miércoles, enero 30, 2013

Mi última conversación con Raúl Herrera



Escribo estas páginas en el Resort de Marbella en Maitencillo. Es el 22 de Enero del 2013, acabo de hablar con Carolina y sé, querido amigo, que estás dormido y con poca energía, aferrándote aún a la vida. Yo cumplo mi compromiso. Eso aprendimos algún día, que nuestra identidad pública estaba vinculada al cumplimiento de compromisos. Yo tengo éste contigo que considero, además, un honor para mí.

Antes de pasar a un estilo narrativo, quiero darte las gracias Raúl por el privilegio de tantas conversaciones que hemos tenido en estos años, especialmente por esta última que voy a relatar, en la que ambos sabemos que no nos queda mucho tiempo, que debemos apurar las palabras y las ideas, que no debemos hurtarnos nada, que más que probablemente, ésta será la última.

Darte las gracias también por muchos gestos, ninguno más revelador que cuando me pediste que fuera el coach de tu hijo Eduardo. “Creo que él es un tipo extraordinario, que está en el mejor momento de su carrera y le sería bueno un acompañamiento calificado. Para esto, Juan, yo confío plenamente en ti. Me gustaría que pudieseis hablar ambos”. Algo así me dijiste, sin ningún rodeo, como acostumbras y desde entonces, marzo del 2.007, he venido siendo su coach y comprobando que, efectivamente, es, como tú, un ser humano extraordinario. 
 
Gracias Raúl Herrera, seguiremos conversando, con signos, con señales y las muchas formas que el lenguaje, la materia, el espíritu, las emociones y las relaciones tienen en este universo que tanto desconocemos aunque tengamos tanta información.


Conocí a Raúl

Cuando en 1.993, dirigiendo la Escuela de Negocios ESDEN, en Madrid, me vinculé con la Embajada de Chile en España. Esa vinculación me puso en contacto con el coaching y con un interesante grupo de personas alrededor del Proyecto Newfield Europa, del que fui parte. En una conversación de posibilidades, un gran amigo también ausente ya, Tomás Campo, se refirió a Raúl Herrera. En ese momento fue sólo un nombre.

Unos meses más tarde, los primeros alumnos del ACP en castellano, que desarrollaron conjuntamente Rafael Echeverría y Julio Olalla, supimos de la generación de coaches ontológicos que ya se habían formado en USA y  nos precedían. Raúl Herrera era uno de ellos. Estuvo en Segovia en el inicio del Programa en Junio de 1.993. El nombre pasó a ser imagen. 


La primera conversación que recuerdo fue en Mayo de 1.994 en Querétaro, ya como supervisores ambos de la siguiente generación de coaches, él de un grupo chileno, yo del grupo español. Desde entonces hemos tenido decenas de conversaciones, varias oportunidades de participar en proyectos desde distintos roles y una suerte de tácita complicidad que no sabría explicar y que  ya hoy prefiero dejar en el espacio del misterio y la magia de la vida.

La decisión de hacer la entrevista

A mitad de diciembre pasado almorcé en San José de Costa Rica con un matrimonio de amigos comunes y necesariamente hablamos de Raúl y de su ejemplo de aferrarse a la vida y disfrutarla. Hablamos de esa suerte de frialdad para enfrentar un momento tan difícil de la historia personal.

Regresando de Costa Rica decidí pedirle una conversación haciéndole notar ese carácter de ejemplo referencial que estaba siendo para algunos de nosotros y cómo no deberían quedarse en el silencio las reflexiones y los aprendizajes que estaba teniendo. Me propuse ser un intermediario, poner a su disposición mi gusto por escribir y dejar rastro de ello. Hablamos por teléfono y le conté. Le gustó, aunque cuando le dije que tendría carácter de entrevista y que mi propósito era publicarla en las redes, confesó su pudor, a la vez que le producía una gran atracción.

Fijamos la fecha para después de las fiestas navideñas. El Martes 8 de Enero, después de su siesta entre las 16.00 y las 18:00 (todo siempre muy puntual) nos reunimos. Me abrió la puerta, estaba más delgado, así lo sentí al tomar su brazo, mantenía su pelo. Nos sentamos frente a frente en el living de su apartamento. Saqué mi IPAD.

Esto conversamos.

