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lunes, agosto 13, 2018

Articular: Una habilidad del siglo 21


El número 16 de la revista virtual Conversaciones de Coaching me pública este artículo que recoge parte del contenido del Módulo que desarrollo en el ACP Avanzado de The Newfield Network: “Coaching para la articulación de un entorno complejo”.


Articular una habilidad del siglo 21

Vuelvo sobre este tema que cada vez  considero más interesante, en la medida en que voy dándome cuenta de que el coaching del futuro estará profundamente ligado al rol articulador. El principal objetivo de este artículo es plantear la importancia que ese entorno tiene en la generación de nuevas prácticas humanas, en la resignificación de valores y creencias y en las oportunidades que aparecen para el acompañamiento de los coaches en conversaciones de mayor complejidad. Entre ellas las relacionadas con la habilidad de articular y con las distinciones de gestión de entornos. Empecemos por acercarnos al escenario.

¿En qué mundo estamos viviendo?

Sin duda ésta es una pregunta que nos lleva a que aparezcan múltiples dimensiones como líneas de respuesta. Esa multiplicidad ya es una característica que, aunque parezca inicial, es profundamente definitoria.

A los efectos de esta lectura quiero citar algunos de los factores que, a mi juicio, lo describen, algunos de ellos pueden parecer contradictorios. Estamos ante un mundo complejo, interconectado, fragmentado, diverso, marcado por la inmediatez, por la crisis de representatividad y por la disrupción tecnológica.

Existen múltiples fronteras, múltiples actores, múltiples canales, múltiples datos y todo ello moviéndose a una velocidad que requiere de “carreteras” bien pavimentadas, en una forma metafórica de referirme a relaciones de calidad.


Cuando conversamos en el ámbito de las organizaciones pareciera que nos acercamos a algo que aún es futuro y, sin embargo,  está aquí, en nuestros smartphones, en las plataformas que ya usamos, en las redes sociales, en la forma en la que creamos conocimiento y opiniones y en el requerimiento de una colaboración a la que no sabemos responder desde los modelos en los que fuimos formados.

Por eso es frecuente que lo consideremos como todavía emergente, porque simplemente aún no ha llegado a nuestras costas personales esa ola que avanza imparable en el horizonte y, si hay signos de su llegada, preferimos considerar que son el efecto de causas conocidas, aún no diagnosticadas, algunas conspirativas, otras a causa de errores de diseño o falta de recursos.

Lo cierto es que la ola en la que ya estamos requerirá para vivir en ella de nuevas competencias y actitudes, pero sobre todo de una conciencia diferente que nos permita mirar lo que sucede desde un lugar interior nuevo. Así de alta y profunda se configura.

Deliberadamente no denomino el momento que vivimos, ya lo harán los historiadores. Aunque algunas de las causas sean tecnológicas no quiero llamarlo era digital, aunque algunas de las causas tengan que ver con los abusos del poder, no quiero rotularla como la era del fin del poder, ni del desencanto en las instituciones. 

Todos esos nombres serían buenos para títulos de libros; lo que vivimos es un presente multifactorial y acelerado, tal vez simplemente un mundo 21 (ni siquiera en números romanos).

¿Qué podemos hacer en este escenario los coaches?

Las conversaciones 3xi que están removiendo la realidad chilena son un ejemplo. Esas tres íes vienen de inspirar, incluir e innovar. Se trata de sentar en la misma mesa a pares improbables, es decir a aquellos que no suelen conversar, separados por barreras sociales, culturales, ideológicas, religiosas o de cualquier tipo y generar esas conversaciones que en la tipificación de la ontología del lenguaje se denominan “conversaciones para posibles conversaciones”.  Eso acaba de ocurrir en la Araucanía, en donde, después de decadas de incomprensión y violencia verbal y física, miembros de la comunidad mapuche, empresarios, organizaciones sociales, fuerzas del orden, jovenes profesionales y ciudadanos diversos han logrado el milagro de la legitimación del otro como el legítimo otro que es.

Cito a continuación lo que Hugo Alcaman, presidente de la Corporación de
profesionales mapuches, escribió en las redes sociales para definir la experiencia que había vivido en el último  fin  de semana de julio de este año: “Lo novedoso del encuentro es que los participantes, sin saberlo, fuimos sometidos a un proceso de coaching (relación profesional que permite a las personas alcanzar cambios y resultados satisfactorios en sus vidas profesionales y personales) que permitió por primera vez en la historia de la Región (1881-2018) que parte importante de sus líderes, dialoguen, conversen en forma horizontal, de buena fe y, sobre todo, desde el corazón, desde las emociones, sincerando lo que la razón controla.

