Escribo
estas páginas en el Resort de Marbella en Maitencillo. Es el 22 de Enero del
2013, acabo de hablar con Carolina y sé, querido amigo, que estás dormido y con
poca energía, aferrándote aún a la vida. Yo cumplo mi compromiso. Eso aprendimos algún día, que nuestra
identidad pública estaba vinculada al cumplimiento de compromisos. Yo tengo éste contigo que considero, además, un honor para mí.
Antes de
pasar a un estilo narrativo, quiero darte las gracias Raúl por el
privilegio de tantas conversaciones que hemos tenido en estos años,
especialmente por esta última que voy a relatar, en la que ambos sabemos que no
nos queda mucho tiempo, que debemos apurar las palabras y las ideas, que no
debemos hurtarnos nada, que más que probablemente, ésta será la última.
Darte las
gracias también por muchos gestos, ninguno más revelador que cuando me pediste
que fuera el coach de tu hijo Eduardo. “Creo que él es un tipo extraordinario,
que está en el mejor momento de su carrera y le sería bueno un acompañamiento
calificado. Para esto, Juan, yo confío plenamente en ti. Me gustaría que
pudieseis hablar ambos”. Algo así me dijiste, sin ningún rodeo, como
acostumbras y desde entonces, marzo del 2.007, he venido siendo su coach y
comprobando que, efectivamente, es, como tú, un ser humano extraordinario.
Gracias Raúl
Herrera, seguiremos conversando, con signos, con señales y las muchas formas
que el lenguaje, la materia, el espíritu, las emociones y las relaciones tienen
en este universo que tanto desconocemos aunque tengamos tanta información.
Conocí a Raúl
Cuando en
1.993, dirigiendo la Escuela de Negocios ESDEN, en Madrid, me vinculé con la
Embajada de Chile en España. Esa vinculación me puso en contacto con el
coaching y con un interesante grupo de personas alrededor del Proyecto Newfield
Europa, del que fui parte. En una conversación de posibilidades, un gran amigo también ausente ya,
Tomás Campo, se refirió a Raúl Herrera. En ese momento fue sólo un nombre.
Unos meses
más tarde, los primeros alumnos del ACP en castellano, que desarrollaron conjuntamente
Rafael Echeverría y Julio Olalla, supimos de la generación de coaches
ontológicos que ya se habían formado en USA y nos precedían. Raúl Herrera era uno de ellos.
Estuvo en Segovia en el inicio del Programa en Junio de 1.993. El nombre pasó a
ser imagen.
La primera
conversación que recuerdo fue en Mayo de 1.994 en Querétaro, ya como supervisores
ambos de la siguiente generación de coaches, él de un grupo chileno, yo del
grupo español. Desde entonces hemos tenido decenas de conversaciones, varias
oportunidades de participar en proyectos desde distintos roles y una suerte de
tácita complicidad que no sabría explicar y que ya hoy prefiero dejar en el espacio del
misterio y la magia de la vida.
La decisión de hacer la entrevista
A mitad de
diciembre pasado almorcé en San José de Costa Rica con un matrimonio de amigos
comunes y necesariamente hablamos de Raúl y de su ejemplo de aferrarse a la
vida y disfrutarla. Hablamos de esa suerte de frialdad para enfrentar un
momento tan difícil de la historia personal.
Regresando
de Costa Rica decidí pedirle una conversación haciéndole notar ese carácter de
ejemplo referencial que estaba siendo para algunos de nosotros y cómo no
deberían quedarse en el silencio las reflexiones y los aprendizajes que estaba
teniendo. Me propuse ser un intermediario, poner a su disposición mi gusto por
escribir y dejar rastro de ello. Hablamos por teléfono y le conté. Le gustó,
aunque cuando le dije que tendría carácter de entrevista y que mi propósito era
publicarla en las redes, confesó su pudor, a la vez que le producía una gran
atracción.
Fijamos
la fecha para después de las fiestas navideñas. El Martes 8 de Enero, después
de su siesta entre las 16.00 y las 18:00 (todo siempre muy puntual) nos
reunimos. Me abrió la puerta, estaba más delgado, así lo sentí al tomar su
brazo, mantenía su pelo. Nos sentamos frente a frente en el living de su
apartamento. Saqué mi IPAD.
Esto
conversamos.
Nuestra conversación
El acuerdo
- JV.- Quiero darle cierta formalidad a esta
conversación, Raúl, tomaré notas, a veces te haré repetir, cuando nos perdamos
en digresiones tendremos que volver al rumbo que vayamos marcando, por mucho
que, como tantas veces, nos guste esa digresión y nos provoque un camino
distinto. Ya conoces el propósito, quisiera publicar lo que conversemos siempre
que estés de acuerdo y sólo cuando quieras que se publique.
RH.-Me da algo de pudor, como te dije, pero ya le he dado vueltas y no tengo inconveniente, siento agradecimiento por tu oferta. Ya no tengo energía para escribir, apenas los “me gusta” de Facebook. La puedes publicar en cuanto esté, si no tenemos tiempo para revisarla. Yo confío.