Nuestra conversación

El acuerdo

-    JV.- Quiero darle cierta formalidad a esta conversación, Raúl, tomaré notas, a veces te haré repetir, cuando nos perdamos en digresiones tendremos que volver al rumbo que vayamos marcando, por mucho que, como tantas veces, nos guste esa digresión y nos provoque un camino distinto. Ya conoces el propósito, quisiera publicar lo que conversemos siempre que estés de acuerdo y sólo cuando quieras que se publique.

     RH.-Me da algo de pudor, como te dije, pero ya le he dado vueltas y no tengo inconveniente, siento agradecimiento por tu oferta. Ya no tengo energía para escribir, apenas los “me gusta” de Facebook. La puedes publicar en cuanto esté, si no tenemos tiempo para revisarla. Yo confío.

      JV.- Si no te sientes bien en el transcurso de la conversación me avisas. Creo que en dos horas será suficiente, si te cansas vuelvo otro día.
RH.- Dos horas las aguanto, aunque ya estoy racionando los tiempos para lo que es importante para mí. Esto lo es. Ya hasta a mis hermanas, ya sabes que tengo muchas, les he pedido que no me llamen todas todos los días. No puedo contar lo mismo tantas veces. Les he organizado un grupo de Whatsapp para que con la primera que me pregunte se enteren todas las demás.
 
No puedo evitar reírme y bromear con él. Raúl tecnológico, estructurado, eficientista, cerebral.
JV.-Para muchos de nosotros tu actitud desde que te diagnosticaron el cáncer hace más de tres años y el horizonte de seis meses de vida, tu disposición a poner todo de tu parte, buscar alternativas, disfrutar de cada momento y vivir todos los sueños posibles ha sido toda una lección, Raúl. Por eso vengo con el egoísmo de saber más, de que nos cuentes. A veces al verte escribiendo, manteniéndote en contacto por todas las vías posibles tengo la sensación de que quieras mostrarnos algo. Yo estoy atento. Estuviste absolutamente presente, a través de tu actitud, cuando se presentó de súbito mi afortunada operación del corazón.
RH.- Buena parte de lo que puedo decirte ya está esbozado en la carta balance que escribí en el 2.010. Creo que desde entonces y, sobre todo, he puesto mi atención en vivir, pero pregunta.

JV.- No traigo preguntas estructuradas,  traigo temas: El dolor, el sufrimiento, el sentido de la vida, la impermanencia, la forma en que ese hombre frío  que siempre me ha sorprendido por el dominio de sus emociones, ha vivido todo esto, el sentido de la vida.
     

     Sobre las emociones


RH.- Sí, me interesa hablar de las emociones. Sé que no he mostrado mucho mis emociones, pero aún recuerdo cuando fui a ver a Gonzalo Pérez – Me mira con ojos interrogantes escudriñando si lo ubico.
JV.- Conozco a Gonzalo, fuimos a verle  cuando empezó a naufragar mi segundo matrimonio.
RH.- Gonzalo me dijo que era un ser profundamente emocional. Yo se lo negué. Me escuchó con atención y me dijo que no negaba que controlase las emociones y que llegara a opacarlas, porque era tan emocional que había desarrollado una gran coraza. Las corazas solo las desarrollan quienes tienen temor a sus propias emociones.
JV.- Se de lo que hablas, hay momentos en que me siento tan vulnerable ante lo que puedo sentir, que me escondo en el autocontrol y miro a otra parte.
RH.- Y como en todo lo que aprendemos, aparece un automatismo, Juan. Yo tengo una forma automática de no ser presa de mis emociones, pero en este tiempo, que es lo que tú quieres saber, las he observado con cuidado. No estoy en la alegría. No estoy en la rabia, entendida como la defensa de los límites, cuando me niego a perder lo que es mío, lo que juzgo que me merezco o que me pertenece.
JV.- ¿Quieres decir que no sientes rabia porque la enfermedad haya aparecido para arrebatarte la tranquilidad, la paz, la calidad de vida, el futuro?
RH.- Exacto, en esto ha colaborado mi acercamiento al budismo, el mensaje de la muerte como oportunidad. Carolina me habló del grupo del “Buen morir” y me cuenta sus reflexiones.
JV.- ¿No tienes miedo Raúl? Yo no lo tuve cuando entré al quirófano para la larga operación a corazón abierto, ni la noche antes, ni en el despertar, ni en los momentos previos, pero no quiero comparar mi situación y la tuya  ¿No tienes miedo?
RH.- No, logré identificar  los miedos en los que estaba. No era el de la muerte. Tuve el miedo económico y descubrí que tenía un buen seguro que me permitiría no pasar apuros. Tuve miedo al dolor, pero enseguida vi que era tratable. Además no tiene sentido pensar en el dolor cuando no se tiene ¿Para qué ocuparte de aquello en lo que no puedes influir? Siempre tuve claro eso.  