Así por primera vez  observé respeto mutuo y empatía por el dolor de los otros (mapuche hacia chilenos y chilenos hacia mapuche). Por primera vez he visto que los chilenos no mapuche, en su mayoria aprendieron, tomaron conciencia del valor de los principios valóricos mapuche, la riqueza de nuestros conocimientos y, sobre todo, la herida abierta que tenemos ante más de un siglo de violencia física y mediática” (la letra negrita aparece en el escrito original de Alcaman).

Estoy realmente sobrecogido por las evidencias que vamos teniendo de los nuevos rumbos que conversaciones desde otro enfoque pueden lograr. Por eso repito lo que ya he escrito antes en estas páginas virtuales: creo que nuestra profesión puede tomar nuevos caminos, pasar del quiebre individual declarado, como punto de partida de un proceso de coaching a la inquietud por una ola que aunque nos parezca lejana podemos contextualizar y anticipar. Pasar de quiebres a inquietudes amplía las fronteras de nuestro aporte, si tenemos una escucha sensible del mundo que nos rodea. Por eso propongo abrir el propósito de nuestra conversación a que revisemos un espacio del coaching más colectivo, aunque pueda ser menos ortodoxo.



Otras miradas que nos sirven

En un artículo anterior sobre este tema  citaba al filósofo español José Ortega y Gasset cuando decía “Yo soy yo y mis circunstancias” estableciendo un concepto del Yo más allá de rasgos genéticos y de la propia intención. De alguna forma Ortega nos decía, que la realidad de nuestras existencias se configura en las conversaciones que mantenemos con el sistema del que formamos parte.

Otro filósofo también español Josep María Esquirol plantea la tensión creativa entre “las afueras”, ese mundo del que hablamos, que nos rodea desde propuestas y dinámicas que intervienen en nuestro existir y el “Yo/ nosotros” que vivencia la vida. Finalmente, las afueras son nuestras afueras, es decir donde vivimos y lo que constituye la experiencia de vivir. Su tesis parte de dos grandes preguntas ¿Cuál es la condición humana? y ¿Qué es la vida humana?

Es verdad que no es posible un contacto pleno con el mundo (las afueras) si no estamos en contacto pleno con nosotros y tenemos la experiencia de la autoconexión (estar en nuestro propio centro), pero no es menos cierto que si no estamos en contacto con esas afueras reales, si no nos aproximamos a su centro, será dificil llegar al nuestro o llegaremos a un centro desconectado de la vida. ¿Puedo estar en mi centro si estoy fuera del mundo, si sólo estoy Yo conmigo en el interior de mi silencio? ¿Cómo nos hacemos cargo de que somos seres sociales y que ello supone una “vida en sociedad” si no conocemos el contexto y las condiciones en las que esta vida ocurre? Una vez más esta circularidad de la que somos parte.

Conocer el contexto implica conectarnos. Nos conectamos en el intercambio, en la escucha y el habla, nos conectamos en el respeto y en aquellas conversaciones con el corazón abierto en las que la diferencia no impida el amor.

En una entrevista del mes de abril del 2018 en el periódico español “El País”, Esquirol cita al filósofo y poeta Friedrich Hölderlin (1770-1843) “quien piensa lo más profundo, ama lo más vivo” y tambien cita a la filósofa y teórica política Hannah Arendt (1906-1975) “el pensamiento es la quintaesencia desmaterializada del ser vivo” y propone romper con la tradicional separación entre pensamiento y vida. 
Finalmente vivimos en las afueras de nosotros, sin dejar de ser ese nosotros. Requerimos estar en unidad, aunque para entenderla debamos reconocer las partes del todo.

Nuestra propuesta, sin desconocer que somos nosotros y nuestras circunstancias, sugiere una comprensión experiencial de esas afueras más que pensar en ellas. Fotos, imágenes y vivencias más que definiciones y supuestos.

Démonos permiso para la esperanza

Vuelvo a Josep María Esquirol y su frase “El mal es muy profundo, pero la bondad todavía lo es más”, porque coincido que sin esa bondad el mundo ya no existiría. Muchos creemos que  en un entorno más complejo y difícil, las reservas de bondad serán más necesarias que las del petróleo o las distintas fuentes de energía. De hecho el confuso momento que vivimos está más relacionado con la pérdida de valores que con las pérdidas económicas.