JV.- Si no te sientes bien en el
transcurso de la conversación me avisas. Creo que en dos horas será suficiente,
si te cansas vuelvo otro día.
RH.- Dos horas las aguanto, aunque ya estoy racionando los tiempos para lo que
es importante para mí. Esto lo es. Ya hasta a mis hermanas, ya sabes que tengo
muchas, les he pedido que no me llamen todas todos los días. No puedo contar lo
mismo tantas veces. Les he organizado un grupo de Whatsapp para que con la
primera que me pregunte se enteren todas las demás.
No puedo
evitar reírme y bromear con él. Raúl tecnológico, estructurado, eficientista,
cerebral.
JV.-Para muchos de nosotros tu actitud
desde que te diagnosticaron el cáncer hace más de tres años y el horizonte de
seis meses de vida, tu disposición a poner todo de tu parte, buscar
alternativas, disfrutar de cada momento y vivir todos los sueños posibles ha
sido toda una lección, Raúl. Por eso vengo con el egoísmo de saber más, de que
nos cuentes. A veces al verte escribiendo, manteniéndote en contacto por todas
las vías posibles tengo la sensación de que quieras mostrarnos algo. Yo estoy
atento. Estuviste absolutamente presente, a través de tu actitud, cuando se
presentó de súbito mi afortunada operación del corazón.
RH.- Buena parte de lo que puedo decirte ya está esbozado en la carta balance
que escribí en el 2.010. Creo que desde entonces y, sobre todo, he puesto mi
atención en vivir, pero pregunta.
JV.- No traigo preguntas estructuradas, traigo temas: El dolor, el sufrimiento, el sentido de la vida, la impermanencia, la forma en que ese hombre frío que siempre me ha sorprendido por el dominio de sus emociones, ha vivido todo esto, el sentido de la vida.
JV.- No traigo preguntas estructuradas, traigo temas: El dolor, el sufrimiento, el sentido de la vida, la impermanencia, la forma en que ese hombre frío que siempre me ha sorprendido por el dominio de sus emociones, ha vivido todo esto, el sentido de la vida.
Sobre las emociones
RH.- Sí, me interesa hablar de las emociones. Sé que no he mostrado mucho mis
emociones, pero aún recuerdo cuando fui a ver a Gonzalo Pérez – Me mira con ojos interrogantes escudriñando si lo ubico.
JV.- Conozco a Gonzalo, fuimos a verle cuando empezó a naufragar mi segundo matrimonio.
RH.- Gonzalo me dijo que era un ser profundamente emocional. Yo se lo negué.
Me escuchó con atención y me dijo que no negaba que controlase las emociones y
que llegara a opacarlas, porque era tan emocional que había desarrollado una
gran coraza. Las corazas solo las desarrollan quienes tienen temor a sus
propias emociones.
JV.- Se de lo que hablas, hay momentos en
que me siento tan vulnerable ante lo que puedo sentir, que me escondo en el autocontrol
y miro a otra parte.
RH.- Y como en todo lo que aprendemos, aparece un automatismo, Juan. Yo tengo
una forma automática de no ser presa de mis emociones, pero en este tiempo, que
es lo que tú quieres saber, las he observado con cuidado. No estoy en la
alegría. No estoy en la rabia, entendida como la defensa de los límites, cuando
me niego a perder lo que es mío, lo que juzgo que me merezco o que me
pertenece.
JV.- ¿Quieres decir que no sientes rabia
porque la enfermedad haya aparecido para arrebatarte la tranquilidad, la paz,
la calidad de vida, el futuro?
RH.- Exacto, en esto ha colaborado mi acercamiento al budismo, el mensaje de
la muerte como oportunidad. Carolina me habló del grupo del
“Buen morir” y me cuenta sus reflexiones.
JV.- ¿No tienes miedo Raúl? Yo no lo tuve
cuando entré al quirófano para la larga operación a corazón abierto, ni la
noche antes, ni en el despertar, ni en los momentos previos, pero no quiero
comparar mi situación y la tuya ¿No
tienes miedo?
RH.- No, logré identificar los miedos en los que estaba. No era el de la muerte.
Tuve el miedo económico y descubrí que tenía un buen seguro que me permitiría
no pasar apuros. Tuve miedo al dolor, pero enseguida vi que era tratable.
Además no tiene sentido pensar en el dolor cuando no se tiene ¿Para qué
ocuparte de aquello en lo que no puedes influir? Siempre tuve claro eso.
Me he concentrado en vivir el día a día. No es sencillo,
desde luego, por suerte la casa de Tunquén me permite vacaciones siempre que
tengo ánimo. Hoy lo que me es menos sencillo es la logística de cada día, ir en
auto o en taxi. Decidir eso, no ser una carga, buscar la autonomía sin ponerme
en riesgo. Lo aparentemente sencillo es lo más difícil.
JV.- Esa es otra dimensión de lo sencillo,
ya habíamos reconocido que lo más importante estaba en las cosas sencillas. Tú
me hablas de la dificultad de lo sencillo, como lo es en el arte. Te escucho y
me viene la idea del arte de vivir ¿De eso me hablas, Raúl, o es lo que quiero
escuchar?