Me he concentrado en vivir el día a día. No es sencillo, desde luego, por suerte la casa de Tunquén me permite vacaciones siempre que tengo ánimo. Hoy lo que me es menos sencillo es la logística de cada día, ir en auto o en taxi. Decidir eso, no ser una carga, buscar la autonomía sin ponerme en riesgo. Lo aparentemente sencillo es lo más difícil.


JV.- Esa es otra dimensión de lo sencillo, ya habíamos reconocido que lo más importante estaba en las cosas sencillas. Tú me hablas de la dificultad de lo sencillo, como lo es en el arte. Te escucho y me viene la idea del arte de vivir ¿De eso me hablas, Raúl, o es lo que quiero escuchar?
 
RH.- Eso me escuchas, pero tal vez te hablo de eso, de algo inesperado para mí. Nos preocupamos de los grandes temas… La pena si la tengo, Juan, la pena me ha aparecido…la pena si.


Y Raúl se quiebra, se le llenan los ojos de lágrimas, se limpia el rostro. Mi amigo, el hombre frío, sin coraza. Se me llenan también a mí los ojos de lágrimas y me esfuerzo por no levantarme y abrazarlo. No quiero que pueda equivocar mi reacción. No siento lástima, siento similitud y cercanía.
RH.- No lo conecto con nada que haya perdido, la pena me surge al pensar en mis hijos y sobre todo en mis nietos…-  Se calla, sigue emocionado.
JV.- Quizás no hables de pérdida de algo que tuvieras, sientes la tristeza por el futuro que vas a perderte.
RH.- No, Juan, el futuro nunca se tiene hoy, por eso no se puede perder. Mi pena es por no poder tener la ilusión del presente, la ilusión que podría tener, pero que ya no me es posible tener, dado que el tiempo se termina.  

Viene otro momento de silencio y él prosigue recuperando su tono profesoral.
RH.- La alegría y La pena, como tú sabes,  mueven los mismos músculos. Esa es la buena noticia. Yo nunca estuve muy conectado con ellas.  Carmen Cordero me habló hace tiempo de mi carácter melancólico, por eso no me afectan las emociones, que es distinto que no tenerlas. Hoy en este momento en que visito  la pena, también estoy más cerca de la alegría. Y pienso que la pena me ha hecho más grande.

JV.- Esa es la paradoja, Raúl, que este terremoto de la enfermedad, que su parafernalia trágica, que puede verse como devastadora nos haga más grandes y mejores. Desde esa mirada te veo, desde esa mirada te vemos muchos, como alguien engrandecido ante nuestros ojos. Verte emocionado como te acabo de ver es un regalo que te agradezco profundamente. Sentirte como alguien que no se rinde es vivificante.

No rendirse es distinto a luchar

 
RH.- Ya estoy entregado, Juan, sólo me queda vivir cada momento, pero dejé de luchar.

JV.-En estas últimas semanas con el eco del poema de Benedetti, he pensado mucho en la distinción entre Pelear y Rendirse. No es lo mismo Raúl. No te veo rendido. Uno lucha contra alguien o contra algo, se lucha con quien nos quita algo, contra lo que nos amenaza o nos pone en riesgo. Nos rendimos cuando abandonamos nuestro objetivo. Luchamos contra lo de fuera, nos rendimos interiormente.
Mi padre me enseñó eso. Pudo estar en la cárcel tras la guerra, el sentido práctico le aconsejó que dejara de luchar contra un poder muy superior, pero nunca se rindió, no abdicó de sus ideas.  Tú nos has dejado de querer vivir con la máxima calidad, aprovechar cada instante posible. Así lo veo yo. No rendirte es mantener el grado de atención que tienes sobre ti mismo.


RH.-Me gusta la distinción Juan, te agradezco. Me sirve

Llega otro momento de silencio. Raúl está masticando lo que le he dicho. Vuelve a hablar y hace un recuento de la trayectoria de la enfermedad y las oportunidades de mejoría. De pronto ligo sus palabras y la distinción que he planteado con los versos del poeta español Luis López Alvarez, que tantas veces he recitado, los mismos a los que el cantautor Amancio Prada puso música para su canción “Compañera”. Ahora soy yo el que me lleno de una emoción incontenible. Él me mira distinguiendo el brillo de mis ojos.

