sábado, marzo 25, 2017

Conversaciones con Alberto Hernández (3)

   Sigo entonces trayendo lo escrito por Alberto Hernández como vivencia del Programa de Coaching al Poder y la Política celebrado en Santiago en Agosto del 2.016. Dice, unos párrafos más adelante de donde lo dejamos en la nota anterior.

    "Juan enumera hechos del mundo que para él enmarcan el presente actual: La primavera árabe y el mayo en la Puerta del Sol. Manifestaciones en Chile por la calidad de la educación. Falacia de los ingresos medios. México, Venezuela y Brasil. España sin Gobierno. Trump (que todavía no era este Trump Presidente). El avance de la ultraderecha en Europa. Chile como ejemplo de que el desarrollo económico no es la solución (la desigualdad produce más violencia que la misma pobreza). 

     También refiere a que el mantenido aporte de los commodities no producen empleo. Que se ha roto el sentido de comunidad. Y termina esta contextualización trayendo a Mizberg y contando que lo que dijo en un Congreso de Recursos Humanos en Canadá luego de su imponente producción en el ámbito de la estructura. “Una organización no sobrevivirá en el siglo XXI sino se constituye en comunidad”. Ahí está la clave. Este fue un momento particular del curso, dicho esto en un sentido personal y propio. 

     Me explico. A esta altura me iba dando cuenta que tengo diferentes lecturas e interpretaciones, con Juan, respecto del contexto actual, sin embargo elegí acompañar en silencio y escucharlo genuinamente. Por varias cosas: primero, porque si entraba en debate con él podríamos derivar en cosas interesantes, pero que no hacían el foco del curso. Podía convertirme en un protagonista del desenfoque del seminario. Quiero decir: alguien puede tener opiniones muy distintas a Juan y sin embargo coincidir plenamente en el enfoque de cómo hacer Coaching político; si elegía confrontar con Juan era discutir de política y sin embargo él, creo, pretendía mostrar que para plantear el tema del Coaching Político es necesario tener una lectura política del momento que se vive. Pleno acuerdo en este sentido." 




Efectivamente, creo que la decisión de Alberto de escuchar sin lanzarse a discutir permite hoy lo que estamos haciendo. Conté y contaré lo que veo, desde el observador que soy. El cuidado es no caer en la arrogancia de hacer creer que lo que veo y señalo es lo que es. En algún momento dije “y sin duda cada uno de ustedes aprecia muchos otros sucesos que configuran un mundo en el que lo político afecta a la vida de cada día”. Eso es lo relevante. 

No podemos intervenir en un dominio que no observamos y sobre el que no tratamos de saber, ni de tener claves. El ejercicio fundamental fue darle significado a noticias que han llenado páginas de los periódicos y minutos de los medios de comunicación en los últimos años de nuestras vidas ¿Qué nos están diciendo? ¿A qué obedecen? ¿Tiene significado que los jóvenes árabes en porcentajes altísimos digan que no tienen esperanza en el futuro? ¿Tiene significado que los manifestantes de la Puerta del Sol fueran replicados en más de 80 países del mundo y que su eslogan de fondo fuera: No nos representan? ¿Qué nos está mostrando cuando vemos el tablero completo, más allá de las sensibles diferencias de cada grupo y país? Con frecuencia la focalización en nuestra propia realidad nos impide ver la ola a la que pertenece lo que allí acontece, el movimiento que la impulsa.

Alberto sigue escribiendo

Además para mí resultó muy importante atravesar un buen rato, escuchando cosas con las que no coincidía completamente y en las que había omisiones para mí significativas. Pero fue un buen ejercicio tener una escucha plena y en silencio.

Pero ahora quiero dejar aquí reflejado el nudo de diferencias que tengo con Juan y que me gustaría discutirlo con él. Juan parte de una conclusión que la presenta antes de dar el contexto: vivimos un momento de desencanto y desilusión generalizada respecto de la política. Acuerdo con esto, pero quisiera matizarlo.