RH.- Eso me escuchas, pero tal vez te hablo de eso, de algo inesperado para mí.
Nos preocupamos de los grandes temas… La pena si la tengo, Juan, la pena me ha
aparecido…la pena si.
Y Raúl se quiebra, se le llenan los ojos de lágrimas, se limpia el rostro. Mi amigo, el hombre frío, sin coraza. Se me llenan también a mí los ojos de lágrimas y me esfuerzo por no levantarme y abrazarlo. No quiero que pueda equivocar mi reacción. No siento lástima, siento similitud y cercanía.
RH.- No lo conecto con nada que haya perdido, la pena me surge al pensar en
mis hijos y sobre todo en mis nietos…- Se calla,
sigue emocionado.
JV.- Quizás no hables de pérdida de algo
que tuvieras, sientes la tristeza por el futuro que vas a perderte.
RH.- No, Juan, el futuro nunca se tiene hoy, por eso no se puede perder. Mi
pena es por no poder tener la ilusión del presente, la ilusión que podría
tener, pero que ya no me es posible tener, dado que el tiempo se termina.
Viene otro momento de silencio y él prosigue recuperando su tono profesoral.
Viene otro momento de silencio y él prosigue recuperando su tono profesoral.
RH.- La alegría y La pena, como tú sabes, mueven los mismos músculos. Esa es la buena
noticia. Yo nunca estuve muy conectado con ellas. Carmen Cordero me habló hace tiempo de mi
carácter melancólico, por eso no me afectan las emociones, que es distinto que
no tenerlas. Hoy en este momento en que visito la pena, también estoy más cerca de la
alegría. Y pienso que la pena me ha hecho más grande.
JV.- Esa es la paradoja, Raúl, que este terremoto de la enfermedad, que su parafernalia trágica, que puede verse como devastadora nos haga más grandes y mejores. Desde esa mirada te veo, desde esa mirada te vemos muchos, como alguien engrandecido ante nuestros ojos. Verte emocionado como te acabo de ver es un regalo que te agradezco profundamente. Sentirte como alguien que no se rinde es vivificante.
JV.- Esa es la paradoja, Raúl, que este terremoto de la enfermedad, que su parafernalia trágica, que puede verse como devastadora nos haga más grandes y mejores. Desde esa mirada te veo, desde esa mirada te vemos muchos, como alguien engrandecido ante nuestros ojos. Verte emocionado como te acabo de ver es un regalo que te agradezco profundamente. Sentirte como alguien que no se rinde es vivificante.
No rendirse es distinto a luchar
RH.- Ya estoy entregado, Juan, sólo me queda vivir cada momento, pero dejé de
luchar.
JV.-En estas últimas semanas con el eco del poema de Benedetti, he pensado mucho en la distinción entre Pelear y Rendirse. No es lo mismo Raúl. No te veo rendido. Uno lucha contra alguien o contra algo, se lucha con quien nos quita algo, contra lo que nos amenaza o nos pone en riesgo. Nos rendimos cuando abandonamos nuestro objetivo. Luchamos contra lo de fuera, nos rendimos interiormente.
JV.-En estas últimas semanas con el eco del poema de Benedetti, he pensado mucho en la distinción entre Pelear y Rendirse. No es lo mismo Raúl. No te veo rendido. Uno lucha contra alguien o contra algo, se lucha con quien nos quita algo, contra lo que nos amenaza o nos pone en riesgo. Nos rendimos cuando abandonamos nuestro objetivo. Luchamos contra lo de fuera, nos rendimos interiormente.
Mi padre me enseñó eso. Pudo estar en la cárcel tras la guerra, el
sentido práctico le aconsejó que dejara de luchar contra un poder muy superior,
pero nunca se rindió, no abdicó de sus ideas.
Tú nos has dejado de querer vivir con la máxima calidad, aprovechar cada
instante posible. Así lo veo yo. No rendirte es mantener el grado de atención
que tienes sobre ti mismo.
RH.-Me gusta la distinción Juan, te agradezco. Me sirve
Llega otro momento de silencio. Raúl está masticando lo que le he dicho. Vuelve a hablar y hace un recuento de la trayectoria de la enfermedad y las oportunidades de mejoría. De pronto ligo sus palabras y la distinción que he planteado con los versos del poeta español Luis López Alvarez, que tantas veces he recitado, los mismos a los que el cantautor Amancio Prada puso música para su canción “Compañera”. Ahora soy yo el que me lleno de una emoción incontenible. Él me mira distinguiendo el brillo de mis ojos.
JV.- De pronto, Raúl, he visto como unos versos muy cercanos a mi cobran otro sentido en esta conversación. Dicen así:
“Yo nunca cejo, amor
Yo nunca cejo.
A menudo me vuelvo en el camino
Y en el rostro me llevo tu reflejo.”