JV.- De pronto, Raúl, he visto como unos versos muy cercanos a mi cobran otro sentido en esta conversación. Dicen así:


“Yo nunca cejo, amor

Yo nunca cejo.
A menudo me vuelvo en el camino
Y en el rostro me llevo tu reflejo.”

Eso es, no rendirse o no cejar, no significa que a veces no tengamos que cambiar nuestro caminar, pero en el rostro sigue el reflejo de lo que queremos, en la mente el propósito, en la voluntad, lograrlo. Eso es lo que veo en ti, el propósito de lo que quieres, aunque sea humano echarse en el diván por el cansancio, aunque ya no tengas energía para escribir. Es humano y legítimo dejar de luchar…


RH.- Me he quedado pensando en que luchamos contra algo externo al observador que observa y tiene también sentido para mí lo que dices. El cáncer siempre lo he visto como algo mío, no como algo externo. No estoy enojado con el cáncer. Desde él he empezado a ponerme en contacto con lo que me gusta, cosas que iba dejando para un tiempo que no sabemos cuándo será. Nuestra incapacidad para vivir plenamente el ahora. He visto muchas veces el DVD de Eckhart Tolle que me trajiste de España. En ese sentido, no solo no me he rendido, incluso he tenido una ganancia.

JV.- La falta de consciencia de la impermanencia de las cosas. Esa arrogancia nuestra de pensar que controlamos el tiempo, que nos pertenece y podemos disponer que las cosas pasen cuando queramos. Tú lección está siendo el no rendirte a disfrutar la vida posible hoy.  Tu frenesí de viajes, la ampliación de Tunquén…

RH.- Fíjate, Juan, nunca me había metido en el diseño, siempre había encargado que me hicieran las cosas. Esta vez ha sido distinto. Me metí  como nunca antes lo había hecho  y el resultado ha sido muy diferente. Otra experiencia de lo que significa entregarse a las cosas que queremos.

JV.- Tomo nota Raúl, yo con frecuencia encargo las cosas para obtener su resultado sin vivir el proceso. Eso es lo que percibo que me estás diciendo, lo distinto que es vivir los procesos. Tal vez lo contrario sea una de las formas en que nos desvinculamos de la vida, esa forma de querer  nuestras ítacas, sin vivir los viajes – Raúl sonríe.

 De nuevo las emociones



RH.- Hoy, Juan, volviendo a las emociones, me veo  altamente emocional. Hoy me duele y me reconforta esta pena y, de alguna forma, siento que me falta la rabia.


JV.- Hace años escuché con dolor a alguien cercano que trataba de lograr la rabia…creo que puedo entenderte.
RH.-Necesitamos todas las emociones, aunque cuando aparezcan puedan parecer socialmente inadecuadas. – una pausa- Hay un miedo más que tengo hoy, Juan, miedo al control de los otros, al exceso de cuidado. A ese cuidado que  refleja la angustia de los otros. En este momento no puedo aceptar que me carguen su angustia. No tengo capacidad para eso.

JV.- Te entiendo

RH.- He soltado también la rabia con los clientes. Antes no permitía que me cambiaran los compromisos, no lo soportaba. Hoy sé que yo mismo puedo no cumplir y opto por fluir. Nos formamos en la impecabilidad, pero también hay una forma de vivirla que atenta contra la libertad. No cumplir puede ser una forma de ejercer la propia libertad.

JV.-¿Puedo escribir que te sientes en paz con tus emociones, que las reconoces y las aceptas?
RH.- Quizás lo que valoro más en esta etapa ha sido el hecho de  mostrarme, me ha ayudado a una conexión emocional, sin ser choro, ni ser víctima. Creo que he mostrado deliberadamente mis miedos, penas y alegrías. En eso me siento mejor.


 El sentido de la Vida

JV.- En definitiva, Raúl, has sido más tú mismo, menos contenido, menos conveniente, más auténtico. Y en esta forma de dejarte ser ¿Hay algo que hayas descubierto sobre el sentido de la vida? ¿Hay algo que haya cambiado en estos meses? ¿Algo que hayas visto que antes no vieras?


RH.- No sé si  ha cambiado o quizás todo. Hubo un tiempo que no  encontraba el sentido de la vida, llegué a decir que mi sueño era  tener un sueño. Luego declaré que era mejorar la efectividad de las personas para que  lograsen sus resultados, luego fue disfrutar la vida, luego, como dice Joseph Campbell,  más que el sentido de la vida fue la búsqueda de la sensación de sentirse vivos.se puede sr el sentido en este momento, las experiencias que me hacen sentirme vivo.


