domingo, mayo 28, 2006

El coach como "despertador"

En la foto estoy junto a Carlos Acero Benedito, ambos tenemos una botella en la mano. A mi lado está Gabriel Salcedo en posición de pensador de Rodin, Alfredo Díaz Mosquera, a la izquierda, es el mas alto y delgado (éramos los "empollones" del curso, lo que en Chile llaman "mateos"). Nos acompaña Juan Manuel López Gómez. Estábamos en nuestro viaje de estudios a Granada, aunque se nos vea tan formales. Eran otros tiempos: abril de 1966, aún no había cumplido los 16 años. Ya entonces conocíamos a Lucila González Pazos, nuestra profesora de Filosofía en el curso 6°B. Entonces no sabía que estaba en un proceso de Coaching con mayúscula.

Robert Dilts establece una taxonomía de roles del coach, uno de ellos es el "despertador", aquel que despierta nuevas visiones y posibilidades, el que abre nuevos mundos. Eso hizo Lucila con muchos de nosotros. Conmigo, al menos. No fue una profesora como el resto. Ella nos incitó a leer Literatura, a distanciarnos para entender. Recuerdo las reuniones en su casa, ya terminado nuestro bachillerato. Hablábamos de cine, de política, hablábamos de la vida. Ella nos trataba como adultos. Me mostró a mas autores que los profesores de Literatura que había tenido hasta entonces, aún le debo algunos libros de los que me prestó y le debo tambien admirar a Juan Rulfo, a Lawrence Durrell, a Juan Benet, a Cortazar. Ella me dejó el primer libro de Neruda. Luego la vida me trajo a Chile.

Con su voz dulce, de melódica gallega, desafiaba nuestra posibilidad de ser mejores. No fue nunca una exigencia, nos mostraba que no hacerlo era un desperdicio, o al menos eso sentía yo. Ese año fue el más brillante de mi historial académico.

Cuando veo el brillo en los ojos de la gente de las que hoy soy coach, como ha pasado en estos días en Caracas, me veo a mí mismo en aquella época pura, en la que mi vida era una limpia promesa.

El año pasado, y por esos encuentros que hoy se hacen por internet, volvimos a reunirnos varios compañeros del Ramiro de Maeztu. Nos juntamos en Madrid en un restaurante de la calle de Serrano, la misma calle en la que estudiamos juntos durante 7 años de nuestra vida. Hablamos de los profesores que nos habían marcado y salió el nombre de Lucila. Ninguno había vuelto a verla. Yo tenía la esperanza de saber de ella a través suyo.

Unas semanas después, al terminar un taller de liderazgo en el que había puesto a los asistentes en la búsqueda de alguien que hubiera ejercido el liderazgo en sus vidas, influyéndolos positivamente, decidí ser proactivo y la busqué en Google. Allí estaba su historial en la Universidad Complutense y su mail. Le escribí 38 años más tarde para pagar mi deuda de agradecimiento y decirle lo importante que su influjo había sido en mi formación. "Un agradecimiento pendiente" se titulaba el mail. Le escribí seguro que despues de tener cientos, miles de alumnos, mi nombre sería un vago eco en su memoría.

A la mañana siguiente estaba su respuesta esperándome por las 6 horas de diferencia con España. Me mostraba que sabía quien era con detalle. "Querido Juan Pedro" comenzaba diciendo, usando el nombre de entonces y no el simple Juan con el que firmé yo. Me preguntaba detalles de mi vida y por mis compañeros. "Yo también te he recordado miles de veces; pero asimismo me acuerdo de bastantes alumnos de vuestro grupo, que fué estupendo para mí" me decía.

Uno sabe cuando no es un simple rostro para otros, cuando efectivamente estamos en contacto, cuando la relación humana va dejando huella y eso nos hizo sentir siempre Lucila, como el Robin Willians de "El club de los poetas muertos", la película de Peter Weir. Nos hizo sentir importantes y distintos. A mi me puso en contacto con una vision de mi mismo y mis posibilidades.

Durante este año nos hemos escrito asiduamente y este mes cuando estuve en Madrid fui a verla a su despacho de Vicerrectora de la Universidad Complutense. Me conmovió escuchar su misma voz, el mismo tono dulce y melódico. La misma humildad, la misma cercanía. Lo mas emocionante fue al salir, cuando caminé por Isaac Peral de vuelta a la casa familiar y me di cuenta que venía conmigo aquel joven Juan Pedro que quería cambiar el mundo y, sobre todo, mantener la limpieza de su carácter. Tomé con él el autobús 61 (el mismo que entonces era tranvía) le pedí perdón por algunas cosas. Me miró con sus ojos llenos de comprensión detras de las gafas negras de pasta, aquellas que le pusieron a los 13 años y que duraron tanto como duraban entonces las cosas.