Eso es, no rendirse o no cejar, no significa que a veces no tengamos que cambiar nuestro caminar, pero en el rostro sigue el reflejo de lo que queremos, en la mente el propósito, en la voluntad, lograrlo. Eso es lo que veo en ti, el propósito de lo que quieres, aunque sea humano echarse en el diván por el cansancio, aunque ya no tengas energía para escribir. Es humano y legítimo dejar de luchar…
Eso es, no rendirse o no cejar, no significa que a veces no tengamos que cambiar nuestro caminar, pero en el rostro sigue el reflejo de lo que queremos, en la mente el propósito, en la voluntad, lograrlo. Eso es lo que veo en ti, el propósito de lo que quieres, aunque sea humano echarse en el diván por el cansancio, aunque ya no tengas energía para escribir. Es humano y legítimo dejar de luchar…
RH.- Me he quedado pensando en que luchamos contra algo externo al observador que observa y tiene también sentido para mí lo que dices. El cáncer siempre lo he visto como algo mío, no como algo externo. No estoy enojado con el cáncer. Desde él he empezado a ponerme en contacto con lo que me gusta, cosas que iba dejando para un tiempo que no sabemos cuándo será. Nuestra incapacidad para vivir plenamente el ahora. He visto muchas veces el DVD de Eckhart Tolle que me trajiste de España. En ese sentido, no solo no me he rendido, incluso he tenido una ganancia.
JV.- La falta de consciencia de la impermanencia de las cosas. Esa arrogancia nuestra de pensar que controlamos el tiempo, que nos pertenece y podemos disponer que las cosas pasen cuando queramos. Tú lección está siendo el no rendirte a disfrutar la vida posible hoy. Tu frenesí de viajes, la ampliación de Tunquén…
RH.- Fíjate, Juan, nunca me había metido en el diseño, siempre había encargado que me hicieran las cosas. Esta vez ha sido distinto. Me metí como nunca antes lo había hecho y el resultado ha sido muy diferente. Otra experiencia de lo que significa entregarse a las cosas que queremos.
JV.- Tomo nota Raúl, yo con frecuencia
encargo las cosas para obtener su resultado sin vivir el proceso. Eso es lo que
percibo que me estás diciendo, lo distinto que es vivir los procesos. Tal vez lo contrario sea una de las formas en que nos desvinculamos de la vida, esa
forma de querer nuestras ítacas, sin
vivir los viajes – Raúl
sonríe.
De nuevo las emociones
RH.- Hoy, Juan,
volviendo a las emociones, me veo altamente emocional. Hoy me duele y me
reconforta esta pena y, de alguna forma, siento que me falta la rabia.
JV.- Hace años escuché con dolor a alguien cercano que
trataba de lograr la rabia…creo que puedo entenderte.
RH.-Necesitamos
todas las emociones, aunque cuando aparezcan puedan parecer socialmente
inadecuadas. – una pausa- Hay
un miedo más que tengo hoy, Juan, miedo al control de los otros, al exceso de
cuidado. A ese cuidado que refleja la
angustia de los otros. En este momento no puedo aceptar que me carguen su
angustia. No tengo capacidad para eso.
JV.- Te entiendo
RH.- He soltado también la rabia con los clientes. Antes no permitía que me cambiaran los compromisos, no lo soportaba. Hoy sé que yo mismo puedo no cumplir y opto por fluir. Nos formamos en la impecabilidad, pero también hay una forma de vivirla que atenta contra la libertad. No cumplir puede ser una forma de ejercer la propia libertad.
RH.- He soltado también la rabia con los clientes. Antes no permitía que me cambiaran los compromisos, no lo soportaba. Hoy sé que yo mismo puedo no cumplir y opto por fluir. Nos formamos en la impecabilidad, pero también hay una forma de vivirla que atenta contra la libertad. No cumplir puede ser una forma de ejercer la propia libertad.
JV.-¿Puedo escribir que te sientes en paz con tus
emociones, que las reconoces y las aceptas?
RH.- Quizás lo que valoro más en esta etapa ha sido el
hecho de mostrarme, me ha ayudado a una
conexión emocional, sin ser choro, ni ser víctima. Creo que he mostrado deliberadamente
mis miedos, penas y alegrías. En eso me siento mejor.
El sentido de la Vida
JV.- En definitiva, Raúl, has sido más tú mismo, menos
contenido, menos conveniente, más auténtico. Y en esta forma de dejarte ser ¿Hay
algo que hayas descubierto sobre el sentido de la vida? ¿Hay algo que haya
cambiado en estos meses? ¿Algo que hayas visto que antes no vieras?
RH.- No sé si ha cambiado o quizás todo. Hubo un tiempo que
no encontraba el sentido de la vida,
llegué a decir que mi sueño era tener un
sueño. Luego declaré que era mejorar la efectividad de las personas para
que lograsen sus resultados, luego fue
disfrutar la vida, luego, como dice Joseph Campbell, más que el sentido de la vida fue la búsqueda
de la sensación de sentirse vivos.se puede sr el sentido en este momento,
las experiencias que me hacen sentirme vivo.
JV.- Cuando citas a Campbell me haces recordar a una frase
que le leí: “El sentido de la vida es el que tú le das”. Y al escucharte me
hago cargo que hablar del sentido de la vida como algo espiritual y trascendente,
precisa antes de la propia conexión con la vida, de la sensación de estar vivo.
Me gusta lo que dices.