La habilidad de articular puede ser un vehículo para que personas que quieren un
mundo mejor encuentren la síntesis entre esos dos infinitivos claves en la vida: Pensar y Amar.  Pensar un camino que por su complejidad necesita ser construido con otros y Amar un propósito que nos provea de coraje y de un resultado a la altura de la grandeza humana. Las conversaciones 3xi a las que antes me refería parecen ser un camino que nos anuncia que esto es posible


Si eso ocurre puede pasar, como planteaba Goethe, que en el momento en que los seres humanos se comprometen de verdad, la providencia también lo hace. Quiero por eso terminar este artículo preguntando yo a mis colegas ¿Qué podemos hacer en este contexto los coaches? Ustedes tienen la respuesta.

sábado, diciembre 30, 2017

Coaching para la Articulación


En el número 14 de la revista virtual argentina "Conversaciones de Coaching" se publica mi artículo Coaching para la articulación. Lo reproduzco a continuación.

"He regresado hace poco de unas Jornadas sobre competencias del Siglo XXI celebradas en Gijón (Asturias) en las que nos acercamos a ese mundo que ya está, aunque algunas veces lo sintamos como todavía emergente, porque simplemente aún no nos ha llegado la ola que se vislumbra clara en el horizonte.

Esa ola requerirá para vivir en ella de nuevas competencias y actitudes, pero sobre todo de una conciencia diferente que nos permita mirar lo que sucede desde un lugar interior nuevo. Así de alta y profunda me parece.

Lo más preocupante es que en los discursos de nuestros gobernantes esta realidad no aparece con la suficiente contundencia y ante esa falta de previsión hace falta que alguien (lideres informales, grupos con voz)  generen conversaciones que visibilicen a la gran mayoría una proximidad amenazante para que no se convierta en tsunami. ¿Qué podemos hacer en este escenario los coaches?

Doy un paso atrás y dejo la pregunta abierta para poner sobre la mesa un
verbo. Una de las nuevas competencias para un mundo abierto, complejo, fragmentado, incierto y traspasado por redes, es la de articular. Ser articuladores de conversaciones que serían improbables de otra manera, unir pensamientos distintos, tejer redes de diálogo para nuevos encuentros, favorecer nuevas comprensiones, legitimar puntos de vista distintos.

Vuelvo entonces a la pregunta para precisarla ¿Puede ser un rol de los coaches articular esas conversaciones? ¿Podemos aprovechar el arte de las preguntas, el valor del respeto, la capacidad generadora de la palabra y del lenguaje, la sensibilidad de la escucha y la búsqueda de emociones de apertura para ponerlas  a disposición de un propósito tan colectivo que nos compete a todos?

Creo que nuestra profesión puede tomar nuevos caminos, pasar del quiebre individual declarado, como punto de partida de un proceso de coaching, a la inquietud por una ola que aunque nos parezca lejana podemos contextualizar y anticipar. Quizás alguien pueda decirme que esto no es coaching, tal vez entonces mi propósito no quepa en el título de esta revista virtual, pero estoy seguro de que es necesaria para quienes la leen y la editan.

El conocido filósofo español José Ortega y Gasset decía “Yo soy yo y mis circunstancias? ¿Cuáles son esas circunstancias? ¿El lugar donde nacimos? ¿Nuestra educación y la cultura de la que formamos parte? ¿Nuestras responsabilidades y roles? ¿Las conversaciones en las que participamos? ¿Las interpretaciones que mantenemos y nos constituyen? ¿El mundo que nos rodea con sus tendencias, valores y tecnologías?

De alguna forma Ortega nos decía, que la realidad de nuestras existencias se articula en las conversaciones que mantenemos con el sistema del que formamos parte. La interdependencia con ese sistema nos lleva a estar en la vida de una u otra forma. De eso hablo, de tomar conciencia del rol del ser humano en este tiempo de disrupciones que comprometen su rol y sus aportes, de revisar que significa hoy ser ciudadano, qué trabajos seguirán existiendo, qué valores sociales se están reconfigurando.

Desde este punto de vista es relevante abrirse a lo distinto. ¿Estamos dispuestos a ello? Aunque sea obvio, puede ser necesario recordar que opuesto y distinto son dos conceptos diferentes. En el entorno que nos rodea hay muchas mas situaciones e intereses distintos que opuestos. Lo distinto no está en confrontación, no nos agrede, la articulación de lo distinto puede configuar escenarios de mayor riqueza. Por ejemplo: la capacidad de gestión y de inventar mundos de algunos, unida a recursos y bienes de otros, ha llevado en esta era a los modelos de negocio que hoy triunfan.

