domingo, junio 19, 2016

La Política un dolor de todos y para todos.



En los últimos días se ha publicado un extracto de este artículo en los diarios "El Sur" de Concepción y  "El Centro" de Talca que escribí dentro de mi decidida intención de invitar a mis colegas coaches a pensar en el escenario de la vida política como en un espacio en el que actuar profesionalmente.



La política un dolor de todos y para todos.

En el diario El País  aparece una viñeta del gran humorista español “Forges”, en la que uno de sus hombrecillos con gafas (supuestamente un elector) con un papel en la mano le dice a otro hombrecillo con gafas que le extiende la suya (supuestamente un político): “Pero oiga, el programa electoral que me ha dado está en blanco…” y el segundo le responde “Claro ¿A usted que más le da?”.

A mi no me hace ninguna gracia, entiéndanme, creo que es una viñeta certera y dolorosa, que expresa en clave de humor uno de los dramas de la sociedad que estamos viviendo y que quiero calificar como la sociedad del abandono de la política, tanto por quienes ostentan el poder como por esa inmensa mayoría que debiéramos ser protagonistas de las democracias.

Cuando Jürgen Habermas habla del fracaso de la política,  está diciendo entre otras cosas que hemos permitido que muchos de los grandes problemas que tenemos como sociedad sean enfrentados desde perspectivas económicas y técnicas, dejando a un lado sus consecuencias políticas. Que siga habiendo desigualdad en el mundo, fenómenos como el de la forzada inmigración o el crecimiento de la violencia y la consiguiente inseguridad, solo reflejan ese fracaso.

¿Pero es consistente que si fracasa una propuesta política abandonemos la política? Si en una empresa fracasara el plan de gestión ¿Abandonaríamos la gestión? Cuando los planes de educación resultan inadecuados ¿Pensamos en abandonar la educación?

El problema por lo tanto como dice Josep Ramoneda no es la Política, sino la mala política y por tanto la gran tarea de todos es preguntarnos qué podemos hacer para mejorarla. Un observador reflexivo  llegaría a la conclusión que son momentos en los que más personas y sensibilidades debemos intervenir en la Política, en los que más talento hay que poner, que quienes se dedican al ejercicio de la política y quienes los eligen deberíamos abrirnos a nuevas preguntas y establecer conversaciones diferentes, más allá de dedicarnos a señalar con el dedo a los presuntos culpables.

El humor negro de Forges orienta su índice tanto al político vacío como al ciudadano que da la espalda a la política y deja un espacio también vacío, que sin duda otros intereses ocuparán. No es mi objetivo en esta columna defender a los políticos, que sin duda son parte del problema, sino mostrar el efecto de  generalizaciones que pueden contribuir a un desenlace de imprevisibles consecuencias para nuestra sociedad, porque esto ocurre cuando el propio concepto de la representación se ve afectado por otro efecto sobre el que tenemos poco conocimiento como es el impacto de las redes sociales y la tecnología.

Si algo podemos ver en las redes sociales es que acortan los espacios y aceleran los tiempos. A primera vista podemos considerar que tiene ventajas, pero no es fácil gobernar, ni vivir, en un espacio más delgado y en un tiempo acelerado, no estamos al mismo ritmo mental ni social. No es bueno que esa inmediatez haga que desaparezca el valor de los debates en profundidad,  en los que nuestra mejor idea de lo político se fundamentó.


Requerimos más conversaciones significativas y no tantos eslóganes, más resignificación de los valores y menos alabanzas a los éxitos fáciles, más colaboración que competencia, más participantes en la construcción y menos furiosos quejándose desde las redes. Eso supone  trabajo, búsqueda de lo esencial y  mejores conversaciones con si mismos; por eso vislumbro, en mi calidad de coach, un espacio poderoso para participar  en la necesaria reconciliación con una política también necesaria.

sábado, junio 11, 2016

La condición moral


Leo la columna del gran escritor españoJavier Cercas titulada "Buenos políticos y políticos buenos" y me convoca su reflexión a profundizar esa vertiente del coaching que debe estar presenta tanto en el coaching político como en el coaching directivo y es el enfrentamiento del coachee a la bondad de sus actos ¿Para quien son buenos? ¿Cómo mejora el mundo con esas decisiones y esos actos? o ¿Qué mal indeseado pueden producir?.

Precisamente hace unos días en el coaching a uno de mis coachees del mundo político nos dimos cuenta que  terminábamos ambos con los ojos brillantes. Yo le dije:

- De pronto tengo la sensación que esto que hemos hablado podría ser también una conversación en la parada de un camino espiritual".
- Sí, así lo vivo yo- me respondió él sonriendo.

Me quedo con esta perla cultivada de Cercas

"Por supuesto, la política y la moral son cosas distintas (y confundirlas suele provocar resultados catastróficos, como ocurrió en la Unión Soviética y sus satélites). La moral es privada e individual, mientras que la política es pública y colectiva; la moral atañe a los actos y se juzga por las intenciones de quien los lleva a cabo, mientras que la política atañe a las consecuencias de los actos y se juzga por los resultados que obtiene. Lo cual significa que una persona magnífica puede ser un pésimo político, pero no que la calidad moral de una persona sea indiferente en política. Ni hablar: la prueba es que es difícil que una mala persona sea un buen político; o, más generalmente, un buen profesional. 

Esto no lo digo yo, que para la FAES debo de ser un buenista peligroso, sino la neurociencia, o al menos el gran neurocientífico Howard Gardner. Gardner sostiene que no existen buenos profesionales que sean malas personas; para él, es imposible lograr la excelencia si uno se limita a satisfacer el ego, la ambición o la avaricia, si uno no es capaz de comprometerse con objetivos que superen las propias necesidades para satisfacer las de otros, lo que exige fuertes principios morales: si se carece de ellos, concluye Gardner, se puede llegar a ser un profesional correcto, pero no sobresaliente."