RH.-Hay mucha
gente dormida. Por eso cuando despierto de los momentos de adormecimiento
forzado por esta falta de energía mi propósito es sentirme vivo. Toda una
experiencia.
Sexualidad y fidelidad
JV.- Esto me recuerda a algunas conversaciones sobre el
sexo como la experiencia más contundente de estar vivo. El sexo como una
experiencia vital más allá del placer, porque nos mantiene en un contacto pleno
con nosotros mismos.
RH.- Una experiencia de la animalidad de la vida-me interrumpe Raúl- El hombre requiere del sexo biológicamente por su conformación cazadora. Por eso prometer fidelidad es complicado. Tiene que ver con el nivel de renuncia a algo sin estar preparado para ello.
JV.- Y además con algún contrapeso de mezquindad. Nos hemos educado con el mensaje de religiones que nos llevan a considerar mezquino ser infiel, ciertamente lo es el vulnerar una promesa, sin embargo muchas veces lo auténticamente mezquino es no vivir un instante que por su grandeza de conexión requeriría de la entrega total, del cuerpo totalmente presente. Esa sigue siendo una contradicción para mí. Si nos está dado llegar a una amistad de almas profunda con alguien que no es nuestra pareja habitual ¿Por qué no poder entregar algo que de forma natural aparece? La promesa de fidelidad, como me dijo alguna vez tu maestra Carmen Cordero, es antinatural.
RH.- ¿Leíste “La
isla de las tres sirenas” de Irving Wallace?
JV.- No.
RH.- Puedes encontrarlo en pdf en el sitio que te envié.
Muestra la confrontación de un grupo de occidentales en una isla de la
Polinesia en donde hay libertad sexual.
Léelo. En otro de sus libros, Wallace
habla de las conductas sexuales de gente destacada, todos con una capacidad
sexual muy alta y abierta, censurable desde la moral provinciana. Son conductas
que tienen que ver con una vitalidad superior.
Volvamos al sentido de le Vida
JV.- Y volviendo al sentido de la vida, Raúl ¿Podrías decir
que lo sigues buscando dentro de esta idea del goce de la vida y el aporte al
goce de la vida de otros?
RH.- Más que
buscando sigo intencionando mi vivir, Juan. Es algo que tengo y sigo queriendo
tener. Si a eso te refieres con “buscando”. Estoy en conexión con una intención
que me hace sentir la vida que está disponible.
JV.- Aunque no sea de lo que estamos hablando, cuando pronuncias la palabra “vida”, resuena dentro de mí el concepto del “todo” que poco a poco se ha ido instalando en mi interior. La sensación de formar parte de algo más profundo y más grande, que tengo la sospecha que me vincula a una etapa de espiritualidad, de vuelta, tal vez, a la búsqueda de Dios.
RH.-No podemos hablar de Dios, porque al hacerlo lo separamos.
JV.-Me quedaré con esta conversación pendiente Raúl. Necesito hablar de Dios, aceptando que, como en todo análisis distorsionamos la realidad al separar las partes, de por si inseparables, pero me quedo con tu frase y con la esperanza de volver a sentarnos para hablar de Dios desde el hombre que soy hoy a los 62 años.
RH.- Está bien…- me dice y empiezo a notarlo más cansado.
JV.- Aunque no sea de lo que estamos hablando, cuando pronuncias la palabra “vida”, resuena dentro de mí el concepto del “todo” que poco a poco se ha ido instalando en mi interior. La sensación de formar parte de algo más profundo y más grande, que tengo la sospecha que me vincula a una etapa de espiritualidad, de vuelta, tal vez, a la búsqueda de Dios.
RH.-No podemos hablar de Dios, porque al hacerlo lo separamos.
JV.-Me quedaré con esta conversación pendiente Raúl. Necesito hablar de Dios, aceptando que, como en todo análisis distorsionamos la realidad al separar las partes, de por si inseparables, pero me quedo con tu frase y con la esperanza de volver a sentarnos para hablar de Dios desde el hombre que soy hoy a los 62 años.
RH.- Está bien…- me dice y empiezo a notarlo más cansado.
Sobre el
coaching
JV.- La excusa para este encuentro era esa comunidad de amigos coaches que te observa ¿Qué piensas hoy del coaching y de la función del coach?
RH.-He seguido convenciéndome mucho más de la validez de un coaching que no presione, que no fuerce, que acompañe, un coaching lejano del deber ser y más reconocedor de la emocionalidad en la que está el coachee y del modelo mental desde el que observa.
JV.- Estoy completamente de acuerdo.
RH.- Creo que el coaching debe mostrar al coachee las
emociones que predominan en él y cuales
faltan, sabiendo que las emociones no las manejas, pero las educas. La
reflexión sobre ellas nos permite ver los cuándos, cómos, por qués. Las
emociones aparecen en el fenómeno de relacionarse con otros, hay una causa
externa, pero sin embargo no puedes intervenir desde la propia emocionalidad.
Una antigua discusión
JV.- Eso nos devuelve a nuestra larga conversación del año
pasado en la que no llegamos a un acuerdo. Creo que no reconocer las emociones
como un dominio genuino, como el cuerpo y el lenguaje les da un rol secundario.
