El número 16 de la revista virtual Conversaciones de Coaching me pública este artículo que recoge parte del contenido del Módulo que desarrollo en el ACP Avanzado de The Newfield Network: “Coaching para la articulación de un entorno complejo”.
Articular una habilidad del siglo 21
Vuelvo sobre
este tema que cada vez considero más
interesante, en la medida en que voy dándome cuenta de que el coaching del
futuro estará profundamente ligado al rol articulador. El principal
objetivo de este artículo es plantear la importancia que ese entorno tiene en la generación de
nuevas prácticas humanas, en la resignificación de valores y creencias y en las
oportunidades que aparecen para el acompañamiento de los coaches en
conversaciones de mayor complejidad. Entre ellas las relacionadas con la
habilidad de articular y con las distinciones de gestión de entornos. Empecemos
por acercarnos al escenario.
¿En qué mundo estamos viviendo?
Sin duda ésta
es una pregunta que nos lleva a que aparezcan múltiples dimensiones como líneas
de respuesta. Esa multiplicidad ya es una característica que, aunque parezca inicial,
es profundamente definitoria.
A los
efectos de esta lectura quiero citar algunos de los factores que, a mi juicio, lo
describen, algunos de ellos pueden parecer contradictorios. Estamos ante un
mundo complejo, interconectado, fragmentado, diverso, marcado por la
inmediatez, por la crisis de representatividad y por la disrupción tecnológica.
Existen
múltiples fronteras, múltiples actores, múltiples canales, múltiples datos y todo
ello moviéndose a una velocidad que requiere de “carreteras” bien pavimentadas,
en una forma metafórica de referirme a relaciones de calidad.
Cuando
conversamos en el ámbito de las organizaciones pareciera que nos acercamos a
algo que aún es futuro y, sin embargo, está aquí, en nuestros smartphones, en las
plataformas que ya usamos, en las redes sociales, en la forma en la que creamos
conocimiento y opiniones y en el requerimiento de una colaboración a la que no
sabemos responder desde los modelos en los que fuimos formados.
Por eso es
frecuente que lo consideremos como todavía emergente, porque simplemente aún no
ha llegado a nuestras costas personales esa ola que avanza imparable en el
horizonte y, si hay signos de su llegada, preferimos considerar que son el
efecto de causas conocidas, aún no diagnosticadas, algunas conspirativas, otras
a causa de errores de diseño o falta de recursos.
Lo cierto es
que la ola en la que ya estamos requerirá para vivir en ella de nuevas
competencias y actitudes, pero sobre todo de una conciencia diferente que nos
permita mirar lo que sucede desde un lugar interior nuevo. Así de alta y
profunda se configura.
Deliberadamente
no denomino el momento que vivimos, ya lo harán los historiadores. Aunque
algunas de las causas sean tecnológicas no quiero llamarlo era digital, aunque
algunas de las causas tengan que ver con los abusos del poder, no quiero rotularla
como la era del fin del poder, ni del desencanto en las instituciones.
Todos
esos nombres serían buenos para títulos de libros; lo que vivimos es un presente
multifactorial y acelerado, tal vez simplemente un mundo 21 (ni siquiera en
números romanos).
¿Qué podemos hacer en este escenario
los coaches?
Las
conversaciones 3xi que están removiendo la realidad chilena son un ejemplo.
Esas tres íes vienen de inspirar, incluir e innovar. Se trata de sentar en la
misma mesa a pares improbables, es decir a aquellos que no suelen conversar, separados
por barreras sociales, culturales, ideológicas, religiosas o de cualquier tipo y
generar esas conversaciones que en la tipificación de la ontología del lenguaje
se denominan “conversaciones para posibles conversaciones”. Eso acaba de ocurrir en la Araucanía, en
donde, después de decadas de incomprensión y violencia verbal y física,
miembros de la comunidad mapuche, empresarios, organizaciones sociales, fuerzas
del orden, jovenes profesionales y ciudadanos diversos han logrado el milagro
de la legitimación del otro como el legítimo otro que es.
Cito a
continuación lo que Hugo Alcaman, presidente de la Corporación de
profesionales
mapuches, escribió en las redes sociales para definir la experiencia que había
vivido en el último
fin
de semana de julio de este año: “Lo novedoso
del encuentro es que los participantes, sin saberlo, fuimos sometidos a un
proceso de coaching (relación profesional que permite a las personas alcanzar
cambios y resultados satisfactorios en sus vidas profesionales y personales)
que permitió por primera vez en la historia de la Región (1881-2018) que parte
importante de sus líderes,
dialoguen, conversen
en forma horizontal, de buena fe y, sobre todo, desde el corazón, desde las
emociones, sincerando lo que la razón controla.
Así por
primera vez observé respeto mutuo y
empatía por el dolor de los otros (mapuche hacia chilenos y chilenos hacia mapuche).
