Eso decía el fiel Marcelo a Hamlet y Horacio en el drama de Shakespeare. Hoy Dinamarca huele mucho mejor que otros lugares del planeta, pero algo no funciona en el mundo y por eso, por los cuatro puntos cardinales aparecen los indignados, contra la manipulación de la democracia, contra el sistema financiero, contra la desigualdad, la educación, contra el abuso y desde la decepción.
Podríamos concluir que los países, las empresas y la sociedad en su conjunto no se sienten bien dirigidos y por eso quienes viven en ellos (los dirigidos) muestran su repulsa, pero esta es sólo una interpretación muy general, lo que está pasando en el mundo merece un análisis mayor. En la indignación aparece una voz que quiere participar, que dice, expresa, no se conforma, hace notar que las cosas no funcionarán de esta manera en el futuro, no con ellos.
En el recién terminado Congreso Europeo de Coaching supe por la “retransmisión” en Facebook que hizo Enrique Sacanell que uno de los pioneros del coaching Sir John Whitmore dijo que “La jerarquía está en declive y su espacio lo ocupará la auto-responsabilidad”. De esto quiero hablar, de que hemos dejado de dar autoridad a las jerarquías, porque no representan los intereses, los sueños o las expectativas de quienes les votaron o de quienes dependen de ellos dentro de una relación de madurez seguidora, porque ejercen su rol de una forma que las personas no están dispuestas a aceptar y esto es bastante parecido en el ámbito político, social y empresarial, obviamente con formas de expresión y consecuencias diferentes.
Lo interesante de lo que está pasando es que se están cambiando las reglas del juego, no se propone otro partido, no hay un líder, no se plantea una revolución como la hemos entendido hasta ahora y de hecho cuando buscamos todo esto detrás de lo que ocurre es porque no podemos salir del paradigma de las jerarquías para hacer nuestro propio análisis. Lo que sucede está ocurriendo, quiero decir que, como en algunas novelas se está creando conforme ocurre la escritura, está naciendo, es una nueva manera de establecer conexiones, difíciles aún de entender. Juan José Millás en una reciente columna en el diario El País propone atender a la horizontalidad como fenómeno.
De alguna forma en las empresas este es un tema que emerge: la capacidad de establecer redes horizontales que rompan la tendencia a los silos y operen de una forma coordinada en donde el liderazgo esté en un proyecto compartido, en valores y prácticas que representan realmente una visión de progreso y ganancia mutua y sin la pretensión de competir por un puesto en la estructura, sino modificar de hecho las formas de coordinación y ejecución.
Hablamos mucho de la horizontalidad, es cierto, pero raramente ocurre, menos aún en la política, a pesar que sea un requerimiento general del mundo en que vivimos que se expresa por motivos distintos. Por ejemplo como señalaba Cristovam Buarque en su artículo “La primavera y el otoño” la diferencia entre los movimientos árabes y lo que pasa en España y en los puntos de Europa en los que el movimiento 15M se está propagando es que “La primavera árabe es el resultado de la falta de legitimidad de la política (en sus países), el otoño europeo es el resultado de la falta de imaginación de los políticos”. Por ello podemos concluir que no estamos ante una revolución en el sentido clásico, no se pretende terminar con la democracia o con la empresa, estamos ante un proceso de reforma y renovación de un profundo sentido ético y moral.
Rafael Echeverría en su último libro “Ética y Coaching ontológico” señala “la crisis más profunda que hoy encara la Humanidad y, de manera particular, la cultura occidental, que se halla en la base del actual proceso de globalización, es una crisis en el ámbito de la ética”
Y esto es lo que millones de personas le dicen a los políticos: no me representáis porque estáis defraudando nuestras expectativas, porque buscáis el poder por el poder, porque dejáis que la corrupción avance, porque no sabéis escucharnos, miráis un mundo que cambia más rápidamente que vuestras mentes, y para defenderos lo negáis, queréis ver detrás de él malintencionados complots, a un enemigo que quiere ocupar vuestro lugar y no es así, lo que hay detrás es el deseo de un mundo mejor, más justo, es la pureza de la vida buena, expresada a partir de una realidad en la que la tecnología, las redes y esa nueva conciencia que está surgiendo en este momento de la historia os plantean.
Una vez más, volviendo al mundo de las organizaciones quiero repetir que los empleados no se van de las empresas (de hecho se van a otras empresas manteniendo la esperanza de algo distinto) se van de sus jefes. Los ciudadanos no se van de la democracia, ni de la política, de hecho lo que están haciendo es política en su mejor concepto y sentido, a quienes abandonan es a los políticos, mientras estos juegan a decir que están de parte de los indignados para sacar capital político o a fabular conspiraciones (como cuando en España vivíamos bajo la amenaza permanente de lo que el dictador Franco llamaba las hordas judeo masónicas, por citar una retórica execrable).
Cuando un movimiento se llama “Democracia real ya” no está proponiendo abandonar la democracia, a quien abandona es a sus representantes y por ende a la interpretación de esa representatividad. Es cierto que es un tránsito complejo pasar de una democracia representativa a una democracia participativa. Nos hace pensar en el ágora griega en la que el heraldo abría la sesión diciendo ¿Quién quiere tomar la palabra por la ciudad? Y los responsables como en Fuenteovejuna o como en la película de Espartaco somos todos.
Sami Nair en su artículo “La mundialidad” se refiere al advenimiento de una nueva conciencia común que desmiente los discursos oficiales de los poderes autoritarios. Esa conciencia que surge de un momento y una experiencia históricos, hace que ciertos fenómenos sean naturales y son los viejos paradigmas los que no se hacen cargo de esa naturalidad desde sus matrices explicativas.
Por eso me animo a mezclar temas tan diversos en este “Arte de dirigir” porque políticos, ejecutivos y coaches nos enfrentamos a la necesidad de repensar nuestro rol, de entender nuestra responsabilidad más allá de cumplir presupuestos y lograr determinados resultados. Como conductores de procesos, modeladores de mentes y gestores de emociones tenemos que estar abiertos a comprender aspiraciones, lógicas y formas de expresión de un mundo sumido en una profunda transformación. Solo así podremos contribuir a un liderazgo para un futuro sostenible.