La actividad política es per-se sospechada y lo ha sido siempre. Entre otras cosas porque la hechura política tiene mucho de oculto y de oscuro. Sin embargo, en cualquier momento que se analiza la política siempre es vista como de peor manera y más oscura y más desilusionante de lo que era en el pasado. Entonces: en la primera década del siglo XXI se añoraban tiempos anteriores, lo mismo pasaba en la última del siglo XX, en los años 80 y así indefinidamente. 

Un ejemplo puntual: en el curso leímos como buenos y grandes discursos el de Aylwin y el de Alfonsín, sin embargo cuando ellos gobernaban se hablaba de crisis política y se añoraban tiempos pasados. Viví ese momento; viví el desencanto de Alfonsín y de Aylwin. A pesar de lo cual los rescato ahora y sobre todo a Alfonsín a quien critiqué mucho en su momento. 

Me parece que Juan, al pararse en ese lugar, no hace sino repetir una operación descrédito hacia la política que es la operación del descrédito permanente. No quiero decir con esto que el momento actual no tenga peculiaridades, pero creo que corresponde la distinción histórica de la política sospechada y tratar de desentrañar conceptualmente porqué eso es así en lo estructural de las sociedades y luego sí entrar en las singularidades del presente. Entiendo que de no hacerse esta distinción se corre el riesgo de promover ciertos pre-juicios a las personas que balconean la política como son los Coach sensibles a la política. Esa es una cuestión estructural que quiero compartir con Juan.

Discutamos esto, porque no me siento interpretado. Cuando hablo del descrédito de la política, lo
digo desde la pesadumbre personal. No es esa la idea que quiero dejar, sino la de la política como una necesidad social ineludible. Ahora bien, parto de conclusiones, como tu señalas, que más que juicios son los resultados de las encuestas de los países cuyos datos sigo: los políticos están siempre en el último quintil de cualquier tabla, muchas veces los últimos. En todos los programas que he hecho, incluso entre los participantes, que eligieron hacerlo, que pagaron por ello, cuando entramos en la primera mañana a establecer su relación con la política aparece una mayoría que la "desprecia". Se hace necesario entonces establecer la distinción entre "Política" y conductas de muchos políticos (tampoco la mayoría, como señalé)

La política puede haber estado siempre bajo sospecha, estoy de acuerdo. Hoy diría que está menos bajo sospecha, porque hay más transparencia (consecuencia, por cierto, de políticas públicas realizadas en el quehacer político y del papel de los medios de comunicación menos capturados que en otros momentos de la historia) y por ello mayor contundencia de datos que  hacen pasar de la sospecha al juicio negativo.  

Que siempre haya habido suspicacias es comprensible porque del poder hay que guardar siempre una razonable sospecha. Pero tanto en el Chile de Aylwin como en la transición de España, junto a esa crítica que señalas y que efectivamente había mientras gobernaban (así lo viví también yo) existía un enorme depósito de esperanza. Hoy no lo veo y eso es lo que quiero plantear como relevante (como  dije en el Programa parto de una subjetividad y es que sigo defendiendo a la democracia como la mejor opción posible de Gobierno) porque esa decepción en la institucionalidad democrática y no ya en el actuar de personas concretas, que a lo largo del resto de mi vida no había percibido, establece una diferencia preocupante. Ese quiere ser el centro de mi mensaje.  

Por lo demás en la lámina en la que presento frases con opiniones sobre  el comportamiento  de los jóvenes trato de decir que en inmemoriales generaciones siempre se mantuvo la opinión que “todo tiempo pasado fue mejor” y es importante huir de ese tópico. Dentro del desacuerdo en esto estoy plenamente de acuerdo. No creo que en ningún otro momento el mundo haya sido mejor que ahora, lo que pasa es que tampoco nunca creo que haya habido tantas expectativas de bienes  sociales como tenemos hoy.  Tomo nota entonces de tus comentarios para ser más enfático. Me ayuda una opinión de alguien como tú, que colaboró tanto con el éxito del Programa.