Por primera vez he visto que los chilenos no mapuche, en su mayoria aprendieron, tomaron conciencia del
valor de los principios valóricos mapuche, la riqueza de nuestros conocimientos
y, sobre todo, la herida abierta que tenemos ante más de un siglo de violencia
física y mediática” (la letra negrita aparece en el escrito original de
Alcaman).
Estoy
realmente sobrecogido por las evidencias que vamos teniendo de los nuevos
rumbos que conversaciones desde otro enfoque pueden lograr. Por eso repito lo que
ya he escrito antes en estas páginas virtuales: creo que nuestra profesión
puede tomar nuevos caminos, pasar del quiebre individual declarado, como punto
de partida de un proceso de coaching a la inquietud por una ola que aunque nos
parezca lejana podemos contextualizar y anticipar. Pasar de quiebres a
inquietudes amplía las fronteras de nuestro aporte, si tenemos una escucha
sensible del mundo que nos rodea. Por eso propongo abrir el propósito de
nuestra conversación a que revisemos un espacio del coaching más colectivo,
aunque pueda ser menos ortodoxo.
Otras miradas que nos sirven
En un
artículo anterior sobre este tema citaba
al filósofo español José Ortega y Gasset cuando decía “Yo soy yo y mis
circunstancias” estableciendo un concepto del Yo más allá de rasgos genéticos y
de la propia intención. De alguna forma Ortega nos decía, que la realidad de
nuestras existencias se configura en las conversaciones que mantenemos con el
sistema del que formamos parte.
Otro
filósofo también español Josep María Esquirol plantea la tensión creativa entre
“las afueras”, ese mundo del que hablamos, que nos rodea desde propuestas y
dinámicas que intervienen en nuestro existir y el “Yo/ nosotros” que vivencia
la vida. Finalmente, las afueras son nuestras afueras, es decir donde vivimos y
lo que constituye la experiencia de vivir. Su tesis parte de dos grandes
preguntas ¿Cuál es la condición humana? y ¿Qué es la vida humana?
Es verdad
que no es posible un contacto pleno con el mundo (las afueras) si no estamos en
contacto pleno con nosotros y tenemos la experiencia de la autoconexión (estar
en nuestro propio centro), pero no es menos cierto que si no estamos en
contacto con esas afueras reales, si no nos aproximamos a su centro, será
dificil llegar al nuestro o llegaremos a un centro desconectado de la vida. ¿Puedo
estar en mi centro si estoy fuera del mundo, si sólo estoy Yo conmigo en el
interior de mi silencio? ¿Cómo nos hacemos cargo de que somos seres sociales y
que ello supone una “vida en sociedad” si no conocemos el contexto y las
condiciones en las que esta vida ocurre? Una vez más esta circularidad de la
que somos parte.
Conocer el
contexto implica conectarnos. Nos conectamos en el intercambio, en la escucha y
el habla, nos conectamos en el respeto y en aquellas conversaciones con el
corazón abierto en las que la diferencia no impida el amor.
En una
entrevista del mes de abril del 2018 en el periódico español “El País”,
Esquirol cita al filósofo y poeta Friedrich Hölderlin (1770-1843) “quien piensa
lo más profundo, ama lo más vivo” y tambien cita a la filósofa y teórica
política Hannah Arendt (1906-1975) “el pensamiento es la quintaesencia
desmaterializada del ser vivo” y propone romper con la tradicional separación
entre pensamiento y vida.
Finalmente vivimos en las afueras de nosotros, sin
dejar de ser ese nosotros. Requerimos estar en unidad, aunque para entenderla
debamos reconocer las partes del todo.
Nuestra
propuesta, sin desconocer que somos nosotros y nuestras circunstancias, sugiere
una comprensión experiencial de esas afueras más que pensar en ellas. Fotos,
imágenes y vivencias más que definiciones y supuestos.
Démonos permiso para la esperanza
Vuelvo a
Josep María Esquirol y su frase “El mal es muy profundo, pero la bondad todavía
lo es más”, porque coincido que sin esa bondad el mundo ya no existiría. Muchos
creemos que en un entorno más complejo y
difícil, las reservas de bondad serán más necesarias que las del petróleo o las
distintas fuentes de energía. De hecho el confuso momento que vivimos está más
relacionado con la pérdida de valores que con las pérdidas económicas.
La habilidad
de articular puede ser un vehículo para que personas que quieren un
mundo mejor
encuentren la síntesis entre esos dos infinitivos claves en la vida: Pensar y
Amar. Pensar un camino que por su
complejidad necesita ser construido con otros y Amar un propósito que nos
provea de coraje y de un resultado a la altura de la grandeza humana. Las
conversaciones 3xi a las que antes me refería parecen ser un camino que nos
anuncia que esto es posible
Si eso
ocurre puede pasar, como planteaba Goethe, que en el momento en que los seres
humanos se comprometen de verdad, la providencia también lo hace. Quiero por
eso terminar este artículo preguntando yo a mis colegas ¿Qué podemos hacer en
este contexto los coaches? Ustedes tienen la respuesta.