En los últimos días se ha publicado un extracto de este artículo en los diarios "El Sur" de Concepción y "El Centro" de Talca que escribí dentro de mi decidida intención de invitar a mis colegas coaches a pensar en el escenario de la vida política como en un espacio en el que actuar profesionalmente.
La política un dolor de todos y para todos.
En el diario El País aparece una viñeta del gran humorista español “Forges”, en la que uno de sus hombrecillos con gafas (supuestamente un elector) con un papel en la mano le dice a otro hombrecillo con gafas que le extiende la suya (supuestamente un político): “Pero oiga, el programa electoral que me ha dado está en blanco…” y el segundo le responde “Claro ¿A usted que más le da?”.
A mi no me hace ninguna gracia,
entiéndanme, creo que es una viñeta certera y dolorosa, que expresa en clave de
humor uno de los dramas de la sociedad que estamos viviendo y que quiero
calificar como la sociedad del abandono de la política, tanto por quienes
ostentan el poder como por esa inmensa mayoría que debiéramos ser protagonistas
de las democracias.
Cuando Jürgen Habermas habla del fracaso
de la política, está diciendo entre
otras cosas que hemos permitido que muchos de los grandes problemas que tenemos
como sociedad sean enfrentados desde perspectivas económicas y técnicas,
dejando a un lado sus consecuencias políticas. Que siga habiendo desigualdad en
el mundo, fenómenos como el de la forzada inmigración o el crecimiento de la
violencia y la consiguiente inseguridad, solo reflejan ese fracaso.
¿Pero es consistente que si fracasa una
propuesta política abandonemos la política? Si en una empresa fracasara el plan
de gestión ¿Abandonaríamos la gestión? Cuando los planes de educación resultan
inadecuados ¿Pensamos en abandonar la educación?
El problema por lo tanto como dice Josep
Ramoneda no es la Política, sino la mala política y por tanto la gran tarea de
todos es preguntarnos qué podemos hacer para mejorarla. Un observador reflexivo
llegaría a la conclusión que son
momentos en los que más personas y sensibilidades debemos intervenir en la
Política, en los que más talento hay que poner, que quienes se dedican al
ejercicio de la política y quienes los eligen deberíamos abrirnos a nuevas
preguntas y establecer conversaciones diferentes, más allá de dedicarnos a
señalar con el dedo a los presuntos culpables.
El humor negro de Forges orienta su
índice tanto al político vacío como al ciudadano que da la espalda a la
política y deja un espacio también vacío, que sin duda otros intereses
ocuparán. No es mi objetivo en esta columna defender a los políticos, que sin
duda son parte del problema, sino mostrar el efecto de generalizaciones que pueden contribuir a un
desenlace de imprevisibles consecuencias para nuestra sociedad, porque esto
ocurre cuando el propio concepto de la representación se ve afectado por otro
efecto sobre el que tenemos poco conocimiento como es el impacto de las redes
sociales y la tecnología.
Si algo podemos ver en las redes sociales
es que acortan los espacios y aceleran los tiempos. A primera vista podemos
considerar que tiene ventajas, pero no es fácil gobernar, ni vivir, en un
espacio más delgado y en un tiempo acelerado, no estamos al mismo ritmo mental
ni social. No es bueno que esa inmediatez haga que desaparezca el valor de los
debates en profundidad, en los que
nuestra mejor idea de lo político se fundamentó.
Requerimos más conversaciones
significativas y no tantos eslóganes, más resignificación de los valores y
menos alabanzas a los éxitos fáciles, más colaboración que competencia, más
participantes en la construcción y menos furiosos quejándose desde las redes. Eso
supone trabajo, búsqueda de lo esencial
y mejores conversaciones con si mismos; por
eso vislumbro, en mi calidad de coach, un espacio poderoso para participar en la necesaria reconciliación con una
política también necesaria.