Alberto Hernández continúa escribiendo

 
     Pero también tengo otro nudo sustantivo coyuntural que es acerca de la lectura del presente. Me parece      que Juan y yo no leemos igual lo que pasó y pasa en nuestra región en la última década. Un párrafo sobre mi país: Argentina vive una politización de su sociedad muy intensa. Hay legiones de juventud participando en la política como no se veía desde la época de Alfonsín. A su vez hay enormes cantidad de jóvenes participando de organizaciones civiles que día a día constituyen la dinámica social argentina. 

Es cierto que el escenario es esencialmente confrontativo y escasamente cooperativo, pero nunca es de desencanto ni tampoco de escasa participación. Por lo que sé también en Uruguay la sociedad está movilizada al igual que en Ecuador. Colombia está más movilizada detrás de la paz de lo que estaba hace unas décadas. Perú, a pesar de haber retrocedido en sus opciones electorales, tuvo un avance social. La crisis de Brasil es multidimensional, pero es incontrastable la mejoría social de la mano de Lula. Estuvimos frente a una destitución de una Presidenta (Dilma) sin ningún cargo de corrupción sobre ella. Hasta los que la echan están diciendo que no es corrupta en forma personal. Venezuela se escapó de todas las manos (¿acaso también no se había escapado Grecia?). Bolivia puso la cuestión indígena en el primer plano de la política; solo como ejemplo podemos decir que la nueva constitución reconoce 32 dialectos, dando cuenta de la complejidad de ese país hermano. 

Ahora, todos juntos, en algún momento fuimos una región que se erigió como alternativa del mundo. No se pudo sostener, es cierto. Pero tampoco el mundo “oficial” está pudiendo sostener el status-quo (releo esto para mandárselo a Juan ahora que ya ganó Trump). Quiero decir: los logros insustentables que muestra la región deben ser reconocidos como un intento de la construcción de un mundo distinto al margen de las opciones “oficiales”. Hubo un intento. 

El viejo mundo y EEUU hace décadas que no intentan nada (mejor dicho: ahora han producido a Trump). No es casual que muchos de los nuevos movimientos políticos del primer mundo encuentran en movimientos de América del Sur una luz para hacer política. Quisiera ser preciso: no estoy discutiendo con Juan una posición versus otra, aunque puede haber algo de eso, lo  que persigo es  la intención de mostrar que las cosas son aún más complejas de lo que fueron mostradas en el seminario. Pero se dejó de lado una dimensión de la complejidad (nuestra región) que yo veo que en un momento fue esperanzadora. Para coaches que quiere incursionar en la política es clave que puedan verse costados de los procesos que desde ciertos medios son todos negativos y para los pueblos son de mejorías reales: nunca tantos brasileños tuvieron bien la dentadura como ahora o las madres pobres en Argentina nunca habían recibido una Asignación Universal por Hijo (AUH). Esos son resultados reales de políticas públicas. 



Me divierte releer a Alberto y sentir como puede más esta esencia nuestra de argentino y español que puede llevarnos a discutir aquello en lo que estamos de acuerdo. Soy un convencido de que las políticas nos han llevado a un mundo más vivible, por eso hago este curso. Tal vez el mejor premio que puedo recibir es cuando al final todos los participantes sintieron la Política, con mayúscula, reivindicada. 

No pongo en duda los avances materiales que se han producido, espero dejar patente que creo en la Política y no de una forma romántica, sino porque la mayor parte de las naciones que conozco con mayor profundidad tienen hoy situaciones mejores que tuvieron y en gran parte es debido a sus políticas públicas. Mi punto de alarma está en dos aspectos concatenados. La disminución del sentido de futuro en aras de lo inmediato y la dificultad para que el espíritu participativo se mantenga en la construcción colectiva y no solo contra algo o contra alguien.  Las calles, incluidas las de mi país, se han llenado como nunca de indignados, pero el nivel de propuestas de construcción no se condice con eso. La relación entre derechos y deberes ha sufrido un efecto pendular. La invitación es a entrar realmente al ruedo de las propuestas y  dejar de mirar desde el rincón de las quejas.

