miércoles, abril 27, 2011

¿Y si fuera la esperanza?


Al releer este último arte de dirigir me ha surgido una pregunta y esa pregunta ronda y me ronda todo el día ¿No sera el secreto de esa plenitud a la que llamamos felicidad, la posibilidad de vivir el presente con esperanza?

Hay una conexion vertebral entre el sentido y la esperanza. "Esto tiene sentido para mi, creo en ello, por lo tanto tengo esperanza en que el futuro puede ser el que anhelo, aquel en el que quiero estar" Este discurso interior nos habita. Es difícil vivir sin esperanza

Me surge tambien el correlato con el sorprendente movimiento de reivindicación social y política del mundo arabe. Yo he sido de los que suscribió la teoría de Samuel Huntington, a pesar de mis diferencias políticas con él y leí con gran interés su obra "El choque de las civilizaciones". De forma que en más de una conversación he planteado ¿Por qué no respetar el paradigma árabe de gobierno? ¿Por qué considerar nuestro modelo de democracia como el modelo a exportar al resto del mundo? ¿Qué sabemos del modelo mental de un musulman quienes no lo somos, ni hemos estado cerca de esas creencias?

Hoy, sin embargo, tambien cuestiono mi cuestionamiento al ver el movimiento de rebelión pidiendo libertades y derechos que algunos pensamos que no formaban parte de las visiones de mundo de los árabes. Una interpretacion para este cambio se apoya en las transformaciones surgidas por el impacto de los medios de comunicacion y su eficiencia para imponer una cultura.

Otra es la que surge del dato escalofriante de que el 69% de los habitantes de los paises que están en el conflicto tienen menos de 30 años y datos de las Naciones Unidas plantean que al encuestar selectivamente el Pareto dice que el 80% de los encuestados, a pesar de su edad, no tiene esperanza en su futuro. No expresa sueños que le muevan, si no es el de cambiar es status quo.

Por eso asistimos a una rebelion multinacional que no es posible adjudicar a motivos ideológicos, como estos se han entendido tradicionalmente, que responde a la falta de esperanza y a la necesidad de ella para seguir viviendo.

¿Qué ocurriria si preguntaramos en las organizaciones que esperanza tienen que quienes les dirigen les lleven a un futuro mejor? Sin duda quienes respondieran que sí, tomarian inmedita conciencia de un presente mejor, porque es un presente con la semilla de la esperanza.

Una de mis experiencias mas reveladoras ha sido el de los funcionarios publicos, habitualmente atacados por su pasividad. Lo primero que encontré al trabajar en instituciones de gobierno fue esa pasividad, inmediatamente después entendí que pasaban directivos de uno y otro signo con promesas de cambio que no se concretaban en nada, preocupados por su posición y no por la organización ¿Por qué darles crédito en esta ocasión? planteaban ellos. A la vez y como ya lo he dicho, los principales casos de cambio y éxito que viví tuvieron que ver con un doble proceso: de amor por la organización y el compromiso con ella por parte de los directivos y de esperanza por parte de los funcionarios, vinculándose con el proyecto que se les planteaba.


¿Qué esperanza estás sembrando en la gente que depende de ti? Esto voy a preguntar en mis próximos coaching.

domingo, abril 24, 2011

Y de nuevo la Felicidad

En mi último “Arte de dirigir” hablaba de la felicidad, más exactamente del directivo como constructor de felicidad y si hoy vuelvo a ello es porque la columna generó varias conversaciones de fondo y porque mi amigo Marcelo Krynski, que suele devolverme reflexiones interesantes me hizo pensar y darle una vuelta más para dejar claro mi mensaje . Esto, unido a que en mis talleres de estas últimas semanas ha aparecido el servir como tarea directiva y digo “ha aparecido” porque aunque he sido yo quien ha sacado el tema, no estoy tan seguro que su forma de aparecer en mi discurso no tenga su propia fuerza de la que yo sea un simple mediador.


Veamos lo que dice Krynski: “Querido Juan: Gracias por compartir estas inquietudes. Coincido en el trasfondo de tu planteo de aumentar la productividad a partir del desarrollo de las personas.
A la vez creo que, tanto el coaching como disciplina que facilita la “búsqueda” de mejores resultados como, la “búsqueda” de felicidad son aspectos sobre los que personalmente decidí realizar un giro porque así planteado me dejaban atrapado una y otra vez.

Vengo comprobando que la “búsqueda” nos deja a menudo insatisfechos con el presente pues “lo bueno está siempre en otra parte”.