Este simple hecho modifica el concepto de core business y nos puede abrir la pregunta ¿Qué va a significar hacer empresas hoy, qué significa emprender y más allá, qué va a significar el capitalismo en el siglo XXI? Si resulta ser más capital el talento que los recursos financieros, tal vez estemos llegando a una nueva concepción, a un talentismo que puede estar en cualquier parte y que requiere ser articulado.

Ya el profesor chileno del MIT Arnoldo Hax, en su “Modelo Delta”
desmonta el planteamiento clásico de la competencia y plantea que la esencia de la nueva estrategia es establecer y fortalecer vínculos. Habla de ser cabecera de una red. No se refiere a barreras sino a capacidades superiores para aportar un valor diferencial a esa red. Habla de inclusión y de poner en valor, de colaboración y creatividad.

 ¿Qué podemos aportar los coaches a las redes de las que formamos parte, empezando por la sociedad de la que somos ciudadanos?

Mi respuesta apunta a la articulación de conversaciones relevantes para construir valor social en una sociedad que se enfrenta al vacío de sentido. La disrupción tecnológica digital, que parece imparable puede alejarnos y deshumanizar nuestras relaciones o reconducirse a una cercanía llena de posibilidades. La elección tiene que ver con el nivel de conciencia desde el que miremos lo que llamamos realidad. Esa conciencia nos lleva a la necesidad de comprensión de quienes estamos siendo y quienes queremos ser, dónde queremos estar y qué estamos dispuestos a construir.

El experto en Redes Sociales James Fowler dice: “para saber quiénes somos tenemos que comprender con quienes estamos conectados”, en sustitución del viejo refrán “dime con quién andas y te diré quién eres”.  La frase  pone el énfasis en las interacciones de las que somos parte. Nuestra identidad, nuestro aporte y el impacto que podemos lograr se relaciona con en esas interacciones, con el qué, con el para qué y con quiénes . Todo un desafío para un nuevo rol del coaching centrado en la articulación de redes con propósito. 

martes, junio 06, 2017

Coaching al Coraje- Segunda parte

En el número 12 de la Revista virtual argentina "Conversaciones de Coaching" se publica la segunda parte de mi artículo Coaching al Coraje.

"Vuelvo sobre este tema que considero central. Profundizar en la actitud que requerimos detrás de nuestras acciones para ser transformadores de nuestra vida y de la sociedad de la que somos parte requiere una gran dosis de coraje personal.

Cuando en los talleres pregunto ¿Quiénes de ustedes quieren ser protagonistas de su vida? ¿Quiénes quieren ser parte de una sociedad mejor? Todos levantan la mano. Estoy seguro que detrás de esas manos levantadas hay múltiples versiones de lo que significa una vida buena o una sociedad mejor, pero para lograrlo a todos nos hace falta ese coraje.

En la primera parte de este artículo, publicada en el número anterior de “Conversaciones de Coaching”, fue necesario configurar las características de un entorno que en la década de los 90 empezó a denominarse con el acrónimo VUCA (lleno de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) porque no es indiferente establecer el escenario general del “ahora” en el que un coach interactúa; entenderlo es fundamental para acompañar a sus coachees.  Un escenario al que además es necesario sumar la falta de esperanza que anima a la pasividad ¿Para qué moverse hacia lo que consideramos inalcanzable? Efectivamente pasaron los tiempos de la generación que instaló el eslogan “Seamos realistas, hagamos lo imposible”.





En ese artículo partí por identificar la distinción “coraje” como la voluntad puesta al servicio de un propósito y por establecer los ámbitos en los que el coach puede indagar. Quiero seguir en ésta segunda parte con una propuesta más concreta de un mapa de acción del coach.

Si realmente queremos que algo suceda, si tenemos un propósito y queremos lograrlo, tenemos que intervenir, comprometernos con la acción y poner nuestra voluntad en ello. Cuando eso sucede emerge en nosotros una energía, por encima de los obstáculos y de las explicaciones a la que llamamos coraje y que resulta ser tan importante o más que los conocimientos necesarios para lograr lo que pretendamos. La actitud es consecuencia de creencias y decisiones, pero termina siendo el principal motor de la acción.