RH.- De ninguna
manera, por eso les doy tanta importancia en el coaching, pero creo que es más
correcta la forma en que Carmen Cordero las interpreta dentro de un triángulo
más poderoso conceptualmente como es el de Cuerpo, Lenguaje y Relaciones. Es en
las relaciones que aparecen las emociones.
JV.- ¿Y tendríamos
lenguaje si no viviésemos en relaciones?
RH.- Es posible
pensar en el ser humano que se observa a
sí mismo y al universo del que forma parte, obteniendo nuevos pensamientos de
esta reflexión. Es por ello un dominio propio. Las emociones no lo son, no
actúas en ellas desde ellas mismas, como si puedes actuar en el cuerpo y en el
lenguaje.
JV.- Es un tema que nos llevaría algunas horas más de
conversación. El año pasado te pedí que
le dieras vuelta a mis argumentos. Esta vez puedo decirte que me quedo con el
compromiso de revisar los tuyos, sin volver a plantearte in extenso lo que ya
te dijera. Hay algo nuevo en tu tono, que me permite la duda. Eso puedo decirte.
RH.- Fíjate Juan si considero importante las emociones que cuando hablamos de la acción en las organizaciones, mantengo que un Plan Estratégico o un Balanced ScoreCard no tienen sentido si no existen o se trabajan previamente las ganas de estar en esa organización comprometidos con ella.
RH.- Fíjate Juan si considero importante las emociones que cuando hablamos de la acción en las organizaciones, mantengo que un Plan Estratégico o un Balanced ScoreCard no tienen sentido si no existen o se trabajan previamente las ganas de estar en esa organización comprometidos con ella.
JV.- Podríamos decir que estás más lejos de tus orígenes
florianos. La lectura de Flores siempre me dejó la idea de que estaba más
preocupado por la racionalidad del impacto del incumplimiento del ciclo de
compromisos en la efectividad de las organizaciones que del entendimiento de la
complejidad de lo humano en sus distintos ámbitos, entre ellos el
organizacional- le digo.
RH.- Sí bien ese
cumplimiento de compromisos, que está más presente en Fernando Flores que en
ninguno de sus seguidores sigue siendo valioso para mí. Y eso a pesar de lo que
antes te he dicho sobre la libertad de no cumplir.
La aceptación de la “sombra"
JV.- En estos últimos meses he mantenido
una conversación recurrente sobre la importancia de reconocer nuestra sombra y
aceptarla como base para poder hacer cambios profundos en quienes somos o para
acompañar a otros en el proceso de coaching ¿Qué piensas tú?- le pregunto dando otro salto en
nuestra conversación.
RH.- Estoy de acuerdo, Juan. La gran conversación interna de reconciliar la grandeza del padre con su sombra y a pesar de su sombra, es necesaria para cada uno de nosotros. La requerimos como una forma de reconciliación con el mundo posible, con la legitimidad de las diferencias…
JV.- Yo hablo más de la propia sombra, de la que no reconozco como una parte legítima de mí, la que considero un error que no debería contar en mi biografía, algo que debo olvidar. Para mi esa es una fuente de sufrimiento.
En uno de mis últimos talleres conocí a una colega que me insistió en que ese es el gran error de nuestras vidas: no reconocer la sombra como una parte de nosotros a la que debemos querer. No he dejado de darle vueltas, tal vez la lentitud en algunos de mis aprendizajes, pueda tener que ver con la falta de aceptación de una parte de mí, que evito, que no enfrento y acojo.
Debería ser más junguiano, porque a veces mi parte más consciente siente la añoranza de ese comportamiento que no acepto, que en algún momento tuvo sentido, constituyó parte de un invisible equilibrio ¿Me entiendes, Raúl?
RH.- Creo que ya he pasado por eso, Juan, el problema está en los juicios que ello te genera y por eso una vez más conviene que pongamos en la conversación la distinción entre pena y sufrimiento. Te he hablado de la pena por no tener la ilusión del futuro. La siento y no la juzgo. Esa pena no me produce sufrimiento, sino alivio. No me opongo a ella, acepto, no me rebelo.
Ambos sabemos que la no aceptación de la pena o el dolor produce el sufrimiento.- Termina la frase y guarda silencio.
JV.- Debería entonces sentir la pena de esa sombra…aceptarla…mirarla a los ojos y respirar hondo.- lo digo como una conclusión, no como una pregunta y Raúl no responde, ni dice nada más
Repaso en el IPAD lo último que he escrito, el maldito corrector ha cambiado varias palabras que rectifico.
RH.- Estoy de acuerdo, Juan. La gran conversación interna de reconciliar la grandeza del padre con su sombra y a pesar de su sombra, es necesaria para cada uno de nosotros. La requerimos como una forma de reconciliación con el mundo posible, con la legitimidad de las diferencias…
JV.- Yo hablo más de la propia sombra, de la que no reconozco como una parte legítima de mí, la que considero un error que no debería contar en mi biografía, algo que debo olvidar. Para mi esa es una fuente de sufrimiento.