Coaching no es sólo ser acompañante, en eso estoy de acuerdo con Robert Dilts, es también provocar lo que puede llegar a ser, como la lluvia, que permite que las semillas hagan su trabajo de germinación.

Copio para terminar el párrafo que Dilts dedica al rol de despertar: "El despertar va más allá del coaching, la enseñanza, la tutoría y el patrocinio, para dar cabida al nivel de la visión, la misión y el espíritu. El despertador apoya a la persona proporcionándole contextos y experiencias que hagan aflorar su mejor comprensión del amor, de sí misma y del espíritu. El despertador <> mediante su propia integridad y coherencia, poniendo a los demás en contacto con sus propias misiones y visiones porque él tambien lo está con las suyas" y mientras lo copio quisiera volver a matricularme en el curso 6° B del Instituto Ramiro de Maeztu (1965-66) para volver a despertar.

Te doy ahora las gracias públicamente, querida Lucila, por las mismas razones que te daba en mi mail y por devolverme la posibilidad de encontrarme con esa visión de mí mismo que aún me hace estremecer.

miércoles, mayo 17, 2006


Coaching y Política

En mi último artículo de "El arte de dirigir" me refería al artículo que me había pedido el diario "La Nación", quiero anticiparlo en el blog, dado que ya algunos de mis conocidos han empezado a opinar a partir del artículo, creo que puede ser un interesante motivo de debate.

"Vivimos tiempos en los que hablar de coaching está de moda, tiempos de transformación de la política y, sobre todo, tiempos de esperanza en un liderazgo con otro acento, con un timbre de voz más armonioso. ¿Hay alguna relación en todo ello?

Escribo estas líneas porque creo que sí, que existe una relación virtuosa entre el Coaching (en la forma que algunos profesionales lo entendemos) y la Política. Declarar esa relación es el primer motivo de este artículo. El segundo, por el que sin embargo empezaré, es un hecho contingente que marcó el inicio del Gobierno de la Sra. Bachelet y al que se puede dar una connotación de nueva sensibilidad, sin confundir con una cuestión de género.

Que el nuevo equipo gubernamental se reuniera en Marbella para una conversación de punto de partida, sin un programa del gusto de los analistas políticos; que ese encuentro estuviese facilitado por Julio Olalla, conocido por su larga trayectoria en el coaching, que después los ministros, subsecretarios e intendentes que asistieron se refiriesen al taller en términos muy positivos pero con cierta vaguedad, generó una oleada de curiosidad entre los periodistas.

En los días siguientes tuve numerosas llamadas de medios de comunicación (supongo que muchos otros coaches también) tratando de averiguar cosas diversas: Desde qué podría significar para el estilo de este gobierno la realización de un encuentro de estas características (sobre lo cual tengo mi opinión desde luego) hasta el significado de que la Presidenta o su entorno eligiesen al Sr. Olalla en vez de al Senador Flores (aspecto sobre el que no tengo la menor idea, sin que ello se confunda con que lo considere irrelevante, simplemente no tengo el privilegio de conocer los motivos de la Presidenta de Chile, aunque me alegre por su elección)

El primer punto que es importante despejar es que la realización de este taller (que no fue un curso de coaching) no debería confundirse con la idea de que este enfoque de intervención va a tener una relevancia en el nuevo equipo de Gobierno. En consecuencia el análisis debería separar el significado del taller como señal, por una parte y el aspecto distinto de si el coaching y la política pueden conjugarse armoniosamente.
Pretendo dar tres argumentos positivos para cada uno de estas relaciones.

Efectivamente, considero un signo de valor positivo el encuentro de Marbella porque:

Creo que Chile, con un Gobierno que se enfrenta a importantes desafíos en un período relativamente breve para lo que ha sido común en las últimas décadas, necesita que actúe como un equipo compenetrado y los equipos se constituyen con un propósito, pero también sobre la confianza de sus componentes.

No es necesario argumentar mucho que la confianza no es sólo una derivada de la competencia técnica, implica compartir valores y una mística de compromisos, implica interlegitimación de los individuos como personas.

Los equipos viven en la dimensión emocional de serlo y es necesario saber crear el espacio en el que esto se produzca. El taller de Marbella fue una instancia para empezar a diseñarlo. En este sentido me parece que es una excelente señal. ¿Por qué no hacer en el Gobierno lo que todos aceptamos en el mundo de las empresas, de los deportes o de los grupos sociales? ¿Por qué no aplicar lo que en cualquier escuela de buena administración predicaría?.

El principal mensaje que resume la campaña presidencial que fue elegida por los chilenos y chilenas para gobernarnos fue el del “Chile inclusivo”. Incluir significa saber escuchar las inquietudes de quienes piensan de forma distinta, tienen raíces diferentes o viven situaciones o procesos desde los que la vida se percibe en otras dimensiones.

Si estamos de acuerdo en ello, que el taller pusiese énfasis en el escuchar, en el perdón o en el afecto, no tiene que ver con ninguna moda, es una señal que se dirigió al corazón de nuestros problemas de convivencia y por cierto que es una buena señal.

