los párpados pesados como juicios, sin saber que son juicios, pensando que son párpados. En ese punto yo anoto y le dejo en su silencio. Al anotar voy guardando la historia que no le "escucho" mientras habla, porque no puedo soportar que sólo pueda hacerse una cosa a la vez o escucharle a él (al que habla) o escuchar la historia y todo lo que yo vería en ella si la dejara crecer en mi interior. ¿De qué valdría entonces mi rol de coach? ¿Sería eso comprarle el quiebre?

Al escuchar al que habla, sin embargo, hay una emoción que no comparto, por eso anoto para recrearla luego.

Según escribo he entendido algo de golpe. Mis padres iban al cine los sábados en la noche cuando yo era niño. El Domingo mi madre me contaba la película. A veces su contar duraba tanto como la película real. Yo le preguntaba y ella se metía en los personajes y me decía por qué hacían lo que hacían, mas allá de la simple descripción de las escenas. En ocasiones, Marcelino, mi padre entraba en la habitación y la interrumpía atónito:
-Pero, Juanita, qué pelicula viste tú. ¿De dónde te has sacado todo eso?
Discutían, él le hacía ver que esas interpretaciones eran su forma de ver las cosas, que en la película nunca pasaba explicitamente lo que mi madre describía, muy al contrario...y yo quería que callase de una vez para seguir conociendo la historia contada por mi madre, con independencia de que fuera verdad o no.

Hoy me doy cuenta que, 45 años mas tarde, yo soy también Marcelino.

domingo, septiembre 11, 2005

VER PARA CREAR

Se publicó el libro de Marcelo Krynski "Ver para crear". Durante meses tuvimos una interesante correspondencia sobre él, dado que tuvo la gentileza de pedirme que le hiciera mis observaciones sobre su borrador. En Noviembre lo presentará en Chile.


Lo primero que me gustó del libro de Marcelo fue que hablara de "Indicios" para referirse a las vías, a los caminos desde los que piensa que se puede contribuir a "generar contextos mas humanos". En su libro habla de siete indicios:

  • Apostar a lo mejor de cada uno
  • La disposición de servir
  • La simetría
  • La liviandad
  • El respeto
  • El contacto
  • El misterio

Se refiere a un Meta-indicio

  • Las ganas

y a lo que llama un Trans-indicio

  • La humildad

Más que referirme a ellos y a las coincidencias sobre las que tuvimos tiempo de conversar, quiero escribir sobre aquello en lo que percibo un indicio de inquietud o la sensación de que aún debo encontrar la profundidad de entendimiento para interiorizar la distinción que propone entre el modelo de observación de las conductas de cambio y aprendizaje basado en los trabajos de Chris Argyris y Rafael Echeverría y su modelo P.A.R. (Percepción, Acción, Resultados). Lo que señala Marcelo a este respecto es:

"Nuestro aporte consiste en mostrar que es tan fuerte la incidencia del relato social que vivimos, que un cambio de palabras como observador, perceptor, escuchador o cualquier otra forma en la que nombremos al sujeto, nos sigue manteniendo presos en una cristalizada noción de persona aunque en la práctica postulemos que no hay observación si observador. Sin pretender agotar aquí la reflexión, elegimos poner el foco en el interjuego simultáneo, permanente e instantáneo del ser (por nombrarlo de algún modo y sin mayúscula) con su propia percepción, acción y resultados en relación con las percepciones, acciones y resultados de los otros.

Creemos que es un reto audaz y que en nuetro vivir nos nos damos cuenta de que no distinguimos nuestras continuas mutaciones que sin cesar nos van constituyendo en los seres que vamos deviniendo. Contemplar esto nos da acceso a una nueva conciencia y nos permite operar desde un lugar concreto e integrador que nos flexibiliza y nos habilita para intervenir en la transformación del relato social en el que estamos inmersos"

¿Qué quiere decir Marcelo? Yo me muevo y el mundo se mueve y en cada momento no vuelvo a tener la misma perspectiva que tuve en el instante anterior, lo importante es poner el foco en la "realidad" de la conexión mas que en la "realidad" de lo conectado, ¿Es la respuesta una suerte de adaptación al mismo movimiento del contexto? ¿Tener la percepción de que fluyo mientas percibo que estoy observándome observar?. No sé.

Lo que sé es que siento y me produce un cierto pálpito apresurado y me resuenan preguntas muy distintas e inconexas, tal vez indicios: ¿Tiene que ver con la distancia adecuada? ¿Sugiere un sentido de la apertura a la transformación permanente? ¿La búsqueda de la virtud? ¿El sentido de lo religioso o lo sagrado? quizá por fín ¿El amor según San Pablo a los Corintios? ¿La multidimensionalidad?.

Me quedo con la sensación de estar dentro de un cuento de Borges, dentro de una mirada que puede contener las miradas infinitas. Con el desasosiego en el pecho, como si en vez de español estuviese siendo portugués y en vez de yo fuese un heterónimo de Pessoa.

Al releer lo escrito encuentro la naturaleza de mi propio tránsito: el orden de la realidad, la lógica, el pensamiento, la filosofía, la literatura después, la ficción, la confusión, por último, como el indicio de la certeza de vivir.

Lo que quiero decir, entonces, es que al volver a releer el libro de Marcelo, en esta mañana de Domingo en Santiago en la que ha vuelto a salir el sol en un cielo azul pálido que el smog engrisece, me doy cuenta que lo está leyendo un lector diferente y que hoy me produce un desorden que acepto.

viernes, septiembre 09, 2005

¿SER REALISTA?

En las conversaciones con Salvador García solíamos decir que un liderazgo visionario sin gestión convierte a esas organizaciones en entes quiméricos sin sustento, pero que una empresa eficiente y sin visión mística, termina siendo una organización "desanimada" (sin alma).

Me acuerdo de esto, porque el Lunes volví a tener el placer de trabajar con Claudio Orrego y su equipo. Le hice una entrevista dentro del taller para que pudiera compartir su visión después de 10 meses de alcaldía. La entrevista fue pasando a conversación y la conversación a un apasionado mensaje. En otro momento hablaré más de ello, ahora quiero resaltar algo que está en el fondo del coaching directivo, desafiar lo que llamamos realismo.

Claudio habló de los principales enemigos a los que se enfrentaban y citó al realismo, a esa suerte de barrera que ponemos ante nuestros sueños. "Seamos realistas" es decir pongamos los pies en la tierra porque esto no es posible.

Hablamos de ser realistas en el sentido de "hagámono cargos de la realidad, de lo que es posible en el contexto de lo real y no en el de los sueños" y sin embargo, si nos quedásemos siempre en el contexto de lo que "es" no cambiaríamos el mundo, haciéndo que "sea" lo que "no era".

Han sido los no-realistas los que han extendido lo real, creando nuevas realidades. Descubrir los tabiques interiores de la realidad de cada uno es una difícil tarea, pero necesaria para derribar los muros del agarrotamiento conservador.

Resuenan las frases en las que creímos. "Se realista, pide lo imposible" o esa frase de Margaret Mead que pongo en los talleres de liderazgo "¿Quién ha dicho que un pequeño grupo de personas no puede cambiar el mundo"

A veces en las conversaciones de coaching con "C" este es el fondo que no decimos, pero al que damos vueltas y él se sonríe malicioso cuando percibe que quiero mostrarle que cuando se acomoda a aceptar que las cosas no se pueden cambiar está siendo una inteligencia reaccionaria más, que colabora, sin quererlo, a que sea cierto lo que denosta.