JV.- Cuando citas a Campbell me haces recordar a una frase que le leí: “El sentido de la vida es el que tú le das”. Y al escucharte me hago cargo que hablar del sentido de la vida como algo espiritual y trascendente, precisa antes de la propia conexión con la vida, de la sensación de estar vivo. Me gusta lo que dices.


RH.-Hay mucha gente dormida. Por eso cuando despierto de los momentos de adormecimiento forzado por esta falta de energía mi propósito es sentirme vivo. Toda una experiencia.


Sexualidad y fidelidad

JV.- Esto me recuerda a algunas conversaciones sobre el sexo como la experiencia más contundente de estar vivo. El sexo como una experiencia vital más allá del placer, porque nos mantiene en un contacto pleno con nosotros mismos.

RH.- Una experiencia de la animalidad de la vida-me interrumpe Raúl- El hombre requiere del sexo biológicamente por su conformación cazadora. Por eso prometer fidelidad es complicado. Tiene que ver con el nivel de renuncia a algo sin estar preparado para ello.

JV.- Y además con algún contrapeso de mezquindad. Nos hemos educado con el mensaje de religiones que nos llevan a considerar mezquino ser infiel, ciertamente lo es el vulnerar una promesa, sin embargo muchas veces lo auténticamente mezquino es no vivir un instante que por su grandeza de conexión requeriría de la entrega total, del cuerpo totalmente presente. Esa sigue siendo una contradicción para mí. Si nos está dado llegar a una amistad de almas profunda con alguien que no es nuestra pareja habitual ¿Por qué no poder entregar algo que de forma natural aparece? La promesa de fidelidad, como me dijo alguna vez tu maestra Carmen Cordero, es antinatural.

RH.- ¿Leíste “La isla de las tres sirenas” de Irving Wallace?



JV.- No.
RH.- Puedes encontrarlo en pdf en el sitio que te envié. Muestra la confrontación de un grupo de occidentales en una isla de la Polinesia en donde  hay libertad sexual. Léelo.  En otro de sus libros, Wallace habla de las conductas sexuales de gente destacada, todos con una capacidad sexual muy alta y abierta, censurable desde la moral provinciana. Son conductas que tienen que ver con una vitalidad superior.
 

Volvamos al sentido de le Vida

JV.- Y volviendo al sentido de la vida, Raúl ¿Podrías decir que lo sigues buscando dentro de esta idea del goce de la vida y el aporte al goce de la vida de otros?


RH.- Más que buscando sigo intencionando mi vivir, Juan. Es algo que tengo y sigo queriendo tener. Si a eso te refieres con “buscando”. Estoy en conexión con una intención que me hace sentir la vida que está disponible.

JV.- Aunque no sea de lo que estamos hablando, cuando pronuncias la palabra “vida”, resuena dentro de mí el concepto del “todo” que poco a poco se ha ido instalando en mi interior. La sensación de formar parte de algo más profundo y más grande, que tengo la sospecha que me vincula a una etapa de espiritualidad, de vuelta, tal vez, a la búsqueda de Dios.

RH.-No podemos hablar de Dios, porque al hacerlo lo separamos.

JV.-Me quedaré con esta conversación pendiente Raúl. Necesito hablar de Dios, aceptando que, como en todo análisis distorsionamos la realidad al separar las partes, de por si inseparables, pero me quedo con tu frase y con la esperanza de volver a sentarnos para hablar de Dios desde el hombre que soy hoy a los 62 años.

RH.- Está bien…- me dice y empiezo a notarlo más cansado.


Sobre el coaching


JV.- La excusa para este encuentro era esa comunidad de amigos coaches que te observa ¿Qué piensas hoy del coaching y de la función del coach?

RH.-He seguido convenciéndome mucho más de la validez de un coaching que no presione, que no fuerce, que acompañe, un coaching lejano del deber ser y más reconocedor de la emocionalidad en la que está el coachee y del modelo mental desde el que observa.

JV.- Estoy completamente de acuerdo.
 
RH.- Creo que el coaching debe mostrar al coachee las emociones que predominan en él  y cuales faltan, sabiendo que las emociones no las manejas, pero las educas. La reflexión sobre ellas nos permite ver los cuándos, cómos, por qués. Las emociones aparecen en el fenómeno de relacionarse con otros, hay una causa externa, pero sin embargo no puedes intervenir desde la propia emocionalidad.