Finalmente no tengo claro que nuestras lecturas sean distintas, aprovecharé nuestra próxima conversación para tomar nota de lo que consideras que debe ser más relevado y si me convences prometo citarte. 

sábado, marzo 18, 2017

Conversando con Alberto Hernández (2)


Vuelvo a la conversación escrita con Alberto Hérnandez (ver entrada del 15 de marzo 2.017). El primer punto en el que me hizo detenerme fue cuando Alberto dice:

"Juan afirma que el Coaching se vuelve muy importante en un momento muy particular que es cuando el dirigente se despersonaliza y se transforma en el rol que ejerce, se despersonifica. A mí me atrae mucho esta expresión, pero al mismo tiempo me genera dudas. Me atrae porque lo veo a diario e incluso lo he vivido personalmente siendo funcionario político: en algún momento te sentís el cargo que ocupás. Pero también me genera dudas por varias cosas. En primer lugar, lo de transformar la persona en el rol que se ocupa no es privativo de la política: cuántos gerentes hay que siguen siendo gerentes en su casa, con sus amigos y en la cola de la panadería?".

Estoy de acuerdo con lo que dice Alberto, este es un efecto que no es privativo de la Política, por eso el Programa se plantea el espacio de la Política y el Poder, podría haber declarado desde un principio que el gran tema es ese, el del Poder, el efecto del poder en las personas. Ahora bien, es  el mundo de la Política  el que articula de una forma más directa la convivencia de las personas. Lo podemos despreciar, lo desvalorizamos, lo llenamos de críticas, pero a la vez es el que más nos determina en nuestro diario vivir. 

Sigue diciendo Alberto:

"Por otro lado me genera alguna duda el mismo concepto: ¿Es posible separar persona y rol? ¿Hasta dónde además es conveniente que así sea? Digo esto porque si se plantea una separación es posible que demos lugar a un espacio de actuación donde puedo ser el peor del mundo en el rol y el mejor en el plano humano. Llevo las cosas al extremo: Hitler podía ser el peor del mundo en el rol, pero sin embargo el mejor tío o el mejor abuelo al mismo tiempo, porque ese espacio reservado a la persona podría transformarse en el lugar donde el político des-culpabiliza las acciones que ejecuta al ejercer el rol."

Ciertamente separarlo es siempre un ejercicio teórico, sabemos que en la práctica no estamos divididos y que implica niveles de transferencia entre las conversaciones interiores de quienes estamos siendo. Esas conversaciones interiores que reflejan contradicciones de nuestros enfoques dependiendo desde dónde miremos y a dónde dirijamos nuestra mirada hay que ponerlos de alguna manera en el lenguaje. Mi propuesta es que el coach se proponga hacerlo en la medida en que precisamente puede encontrar los mecanismos justificatorios que el coachee habita y mostrárselos. Imagínate poder decirle a tu coachee ¿Qué haría María "X", la que declara esto y esto ante esta situación? ¿Qué haría o hace la Directora del Servicio "Y" cuando afronta esta situación? ¿Son compatibles esa dos conductas? ¿Qué valores estás respetando y cuáles no? ¿Te reconoces en esto? Y siguiendo tu supuesto, creo que precisamente llevarle a ver esta dicotomía más que desculpabilizar a quien la vive le muestra espacios de inconsistencia o de desviación de su propuesta declarativa.

En su siguiente párrafo Alberto continúa

"Creo que tenemos dificultades conceptuales en este asunto. Lo que plantea Juan es lo correcto, pero no me parece que esté bien resuelto. ¿Y si pensamos en un ser humano único que tiene distintos espacios de actuaciones? Parece lo mismo pero no lo es. La expresión de Juan “se despersonaliza y se transforma en su rol” abre la puerta al hiato, a la separación y ahí surge una dificultad seria ya no solo en la conceptualización sino también en la intervención del proceso de Coaching. Nosotros creo que somos útiles tratando de trabajar en la unicidad del dirigente y no promoviendo cierta fragmentación. Imagino a Juan, leyendo esto, diciendo que por supuesto él no está de acuerdo con la fragmentación y -digo yo- eso es evidentemente así por lo escuchado en todo el Curso. Pero refiero a la sutileza de cómo se puede recibir lo dicho por Juan; hablo desde mi lugar de alumno del curso".