Me gusta lo de CONSTRUCCIÓN. Simplemente que, a mi juicio, LA CONSTRUCCIÓN ES DE UN ESTADO y no de un resultado aunque este se llame felicidad.

Prefiero construir y cuidar un estado de lucidez día a día y que, una vez consolidado, se convierta en un estilo de vida que me permita convivir en paz con las contingencias y sorprenderme con lo inesperado”.

Lo primero que quiero decirle a Marcelo es que percibo que en el fondo estamos de acuerdo, pero también al leerle me pasan cosas a mí, por ejemplo no formulo que aumentemos la productividad a partir del desarrollo de las personas, sino que el desarrollo de las personas y el facilitar con ello una experiencia que favorezca su felicidad contribuye a la productividad. Puede ser una mera disquisición semántica, pero hoy tiene sentido para mí plantearla, porque creo que el orden de los factores altera los énfasis y que son las empresas que tienen una genuina consideración de que realmente las personas son primero las que logran y me atrevo a decir que lograrán permanecer en el tiempo.


La felicidad o aquella experiencia interior que nos acerca a una plenitud es un resultado, es cierto, lleva razón Marcelo, pero ¿Acaso los resultados no pueden ser previamente objetivos? Es verdad que tras el verbo buscar podemos vernos enredados en un cierto frenesí, en la generación de una adicción. Aclaro entonces que no hablo de eso, sino de esa búsqueda interior que nos lleva al conocimiento, a la alegría y a sentirse parte de una experiencia.

Por otra parte, pongo el tema en el ámbito de las organizaciones porque a ellas dedicamos una buena parte de las horas de nuestra vida y porque en ellas desarrollamos una de las actividades que pueden ser más estimulantes o más alienadoras: el trabajo. Soy consciente, desde luego, que es tan solo un ámbito, uno entre muchos, pero si esa parte de nuestro todo que ocupa tantas horas es carente de significado (insignificante), estamos perdiendo un afluente importante del contexto que nos hace sentirnos plenos o, aún más, podemos vivirlo con sufrimiento.


Tal vez una cuestión previa sea la de definir que es felicidad y desde luego distinguirla del placer. Las palabras de Marcelo me llevaron a pensar en la loca carrera por el placer, siempre buscando en lugares diferentes, pero aceptando que hablamos de la construcción de un estado y no de un resultado ¿No será ese un estado “buscado”? ¿No hay “búsqueda” en aquello que queremos ser, o dónde queremos estar o en lo que queremos lograr?

Y hago estas preguntas porque tengo prejuicios sobre una cierta desafección, que imagino como un estado de neutralidad indiferente donde no hay sufrimiento, pero tampoco la experiencia de una forma plena de estar siendo y si me equivoco y esa forma plena es vivida ¿No la buscamos? ¿No será lógico y humano pretenderla?

Y en lo más importante Marcelo y yo estamos de acuerdo y es que somos felices en el “siendo” y no en el “seré” futuro, pero eso no es incompatible con un “siendo” que tenga una visión sobre quien quiere ser, como un continuo de quienes somos. Y mantengo que no sólo es incompatible, sino que profundiza la conexión con la plenitud y nos alienta.

A estas alturas corro el riesgo que estos párrafos sólo interesen a Marcelo y a mí, por eso vuelvo a la importancia de precisar de qué hablamos cuando hablamos de la felicidad.


En algún momento es “tener”, pronto nos damos cuenta que es insuficiente.

En algún momento es realización de nuestros proyectos, logro de nuestros objetivos, pronto también es insuficiente porque nos lleva a esa carrera loca.

En algún momento nos damos cuenta que tiene más que ver con la experiencia de aporte al mundo al que pertenecemos, de entrega valiosa, de ser mediadores para algo más importante, que tiene que ver con el SERVIR “porque servir es una cuestión del alma”.

Es esta una gran posibilidad del líder servidor, que se da a sí mismo la experiencia de aportar significativamente y crea el espacio para que las personas que trabajan en la organización se sientan más cercanos a encontrase en el camino de sus sueños humanos, no solo los materiales.


En esos sueños cabe la búsqueda del bien, la equidad, la economía de mercado, el trabajo bien hecho, el minuto que se vive, la conciencia del planeta que queremos dejar y la sonrisa de las personas que se reúnen cada día en torno a una tarea que aporta. Y no cabe el alineamiento y menos el desapego a la vida.
Por eso Marcelo y yo estamos de acuerdo en lo más profundo y yo sigo escribiendo estas columnas y él me sigue haciendo, después de tantos años, sus comentarios.