En uno de mis últimos talleres conocí a una colega que me insistió en que ese es el gran error de nuestras vidas: no reconocer la sombra como una parte de nosotros a la que debemos querer. No he dejado de darle vueltas, tal vez la lentitud en algunos de mis aprendizajes, pueda tener que ver con la falta de aceptación de una parte de mí, que evito, que no enfrento y acojo.
Debería ser más junguiano, porque a veces mi parte más consciente siente la añoranza de ese comportamiento que no acepto, que en algún momento tuvo sentido, constituyó parte de un invisible equilibrio ¿Me entiendes, Raúl?
RH.- Creo que ya he pasado por eso, Juan, el problema está en los juicios que ello te genera y por eso una vez más conviene que pongamos en la conversación la distinción entre pena y sufrimiento. Te he hablado de la pena por no tener la ilusión del futuro. La siento y no la juzgo. Esa pena no me produce sufrimiento, sino alivio. No me opongo a ella, acepto, no me rebelo.
Ambos sabemos que la no aceptación de la pena o el dolor produce el sufrimiento.- Termina la frase y guarda silencio.
JV.- Debería entonces sentir la pena de esa sombra…aceptarla…mirarla a los ojos y respirar hondo.- lo digo como una conclusión, no como una pregunta y Raúl no responde, ni dice nada más
Repaso en el IPAD lo último que he escrito, el maldito corrector ha cambiado varias palabras que rectifico.
Algún mensaje
RH.- No me siento
con autoridad para darlo. Creo, Juan, que los mensajes son inútiles. Tenemos
que vivir nuestra experiencia y reflexionar sobre ella. Las cosas nos aparecen
cuando pueden tener sentido para nosotros. A eso hay que estar atento.
Hablemos del amor
JV.- Te escucho y lo replanteo en
mi mente a mi manera “En vez de dar mensajes, escuchemos las permanentes
señales que la vida nos da y que nos pasan desapercibidos”. Ese es tu eco en mi
pared.
Quiero que hablemos del amor para terminar. Si miro mi vida es un tema
radiante y doloroso a la vez. Lo hemos hablado otras veces ¿Qué es el amor hoy
para ti?
RH.- Cada uno tenemos una interpretación del amor y eso nos hace sufrir. Hace tiempo, en
una conversación con Carmen me abrió el
espacio de las distinciones de las 4 emociones básica y yo le pregunté por el amor.
Ella me respondió, primero
hay que ponerse de acuerdo en qué entendemos por amor. Generalmente la
definición del amor lleva incluído un juicio. Maturana habla de “un legítimo
otro” y ahí ya va un juicio… Para Carmen el amor no es del mundo de las emociones sino de la
biología, tiene que ver con la pertenencia. Mis nietos me pertenecen, vamos creando
células espejo, como consecuencia del compartir. Nos vamos perteneciendo.
El amor para mi hoy tiene
que ver con el compartir, con hacernos del otro y al otro nuestro.
JV.- Aquí me resuena el domestícame del zorro de “El principito"
RH.- Las emociones no llevan juicios implícitos, el amor si lo lleva. Se
genera el amor a partir de la atención que le dedico a la persona amada. Cuando
te sigo en Facebook, observo la atención que tú le dedicas a Laura y entiendo que estás construyendo una
relación de profundo amor.
JV.- ¿Quieres decir que el amor
no viene por el hecho de que sea mi nieta, sino por mi decisión de amarla?
RH.- Sí, hemos pasado parte de nuestra vida considerando que el amor era el
punto de partida de una relación, la base y no el resultado. El cuidado produce
amor. Ahora bien, cuidar no es darle al otro lo que pide, también hay límites.
Cuidar es darle al otro lo que necesita para que pueda ser autónomo, crecer y
desarrollarse.
JV.- Puede ser que por eso nos
surge una pena por las relaciones que no supimos construir, por mirar hacia
atrás y darnos cuenta de nuestros errores, de nuestra falta de cuidado.
RH.- No exactamente, Juan, eso es culpa y la culpa no se hace cargo del
devenir que somos.
JV.- Yo, que también te observo
Raúl, te he visto después de años construyendo una relación de amor. Así te veo
con Carolina.
RH.- Esto empezó con el caso MOP-Gate, cuando me di cuenta que el principal
daño es que me había quedado sin
identidad, al repasar mi vida, reconocí
que había estado abocado a mi
aprendizaje, pero no a las relaciones. Tenía puesto mi mérito en aprender, como
quien atesora un capital y descubrí que construir relaciones tiene que ver con
amar, con seducir, con Cuidar.
JV.- He escrito cuidar con
mayúscula Raúl. Sí, he visto tu cuidado, me ha sorprendido ese balance entre
asertividad y cuidado de ti y la atención y cuidado de los otros.
RH.- Fíjate que algo que critico de la ontología, es que aparecen las
relaciones con un sentido muy utilitario.
No aparece el afecto como un fin. Yo, en vez de “conversaciones para posibles
conversaciones” las llamaría “conversaciones de afecto”.