En cualquier caso el comentario de Alberto es válido para mí porque puedo o podemos hacer más énfasis en esto, para no dejar espacio a la duda de que estamos absolutamente de acuerdo en la unicidad y que la separación proviene de un ejercicio de análisis que nos permite tener un supuesto "no real de la realidad", pero útil, desde mi punto de vista, para organizar nuestra forma de intervención, en la misma línea de dinámicas como la de los dos espejos. Hacer conversar al coachee consigo mismo desde la observación de inconsistencias declarativas es sumamente valioso.

      Termina su comentario Alberto diciendo:

"Creo que resulta necesario discutir más a fondo que uno no es el rol. Hay peligros en varios frentes, como he intentado sugerir en este párrafo."

 De hecho mi punto de partida es que cuando la persona se siente su rol, se está perdiendo de si misma. Cuando el rol invade a la persona lo desconecta de su núcleo de sentido y eso siempre trae consecuencias para la identidad pública y principalmente para los aspectos más profundos de la conciencia.

Cuando ahora al escribir este post amplío la respuesta que le escribí a Alberto, me doy cuenta que estamos en medio de uno de los fundamentos de la propuesta ontológica: Si bien el Ser genera Acción, no es menos cierto que la Acción genera Ser ¿Que Ser está generando la acción sistemática de alguien que se ha dejado absorber por su rol? Esta es la base del diseño que si yo hubiera sido el coach de Alberto en sus tiempos de Secretario de Estado hubiera tratado que enfrentase (Sí, en este caso procede enfrentar más que afrontar).

viernes, marzo 17, 2017

Coaching para el Coraje


En el número 11 de la revista virtual "Conversaciones de Coaching" se publica mi artículo  "Coaching para el coraje", reflejando una línea de mi experiencia como coach.

Coaching para el Coraje


Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos y en opinión de muchos el más culto que ha tenido ese país (Kennedy cuando recibió a los ganadores del premio Nobel en 1.962 dijo Creo que ésta es la colección más extraordinaria de talento y del saber humano que jamás se haya reunido en la Casa Blanca, con la posible excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba solo”), decía que una persona con coraje era una mayoría.

Es decir, cuando tenemos coraje tenemos el poder para llevar adelante nuestras ideas, vivir nuestra vida como queremos, defender nuestra dignidad y mostrar consistencia al mundo. Todas estás consecuencias (y, como veremos, otras) forman parte del repertorio que un coach puede manejar para promover el coraje en sus coachees, siguiendo como estrategias:
·      Conexión con el propósito
·      Conexión con la visión de la propia vida, sus valores y límites
·      Conexión con la huella que quiere dejar
·      Conexión con lo que “no quiere” o quiere “abandonar”

¿Por qué hablar hoy del coaching al coraje?

Porque la contradicción forma parte sustancial del ser humano y a veces, como en el presente que estamos viviendo, esa contradicción adquiere connotaciones muy sustantivas cuando en el mundo más avanzado en ciencia y tecnología que la humanidad ha conocido estamos dando pasos atrás en nuestra capacidad de convivencia planetaria y en la construcción de fortaleza valórica personal.  

Durante algunas décadas la humanidad se ha sentido construyendo una sociedad más confiable y segura, en la que las expectativas y los compromisos se cumplían y se configuraba un futuro pleno de posibilidades. Se ha avanzado sin duda en muchos campos. La aparición de nuevas ideas con la vitola de progreso, el imparable desarrollo de tecnologías, la sensación que todo era alcanzable…

Hemos logrado que las máquinas funcionen, que salga agua de los grifos, que al apretar a los
interruptores se encienda la luz, que los autos funcionen sin conductor, los aviones sean más puntuales, los computadores sean más rápidos, que los teléfonos hagan fotos y los relojes sirvan para hablar por teléfono.

Hoy confiamos en que en el espacio de los artefactos todo sea posible, pero no (o menos) que las personas sean leales, que las sociedades sean más inclusivas, que la justicia sea justa, que quienes tienen el poder nos representen, que los empresarios piensen en la comunidad, que los países ricos abran sus puertas a los más pobres. Según datos recientes de la OCDE en Chile, país en el que vivo, sólo el 13% de los chilenos cree que puede confiar en las demás personas.