Una antigua discusión

JV.- Eso nos devuelve a nuestra larga conversación del año pasado en la que no llegamos a un acuerdo. Creo que no reconocer las emociones como un dominio genuino, como el cuerpo y el lenguaje les da un rol secundario.

RH.- De ninguna manera, por eso les doy tanta importancia en el coaching, pero creo que es más correcta la forma en que Carmen Cordero las interpreta dentro de un triángulo más poderoso conceptualmente como es el de Cuerpo, Lenguaje y Relaciones. Es en las relaciones que aparecen las emociones.

JV.- ¿Y tendríamos lenguaje si no viviésemos en relaciones?
RH.- Es posible pensar en el ser  humano que se observa a sí mismo y al universo del que forma parte, obteniendo nuevos pensamientos de esta reflexión. Es por ello un dominio propio. Las emociones no lo son, no actúas en ellas desde ellas mismas, como si puedes actuar en el cuerpo y en el lenguaje.

JV.- Es un tema que nos llevaría algunas horas más de conversación. El  año pasado te pedí que le dieras vuelta a mis argumentos. Esta vez puedo decirte que me quedo con el compromiso de revisar los tuyos, sin volver a plantearte in extenso lo que ya te dijera. Hay algo nuevo en tu tono, que me permite la duda. Eso puedo decirte.

RH.- Fíjate Juan si considero importante las emociones que cuando hablamos de la acción en las organizaciones, mantengo que un Plan Estratégico o un Balanced ScoreCard no tienen sentido si no existen o se trabajan previamente las ganas de estar en esa organización comprometidos con ella.

JV.- Podríamos decir que estás más lejos de tus orígenes florianos. La lectura de Flores siempre me dejó la idea de que estaba más preocupado por la racionalidad del impacto del incumplimiento del ciclo de compromisos en la efectividad de las organizaciones que del entendimiento de la complejidad de lo humano en sus distintos ámbitos, entre ellos el organizacional- le digo.



RH.- Sí bien ese cumplimiento de compromisos, que está más presente en Fernando Flores que en ninguno de sus seguidores sigue siendo valioso para mí. Y eso a pesar de lo que antes te he dicho sobre la libertad de no cumplir.


La aceptación de la “sombra"

JV.- En estos últimos meses he mantenido una conversación recurrente sobre la importancia de reconocer nuestra sombra y aceptarla como base para poder hacer cambios profundos en quienes somos o para acompañar a otros en el proceso de coaching ¿Qué piensas tú?- le pregunto dando otro salto en nuestra conversación.

RH.- Estoy de acuerdo, Juan. La gran conversación interna  de reconciliar la grandeza del padre con su sombra y a pesar de su sombra, es necesaria para cada uno de nosotros. La requerimos como una forma de reconciliación con el mundo posible, con la legitimidad de las diferencias…

JV.- Yo hablo más de la propia sombra, de la que no reconozco como una parte legítima de mí, la que considero un error que no debería contar en mi biografía, algo que debo olvidar. Para mi esa es una fuente de sufrimiento.

En uno de mis últimos talleres conocí a una colega que me insistió en que ese es el gran error de nuestras vidas: no reconocer la sombra como una parte de nosotros a la que debemos querer. No he dejado de darle vueltas, tal vez la lentitud en algunos de mis aprendizajes, pueda tener que ver con la falta de aceptación de una parte de mí, que evito, que no enfrento y acojo.

Debería ser más junguiano, porque a veces mi parte más consciente siente la añoranza de ese comportamiento que no acepto, que en algún momento tuvo sentido, constituyó parte de un invisible equilibrio ¿Me entiendes, Raúl?

RH.- Creo que ya he pasado por eso, Juan, el problema está en los juicios que ello te genera y por eso una vez más conviene que pongamos en la conversación la distinción entre pena y sufrimiento. Te he hablado de la pena por no tener la ilusión del futuro. La siento y no la juzgo. Esa pena no me produce sufrimiento, sino alivio. No me opongo a ella, acepto, no me rebelo.

Ambos sabemos que la no aceptación de la pena o el dolor produce el sufrimiento.- Termina la frase y guarda silencio.

JV.- Debería entonces sentir la pena de esa sombra…aceptarla…mirarla a los ojos y respirar hondo.- lo digo como una conclusión, no como una pregunta y Raúl no responde, ni dice nada más

Repaso en el IPAD lo último que he escrito, el maldito corrector ha cambiado varias palabras que rectifico.