Tanto para constituir un equipo que responda a lo que Chile requiere, como para ser un Chile inclusivo, la herramienta común es la comunicación, en la amplia acepción en la que hoy se entiende (común acción, importancia de los contextos, rol de lacercanía)

Si los ministros, subsecretarios, intendentes y las demás autoridades de gobierno se hacen cargo que comunicarse es la gran habilidad del mundo moderno y que quienes determinan la validez de esa comunicación son los ciudadanos, no me cabe duda que tendremos un Gobierno más cercano, más riguroso con sus promesas y sus compromisos, más capaz de entender lo que es necesario construir para una sociedad mas justa y desde luego mas feliz.

Para hablar ahora del anunciado círculo virtuoso de coaching y política es necesario ponernos de acuerdo con una definición sobre a qué vamos a llamar coaching. No usaré para ello ninguna de las dadas por los prestigiosos chilenos que son reconocidos en este ámbito, creo que es mejor evitar sesgos y saliéndome de Chile utilizaré la que la ICF (International Coach Federation) está consensuando mundialmente. En ella se plantea como primer párrafo que: “El coaching profesional consiste en un acompañamiento (ongoing partnership) diseñado para ayudar a obtener resultados más satisfactorios en la vida, la profesión, la empresa o las actividades de las personas. Mediante el proceso de coaching el cliente profundiza en su conocimiento, aumenta su rendimiento y mejora su calidad de vida”

Dentro de esta concepción, de la que muchos profesionales que trabajamos en Chile participamos, el coaching es inseparable de marcados principios éticos en la relación con el cliente y con la sociedad, de un profundo respeto por la persona y sus intenciones y supone de forma muy especial que el cliente reconozca sus talentos, reconozca las propias barreras y logre expandir sus posibilidades de acción.

Dicho esto, mis tres argumentos para declarar que el coaching es una metodología de apoyo que potencia la acción política encaminada a mejorar al mundo al que se dirige son:

1. Si la política es el arte de lo posible, expandir los paradigmas de quienes tienen que gobernar y ser artistas de esa construcción constituye una labor de gran valor agregado.

El coaching al orientarse a ampliar los dominios de observación del coachee y las distinciones dentro de cada dominio, al acompañarle en su proceso de descubrimiento de las señales del entorno (incluso las más sutiles) representa también una oportunidad de desarrollar su liderazgo.

Cabe aquí mencionar a Ronald Heifetz, director del Proyecto de Educación de Liderazgo en la Escuela John F. Kennedy de la Universidad de Harvard que en su libro “El liderazgo sin respuestas fáciles” plantea ese espacio del mundo actual en el que el líder no tiene la respuesta a las situaciones que se plantean, no puede ser un experto en todo, pero tiene la capacidad de contener, de animar para la acción, de entrever posibilidades y hacer que los otros se hagan cargo de sus propias responsabilidades, delimitando su rol sin idealizaciones.

2. Si el poder conlleva niveles de soledad, a veces por la forma en que entendemos la responsabilidad, otras por la falta de pares o por el peso de la información reservada o por la incapacidad para delegar y desarrollar confianza, el hecho de tener alguien que no forme parte de la línea, con quien hablar en una relación de pares y que permita expresar la propia voz sin paliativos, con la seguridad de no recibir juicios, de disponer de una cuenta corriente de diálogo, resulta ser una compañía de alto valor.

Si el ejercicio de ese poder puede en ocasiones ser tan absorbente que deje los otros ámbitos de la vida al borde del colapso, disponer de un espejo que muestre las repercusiones que lo que estamos postergando puede tener en nuestro equilibrio, resultará una medicina preventiva. Al cabo es difícil que quien no sabe gobernar su vida pueda gobernar un país o el área que le corresponda, sin el riesgo de que lo someta a los mismos desequilibrios.

3. Si hoy concebimos como uno de los más importantes roles del estado la creación de ciudadanía, mantener conversaciones con un observador externo (pero comprometido con este propósito) en las que las decisiones de la política contingente no dejen a un lado las preguntas sobre los valores que conforman el proyecto de una nación mas integrada y una nación de ciudadanos elevará la dimensión de la política, ayudando a preservar esos valores, hablamos del respeto, la justicia, la equidad.

En muchos momentos de la historia del mundo, quienes tuvieron obligaciones de gobierno buscaron a personas sin la compulsión a imponer sus puntos de vista, situados voluntariamente fuera de círculos de interés y lejanos de la carrera por el poder, personas (monjes, anacoretas, filósofos, ancianos de las tribus) que cultivaban el arte de la reflexión abierta y sin mordazas, el arte de conectar a quienes les preguntaban con sus propios miedos y sus propias grandezas. Entonces no se llamaban coaches, pero el fenómeno es distinto a los nombres que lo explican"