lunes, enero 02, 2006



2005: Mi mejor coach

¡Feliz 2006! Eso me he dicho hoy cuando me he mirado en el espejo con la decisión de no afeitarme, de no tener prisa, de estar lento y sin plan.

Dejo en el ropero este año que acaba, como quien se quita un abrigo pesado que, sin embargo, fue compañero de momentos de tanta intensidad, desoladores y llenos de esperanza, dulces y agraces. En nada fue mediano. Cuando repaso el diario, me sorprendo de que hayan ocurrido tantas cosas, de que todas ellas hayan cabido en los 365 días que quedan atrás.

Creo que nunca en mi vida había estado tan en contacto conmigo mismo, tan solo y tan acompañado. El año mismo ha sido mi mejor coach, pero hubo otros de los que quiero dejar constancia antes de cerrar este capítulo: los libros y el árbol de Puyehue

Los libros
Leí desde esa conexión y los libros me hicieron preguntas, me mostraron patrones de conducta desde sus lineas incapaces de conmoverse con mis explicaciones: "Madam Bovary", "2666" del gran Bolaño, "El último lector" de Ricardo Piglia, "La velocidad de la luz" de Javier Cercas, "Bartleby y compañía" de Vila Matas, del que ya he hablado en este blog, "El secreto de la infidelidad" de Ethel Krauze, varios otros que se vaciaron ante mis ojos ávidos.

Por esto he recomendado a mis coachees que leyeran, que se sentaran con su libro y un lápiz, que leyeran anotando, que se metieran en la lectura con todo el cuerpo, sintiendo qué, de lo dicho, les rozaba, donde resonaba un eco conocido.

El árbol de Puyehue

Pero tal vez lo mas emotivo para mí fue cuando en Puyehue nos propusieron que saliésemos a los jardines y buscásemos un árbol, una flor, una simple hoja y le preguntásemos esa pregunta que nos era difícil acallar. Esa idea de hablar con los árboles, de abrazarlos, me resultó invasiva, propia de verdes aburguesados que predican la ecología sin pasar por las poblaciones o mientras fuman en los sitios públicos. Abadoné mis prejuicios y salí en busca de los tulipanes con una pregunta grande, bien formulada, de esas que pueden quedar sin repuesta porque su simple sonoridad las justifica.

Y sucedió que no fueron ni los tulipanes, ni los imponentes árboles del lugar, me detuvo un árbol común y mi pregunta fue perdiendo su grandilocuencia, se fue haciendo mas simple. La reformulé hasta que su simpleza me dolió, hasta que me dolió también la respuesta que encontré en mi interior.

No sabía que los árboles comunes conocieran el método socrático de la mayéutica, pero ese árbol de Puyehue fue mi mejor coach en este 2005 que he colgado en la percha oscura del ropero, mostrándome lo que podría haber visto mucho antes.

A la semana siguiente le expliqué al aplicado "C" lo que era el coaching directivo y le sugerí que hablase con el olmo seco de su parcela, tan machadiano y sabio, mucho más que yo sin duda. "Por lo menos mas barato" dijo él.