JV.- Voy a llamarlas así desde
ahora “…y además están las conversaciones que mi amigo Raúl Herrera, denomina
acertadamente “conversaciones de afecto”.- sonreímos ambos- Me hace gracia que uses este tono tan calmo y aparentemente frío
cuando me estás diciendo algo tan profundo. No puedo evitar asociarlo a una
notable grandeza interior.
RH.- Por esta reflexión de fondo, desde el MOP-Gate que tanto me mostró, es
que en vez de optar por la rabia, opto por el amor- Vuelve
Raúl al tema, dejando implícitamente las últimas frases como un paréntesis.
JV.- ¿Tiene este cuidado que ver con la relación que estás viviendo con Carolina?
RH.- Sí, déjame que le dé un par de vueltas. Yo soy un solitario, un lobo
estepario. En mis relaciones de pareja a lo largo de mi vida he sido pesado.
Con Carolina he puesto un esfuerzo en cuidar, en cultivar la relación, si de
pronto algo me incomoda, pongo mi atención en lo mucho que me gusta de ella.
JV.- ¡Qué bien te entiendo! Creo
que es una bella forma de terminar, Raúl, dos hombres que tienen tras de sí
relaciones que no supieron cuidar, hablando del amor y del cuidado por las que
hoy cultivan.
Porque
Raúl sigue siendo Raúl, cuando me ve sacar el Iphone para mirar la hora, me
pregunta por cómo lo estoy usando, si utilizo Siri. “Algo me explicó mi hijo, pero no sé bien que
es”, le digo y él me explica que es una aplicación para el iOS6, una
especie de asistente personal inteligente. Llaman al citófono desde la
conserjería. Raúl dice que suba.
Yo me levanto para marcharme. Él me dice que se
trata de un trámite breve, pero son ya las 6, le digo yo y tengo mucho en qué
pensar con lo que hemos hablado.
RH.- Me quedo muy contento, Juan. Creo que hemos hablado de las cosas que me
importan. Gracias por la “entrevista”.
JV.- Al final, Raúl, me he dado
cuenta que no ha sido una entrevista, si así lo hubiere sido el entrevistador
habría hablado menos. Ha sido una conversación de dos amigos, que vienen
conversando desde hace años, que observan al otro y se observan a sí mismos,
que siguen descubriendo que la Vida no ha dejado de darnos la oportunidad de
Vivirla, que siguen queriendo ser el mejor de sí mismos y a prender a amar.- le digo.
O digo una parte y la otra la pienso. No sé. Lo que
sí sé es que le miro largamente a los ojos, que entra una mujer con un papel
que debe firmar y yo salgo del departamento sin ganas de manejar mi auto,
prefiriendo caminar por Sánchez Fontecilla y respirar hondo, aunque no lo hago.
Epílogo
Días
mas tarde visito a Raúl en la Clínica Alemana, sólo me queda un párrafo para
terminar la entrevista, pero la idea de que algo falta me impide terminarla.
Carolina me dice que ha estado muy de acuerdo en que fuera, le despierta y
tengo la oportunidad de hablar con él una hora a solas. Le cuento el proceso,
le hablo de los mensajes que amigas y amigos comunes me han dado para él. Tiene
los ojos muy abiertos y me habla de esta maravilla de sentir a su alrededor
tanto cariño. Me encarga que les diga a cada uno de los nombrados ciertas
cosas.
Me habla de la importancia de cerrar los espacios de resentimiento, que a eso se ha dedicado en estos últimos tiempos. Algo que agradece a esta enfermedad es esa oportunidad.
Se preocupa por mí y por cómo están mi hija y mi nieta, cómo está siendo esta nueva etapa de convivencia. Hablamos y seguimos hablando sobre la necesidad de encontrar la manera de vivir en paz, de cerrar los espacios tóxicos, de lograr la convivencia. “No sé si el otro día recordamos esa frase de Maturana que dice que o colaboramos o morimos. Esa es la gran mirada sobre nuestra especie humana, la gran mirada del Amor necesario”
Pasa el tiempo, quedamos en que yo le enviaré estas páginas para que las revise y en que le gustaría darle una estructura de títulos, que nos quedan más temas aún para desarrollar “por ejemplo la espiritualidad”, dice. Me alarga la mano, yo se la doy. Me pongo en pie y le digo que aunque no sea muy chileno yo voy a cruzar mentalmente la cordillera y me voy a despedir argentinamente. Me acerco y pongo una mano en su cabeza y le beso en la frente. Raúl toma mi rostro con sus dos manos y me besa con fuerza en cada mejilla. Sellamos así una relación que se fortaleció en los momentos más duros, que ha estado presidida por la generosidad y la colaboración.
Hoy es 29 de Enero del 2.013, son los días de Acuario, desde ayer Raúl abandonó su cuerpo sonriendo y nos dejó de alguna forma solos. Llevo varios días preso de una gran emoción.
Termino este relato dándome cuenta que podría seguir, que hay más ángulos, más mensajes ocultos, quiero decir que la conversación seguirá viva dentro de mí aunque ya no estés, Raúl.
Tú elegiste como despedida un poema de Amado Nervo, yo honraré a mi patria y a mi herida y elijo a Miguel Hernández y su "Elegía a Ramón Sitgé"
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.