Algún mensaje



JV.- Antes de terminar ¿Tienes algún mensaje que quieras darme para nuestros amigos? 
RH.- No me siento con autoridad para darlo. Creo, Juan, que los mensajes son inútiles. Tenemos que vivir nuestra experiencia y reflexionar sobre ella. Las cosas nos aparecen cuando pueden tener sentido para nosotros. A eso hay que estar atento.


Hablemos del amor


JV.- Te escucho y lo replanteo en mi mente a mi manera “En vez de dar mensajes, escuchemos las permanentes señales que la vida nos da y que nos pasan desapercibidos”. Ese es tu eco en mi pared.

Quiero que hablemos del amor para terminar. Si miro mi vida es un tema radiante y doloroso a la vez. Lo hemos hablado otras veces ¿Qué es el amor hoy para ti?

RH.- Cada uno tenemos una interpretación del amor y eso nos hace sufrir. Hace tiempo, en una conversación con  Carmen me abrió el espacio de las distinciones de las 4 emociones básica y yo le pregunté  por el amor.

Ella me respondió, primero hay que ponerse de acuerdo en qué entendemos por amor. Generalmente la definición del amor lleva incluído un juicio. Maturana habla de “un legítimo otro” y ahí ya va un juicio… Para Carmen el amor  no es del mundo de las emociones sino de la biología, tiene que ver con la pertenencia. Mis nietos me pertenecen, vamos creando células espejo, como consecuencia del compartir. Nos vamos perteneciendo. 
El amor para mi hoy tiene que ver con el compartir, con hacernos del otro y al otro nuestro.
JV.- Aquí me resuena el  domestícame del zorro de “El principito"
RH.- Las emociones no llevan juicios implícitos, el amor si lo lleva. Se genera el amor a partir de la atención que le dedico a la persona amada. Cuando te sigo en Facebook, observo la atención que tú le dedicas a  Laura y entiendo que estás construyendo una relación de profundo amor.

JV.- ¿Quieres decir que el amor no viene por el hecho de que sea mi nieta, sino por mi decisión de amarla?
RH.- Sí, hemos pasado parte de nuestra vida considerando que el amor era el punto de partida de una relación, la base y no el resultado. El cuidado produce amor. Ahora bien, cuidar no es darle al otro lo que pide, también hay límites. Cuidar es darle al otro lo que necesita para que pueda ser autónomo, crecer y desarrollarse.

JV.- Puede ser que por eso nos surge una pena por las relaciones que no supimos construir, por mirar hacia atrás y darnos cuenta de nuestros errores, de nuestra falta de cuidado.
RH.- No exactamente, Juan, eso es culpa y la culpa no se hace cargo del devenir que somos.
JV.- Yo, que también te observo Raúl, te he visto después de años construyendo una relación de amor. Así te veo con Carolina.
RH.- Esto empezó con el caso MOP-Gate, cuando me di cuenta que el principal daño es que me había quedado  sin identidad,  al repasar mi vida, reconocí que había estado  abocado a mi aprendizaje, pero no a las relaciones. Tenía puesto mi mérito en aprender, como quien atesora un capital y descubrí que construir relaciones tiene que ver con amar, con  seducir, con Cuidar.

JV.- He escrito cuidar con mayúscula Raúl. Sí, he visto tu cuidado, me ha sorprendido ese balance entre asertividad y cuidado de ti y la atención y cuidado de los otros.
RH.- Fíjate que algo que critico de la ontología, es que aparecen las relaciones con un sentido  muy utilitario. No aparece el afecto como un fin. Yo, en vez de “conversaciones para posibles conversaciones” las llamaría “conversaciones de afecto”. 

JV.- Voy a llamarlas así desde ahora “…y además están las conversaciones que mi amigo Raúl Herrera, denomina acertadamente “conversaciones de afecto”.- sonreímos ambos- Me hace gracia que uses este tono tan calmo y aparentemente frío cuando me estás diciendo algo tan profundo. No puedo evitar asociarlo a una notable grandeza interior.
RH.- Por esta reflexión de fondo, desde el MOP-Gate que tanto me mostró, es que en vez de optar por la rabia, opto por el amor- Vuelve Raúl al tema, dejando implícitamente las últimas frases  como un paréntesis.