Una propuesta de mapa del coaching para el coraje

La experiencia de trabajar en el despertar del coraje de un buen número de coachees me ha llevado a levantar un mapa caminero que hoy me resulta de gran utilidad. Lo despliego sobre esta mesa virtual:

1.   Poner en contacto con lo que el coachee quiere hacer y legitimar ese propósito. Llevarlo a identificar por qué quiere hacerlo, cuál es la importancia en su vida y en su rol.

2.   Llevar al coachee a reencontrarse con su valía, con sus recursos y dones. Juanjo Pineda Vera, en su libro “Explora Mindfulness” se hace la pregunta ¿De qué se olvida la grulla cuando camina durante un día seguido? y escribe  “Cuando la grulla está hambrienta suele caminar buscando alimento, persiste hasta arriesgar su vida y se olvida de algo. Así funciona la tristeza en nosotros, vibra igual y nos hace sentir que no valemos, que no somos dignos (…) La grulla se olvida de sus alas, de que puede volar y llegar al cielo”. No es fácil decirlo de una forma más bella y ese un trabajo de gran valor que el coach ha de acometer. La autoconfianza con humildad no solo es posible, es necesaria.

3.   Identificar el juicio de adversidad que se interpone entre el coachee y su propósito y desvincularlo de la declaración de imposibilidad. Cuando las cosas son posibles, la dificultad eleva el valor del desafío. En el fondo estamos hablando de la esperanza.

4.   Reconectar con el bien que persigue, a quienes beneficia, qué se pierden aquellos a quienes quiere y aquello en lo que cree. Mostrar, si es posible hacerlo, que no es sólo un bien para sí mismo/a, que como dice Marianne Williamson el mundo pierde algo si no tiene el coraje de defender aquello en lo que cree.

5.   Imprimir urgencia. El poeta y filósofo iraní Al Mustanabli dijo ya en el siglo X  “¿Qué sentido tendría el coraje si tuviésemos la eternidad? Es decir cuando tomamos contacto con nuestra impermanencia el hoy y el ahora son significativos. El futuro empieza a construirse hoy. Es hoy cuando ese coraje debe emerger. Si tuviésemos todo el tiempo del mundo podríamos esperar a que las circunstancias abriesen mejores condiciones para que lo que nos proponemos pasara. Tenemos una sola vida. Somos humanos, no divinos, nuestro tiempo es ahora.

6.   Desvanecer la pulsión a sostener el conformismo, mostrar a qué decimos “no” con nuestro actuar, a quiénes decimos “no”, a qué futuro se renuncia, qué valores dejamos fuera y cuáles pueden verse favorecidos con nuestra pasividad ¿Es eso lo que queremos?


7.   Llevar al coachee al espacio de su dignidad, permitir que surja esa rabia que provoca la injusticia (no el obstáculo, ni lo adverso), enfrentarle a su soberanía personal ¿De qué territorio personal soy soberano? ¿Puedo permitir que pisoteen mi soberanía, estoy dispuesto a entregarla? Con frecuencia he recurrido al poema “Invictus” del poeta inglés Williams Ernest Henley al que Nelson Mandela leía en sus días de cárcel “No importa  cuán estrecho sea el camino/ cuán cargada de castigo la sentencia/ Soy el amo de mi destino;/soy el capitán de mi alma”.

8.   Llevar al coachee a reconocer la identidad pública que genera a partir de su falta de coraje y lo que eso significa para sus propósitos generales en la vida o el rol que tiene. Una pregunta cruel es la de enfrentarle a los juicios que puede estar provocando en quienes lo/la rodean, que imagine la persona que los otros ven y el poder que esa persona tiene ¿Qué puedo hacer desde esa identidad? ¿Para qué me sirve?


Sin duda podemos abrir otras muchas preguntas, en el artículo anterior se proponían algunas complementarias, podríamos visitar los temores que el coachee siente, las emociones en las que habita, pero veo en este camino de ocho pasos un mapa poderoso para trabajar este interesante tema. Lo pongo a disposición de quienes quieran usarlo.

Barack Obama se refirió al coraje al recibir en las pasadas semanas un premio en la Fundación Kennedy. Sus palabras fueron: “El coraje no es solo llevar adelante un proyecto político, sino hacer lo que creen en lo más profundo de su corazón”.

He anotado la frase para llevarla a mi próximo coaching

-       ¿Qué es lo que crees en lo más profundo de tu corazón?- Preguntaré- Deja que se exprese, míralo de frente. Ese es tú auténtico compromiso.

El mío como coach es acompañar activamente ese encuentro. El encuentro con el coraje en pos de lo que pensamos que merece la pena para los seres humanos que somos y el encuentro con mi propio coraje."