Debajo de una capa de confianza en lo tangible, vive otra de miedo al futuro, a poder mejorar, miedo a las instituciones y al abuso, incapacidad de un relato creíble. Y ante esto volvemos a necesitar como nunca el coraje. Un bien escaso en una sociedad cómoda y desacostumbrada al esfuerzo.

Hablemos del coraje

¿Y qué es el coraje? Y si es algo con múltiples interpretaciones ¿De qué coraje vamos a hablar? Mi costumbre es ir al diccionario. Las primeras acepciones que encuentro son

-       1. m. Impetuosa decisión y esfuerzo del ánimo, valor.
-       2. m. Irritación, ira.

Cuando hablo de coaching para el coraje quiero centrarme en la primera de estas acepciones y subrayo las palabras “decisión”, “esfuerzo”, “valor” pensando en valentía. El coraje es así la fuerza de voluntad de una persona puesta al servicio de una causa, de un bien, a pesar de los obstáculos, a pesar de lo desconocido, a favor de la consistencia y la vida.

Llegamos al coaching

Un primer trabajo del coach es distinguir obstáculo de imposibilidad, acompañar al coachee a aceptar el obstáculo como parte legítima del escenario en el que actuamos. Cuando confiamos en nosotros el obstáculo enaltece el desafío, sin embargo ante la imposibilidad, cualquier acción sobra.

Frente a los obstáculos el coraje es la energía que permite sobreponerse a ellos porque perseguimos un bien mayor. Un primer camino de trabajo del coach es reconectar al coachee con ese bien ¿Por qué es importante? ¿Por qué merece mi esfuerzo? ¿Qué valor tiene en mi vida?

El coraje puede tener su origen en la emoción de la rabia, pero no es correcto confundirlo con ella. Desde la rabia no solemos desarrollar más que violencia. Nos damos cuenta así que el coraje no es una emoción, sino un estado de ánimo que nos lleva a la determinación de afrontar la adversidad, se constituye en nosotros como una actitud.

En los últimos meses varios de mis coaching han estado moviéndose en este paisaje, más que de rabias, miedos. Eso nos ha llevado a un segundo paso: entrar en lo adverso, distinguirlo.


Lo adverso se percibe como una amenaza, por eso el miedo.
Requerimos decodificar el escenario ¿Qué te es adverso? ¿Por qué? ¿Identificas alguna intencionalidad en contra tuya? ¿Hay alguna diferencia entre percibir adversidad y percibir obstáculo? Sin duda la hay. Adverso es opuesto a quien lo juzga o a sus intenciones, es su enemigo, es desfavorable para él/ella. Y como sabemos que el lenguaje no es inocente es diferente y preferible, siempre que sea posible, que nos enfrentemos a obstáculos y no a adversidades.

Hay veces que, indudablemente, lo adverso surge cuando sentimos que se vulnera nuestra dignidad. Si es así, la defensa de la dignidad puede nutrirse de la rabia que aparece ante lo injusto. De nuevo clarificar el escenario es clave. No surge la rabia como emoción movilizadora ante los impedimentos, surge ante la injusticia. El riesgo es confundir los términos y reaccionar desde una queja desmovilizadora.


Coraje también tiene que ver con arriesgarse a lo desconocido y a veces lo más desconocido es nuestra capacidad de reaccionar y por lo tanto el miedo a nuestras desconocidas reacciones. Una pregunta que me ha servido en este trabajo es la de ¿Qué es lo que sientes que no conoces de ti en el proceso de enfrentarte a lo desconocido? Volver al centro de quien juzga, siente, percibe, develar el observador que late en el fondo.

¿Qué realidad interior es la que  cuesta ver de frente y expresar? Esta es la cuestión previa que el coach debe abrir. Mirar las conversaciones interiores del coachee y lo que teme. Algunas de esas conversaciones serán buenos argumentos para auto-justificar la falta de coraje. En esto los seres humanos somos expertos, dejamos que nuestra mente nos engañe, que cree su propia verdad.