JV.- ¿Tiene este cuidado que ver con la relación que estás viviendo con Carolina?
RH.- Sí, déjame que le dé un par de vueltas. Yo soy un solitario, un lobo estepario. En mis relaciones de pareja a lo largo de mi vida he sido pesado. Con Carolina he puesto un esfuerzo en cuidar, en cultivar la relación, si de pronto algo me incomoda, pongo mi atención en lo mucho que me gusta de ella.

JV.- ¡Qué bien te entiendo! Creo que es una bella forma de terminar, Raúl, dos hombres que tienen tras de sí relaciones que no supieron cuidar, hablando del amor y del cuidado por las que hoy cultivan.
Porque Raúl sigue siendo Raúl, cuando me ve sacar el Iphone para mirar la hora, me pregunta por  cómo lo estoy  usando, si utilizo Siri. “Algo me explicó mi hijo, pero no sé bien que es”, le digo y él me explica que es una aplicación para el iOS6, una especie de asistente personal inteligente. Llaman al citófono desde la conserjería. Raúl dice que suba.
Yo me levanto para marcharme. Él me dice que se trata de un trámite breve, pero son ya las 6, le digo yo y tengo mucho en qué pensar con lo que hemos hablado. 
RH.- Me quedo muy contento, Juan. Creo que hemos hablado de las cosas que me importan. Gracias por la “entrevista”.

JV.- Al final, Raúl, me he dado cuenta que no ha sido una entrevista, si así lo hubiere sido el entrevistador habría hablado menos. Ha sido una conversación de dos amigos, que vienen conversando desde hace años, que observan al otro y se observan a sí mismos, que siguen descubriendo que la Vida no ha dejado de darnos la oportunidad de Vivirla, que siguen queriendo ser el mejor de sí mismos y a prender a amar.- le digo.

O digo una parte y la otra la pienso. No sé. Lo que sí sé es que le miro largamente a los ojos, que entra una mujer con un papel que debe firmar y yo salgo del departamento sin ganas de manejar mi auto, prefiriendo caminar por Sánchez Fontecilla y respirar hondo, aunque no lo hago.

Epílogo

Días mas tarde visito a Raúl en la Clínica Alemana, sólo me queda un párrafo para terminar la entrevista, pero la idea de que algo falta me impide terminarla. Carolina me dice que ha estado muy de acuerdo en que fuera, le despierta y tengo la oportunidad de hablar con él una hora a solas. Le cuento el proceso, le hablo de los mensajes que amigas y amigos comunes me han dado para él. Tiene los ojos muy abiertos y me habla de esta maravilla de sentir a su alrededor tanto cariño. Me encarga que les diga a cada uno de los nombrados ciertas cosas.

Me habla de la importancia de cerrar los espacios de resentimiento, que a eso se ha dedicado en estos últimos tiempos. Algo que agradece a esta enfermedad es esa oportunidad.

Se preocupa por mí y por cómo están mi hija y mi nieta, cómo está siendo esta nueva etapa de convivencia. Hablamos y seguimos hablando sobre la necesidad de encontrar la manera de vivir en paz, de cerrar los espacios tóxicos, de lograr la convivencia. “No sé si el otro día recordamos esa frase de Maturana que dice que o colaboramos o morimos. Esa es la gran mirada sobre nuestra especie humana, la gran mirada del Amor necesario

Pasa el tiempo, quedamos en que yo le enviaré estas páginas para que las revise y en que le gustaría darle una estructura de títulos, que nos quedan más temas aún para desarrollar “por ejemplo la espiritualidad, dice. Me alarga la mano, yo se la doy. Me pongo en pie y le digo que aunque no sea muy chileno yo voy a cruzar mentalmente la cordillera y me voy a despedir argentinamente. Me acerco y pongo una mano en su cabeza y le beso en la frente. Raúl toma mi rostro con sus dos manos y me besa con fuerza en cada mejilla. Sellamos así una relación que se fortaleció en los momentos más duros, que ha estado presidida por la generosidad y la colaboración.



Hoy es 29 de Enero del 2.013, son los días de Acuario, desde ayer Raúl abandonó su cuerpo sonriendo y nos dejó de alguna forma solos. Llevo varios días preso de una gran emoción.

Termino este relato dándome cuenta que podría seguir, que hay más ángulos, más mensajes ocultos, quiero decir que la conversación seguirá viva dentro de mí aunque ya no estés, Raúl.

Tú elegiste como despedida un poema de Amado Nervo, yo honraré a mi patria y a mi herida y elijo a Miguel Hernández y su "Elegía a Ramón Sitgé"

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.