Allá por el año 2.000 el catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid Francisco Rubia publicó un libro que me impactó “El cerebro nos engaña”, desde entonces he aconsejado a mis coachees, de la misma forma que me digo a mí mismo, que desconfíen de sus interpretaciones, especialmente las que nos restan de actuar, aquellas que nos dejan en el conformismo y la inacción.

Se abren otros caminos como el de llevar al coachee a imaginar cómo se sentiría si hubiese tenido las conversaciones que no tuvo, defendido los puntos que no defendió. Llevarle a situaciones en que sí lo hizo, ponerle en contacto con la experiencia real o imaginada de sentir el impacto de ese recurso llamado coraje, recordando que finalmente es una decisión nuestra  y que podemos tomar.

Caminos poderosos como el de hacerse la pregunta ¿Quién además de yo mismo/a se beneficiaría de mi coraje? Para ponerse en contacto con el valor para otros y el valor de la propia identidad pública de, como planteaba Gandhi, ser el cambio que queremos para el mundo y vivir en la consistencia.


Todos sabemos del coraje y de su ausencia, por eso aunque he citado a doctos personajes, hay una definición que se atribuye a Ambrose Redmoon, pseudónimo de James Neil Hollingworth, un hippie, beatnik, y agente de bandas de rock en los años 60, no parece una carta de presentación  para un paper y sin embargo  para mi gusto resulta más diáfana y útil que ninguna, a los efectos del coaching: “El coraje no es la ausencia de miedo, sino el juicio de que hay algo más importante que el miedo”. Una definición casi ontológica que nos pone en la gran pista de encontrar ese algo que para el coachee y para nosotros mismos es más importante, porque al descubrirlo y volverlo a poner en nuestro corazón nos levantaremos con el coraje interior que nos permite atrevernos a vivir la vida que queremos, aquella por la que estaríamos dispuestos a morir.

miércoles, marzo 15, 2017

Conversando con Alberto Hernández

En el mes de Agosto del 2016 realicé el Programa "Coaching a la Política y el Poder" en la alianza estratégica con Newfield Network para convertirlo en parte de su oferta formativa. Esta primera versión se llevó a cabo en Santiago de Chile y acudieron coaches e interesados en los dominios de la Política y el Poder de Argentina, Ecuador, Perú, Aruba y por supuesto Chile. Entre ellos, el argentino Alberto Hernández que participó activamente y siguió el programa con una concentración y una capacidad de tomar apuntes inauditas. Al finalizar el Programa me mostró las más de 60 páginas de su bloc de notas  y prometió compartirlo conmigo. Pues bien, cumplió su promesa y meses después recibí un documento valiosísimo que me ha sido de gran utilidad. Por ello mi primera declaración es: Gracias Alberto.

¿Quién es Alberto Hernández?

Además de un coach interesado en lo político y antes que eso fue Ministro de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires entre 2.005 y 2.007 y Viceministro (Secretario de Estado) de Determinantes de la Salud y Relaciones Sanitarias del Ministerio de Salud de la República Argentina entre el 2.007 y el 2.009. Según sus manifestaciones en el Taller y en el escrito vivió situaciones y quiebres como los que describimos en el Programa

Su escrito empieza con los siguientes párrafos:

"En agosto estuve presente en un Seminario (Chile) que Juan Vera ofreció sobre Coaching Político. Fue importante y muy relevante para mí. Me dí cuenta desde el primer minuto de esa importancia, entonces tuve una actitud de extrema concentración y de mucho detalle en la toma de apuntes.


Al regresar me pregunté cómo recuperar todo lo escuchado y además cómo entrar en un proceso de aprendizaje aún más profundo que la presencia en el seminario. Escribiendo, me respondí. Entonces me propuse recuperar todo lo dicho por Juan. A poco de empezar, me di cuenta de que tenía ganas de dialogar con él punto a punto. Y empecé a dialogar. Y así fui reconstruyendo el seminario, como un haciendo una conversación general."

Desde esta presentación seguiremos en próximas entradas.