sábado, abril 26, 2008

Conservar la casa


El 28 y 29 de Marzo asistí al Seminario "Cambio climático: Liderazgo y nuevos paradigmas" que organizó la Universidad de Santiago de Chile. Ha pasado un mes pero aún me rondan los pensamientos de alarma y responsabilidad que me provocó escuchar algunas de las ponencias. De hecho mi columna "El arte de dirigir" de este mes (la n° 54) se refiere a ello.

Avisé a mi amigo Raúl Herrera para que fuera y eso siempre es garantía de un relato pormenorizado que me ahorro y aprovecho. Les dejo aquí el link del primero de sus post (dedicó 3 a este tema), de esta forma nos convertimos en una red reportera del evento.

Me he referido en distintos momentos a la importancia de estar presentes en las conversaciones relevantes que se producen en el mundo. Las conversaciones que generan nuevas realidades. Por eso me decidí a ir al Seminario.

Nunca hasta ahora había estado involucrado en una reflexión profunda sobre lo medioambiental, pero poco a poco he ido teniendo la certeza de que se trata de un tema capital que convoca mi sentido de la responsabilidad como ciudadano del planeta que será habitado por mis descendientes. Traté de verlo así y no como una responsabilidad abstracta.

Da igual que no viva en la costa, que pueda elegir el hemisferio Norte o el Sur para vivir. Es un fenómeno transversal, transgeneracional, transclasista. Tiene que ver con ser humano y aceptar mi paso responsable por la vida y por el mundo que otros me permitieron vivir. ¿Cuál permitiré yo vivir a los que me suceden? Tiene que ver con mi agradecimiento a la vida ¿Como mostrarlo?


Y de esa conciencia personal pasé a conectarme con mi propia idea de la responsabilidad de quienes tienen la fortuna de dirigir organizaciones y transformar a través de ello el entorno en el que vivimos, aquellos que con sus visiones movilizan esfuerzos y me di cuenta que estamos lejos de incluir esta preocupación mas allá de los grandes titulares ¿Qué debe sucedernos para darle importancia, que se destruya la playa donde tenemos nuestra casa de verano, que se multipliquen por cuánto los precios de los alimentos, que se pierdan cuántas especies que formaron el paisaje de nuestra infancia?

Escribo esto en la columna de este mes: "El gran cambio debe producirse en el observador del mundo que el directivo es y ello nos lleva a la educación, a los principios éticos de una época que se enfrenta a nuevas realidades, pero también a la altura de miras de los gobiernos de las naciones (por más que la cortedad del tiempo político no colabore en ello) y de los gobiernos corporativos de las organizaciones en las que vivimos y trabajamos.

Al pensar en ese nuevo paradigma de observación me resuenan las palabras de Patricia May en el Congreso, no basta que sea el miedo el que nos lleve al cambio. Hace falta el amor."

¿Por qué seguimos a quienes seguimos, porque odian o porque aman algo? ¿Es la protección del planeta algo que nos conmueva? ¿Es hoy una obligación ética para quienes dirigen una organización? ¿Es cierto que preferimos a las empresas éticas? Hago estas preguntas estos días a aquellos directivos con los que trabajo ¿Qué estás haciendo tú por el futuro?


De pronto algunas respuestas son desoladoras, alguien muy cercano al sector público de la energía me respondió "¿Y será verdad esto del cambio climático" Ponerlo en entredicho es una forma de conservar una conciencia indiferente. Por suerte esa conciencia se está manifestando y la tibieza interior acomodada, la falta de calor interior que traslada el aumento de calor afuera, está dando paso a interpretaciones mas proactivas con nuestro compromiso con el planeta como ser vivo con derechos.

Me gustó especialmente la intervención del senador brasileño Critovam Buarque, copié en mi cuaderno: "El socialismo cometió el error de pretender la igualdad de ingresos cuando no está garantizada la igualdad de esfuerzos. Hoy sabemos que por lo que hay que luchar es porque nadie esté por debajo de lo necesario, ni por encima de lo ecológico"

Señaló también las grandes dificultades para avanzar en este proceso:
  • Mentales (el paradigma religioso de que el cielo nos espera o el individualista de que a mí finalmente no me va a pasar)
  • Políticas (los ciclos de 4 años que ponen la mira en lo inmediato)
  • Sociales (el miedo a tomar medidas inconvenientes por el impacto en el presente)
  • Demográficas
  • Técnicas
  • Epistemológicas (Pensar no es separado de sentir. Mientras los vivamos separados no hay solución. La sola lógica nos lleva al desastre)
La tarea es por tanto contaminar a quienes nos rodean, contaminar a los políticos, a los maestros, a los rectores. En mi caso a los directivos. Contaminar en este amor por el planeta.

¿Qué dirían quienes me rodean si les preguntaran si yo hago algo por el futuro de este mundo? ¿Y qué dirían de tí que lees este post?

domingo, abril 20, 2008


Conozco en Maracay a Narciso Guaramato. Le llaman doctor. Y escribo de él porque siempre me conmueven las personas que persiguen sus sueños, que se obsesionan por lograrlos y ponen todo su esfuerzo en ello sin acusar a nadie de los obstáculos.

Narciso Guaramato tiene los ojos entrecerrados, el Parkinson le dificulta moverse y hablar en algunos momentos. "Me he puesto lento", dice entonces, pero pasado ese vahído pasajero vuelve a lo que quiere lograr, recupera la energía y el brío.

Me pide que resuma las impresiones de mi visita y eso hago y le digo al final: "Este es tu sueño, en él nos has comprometido, ahora tienes que despertarlo, cambiarle de estatuto y hacer que se cumpla. Es el momento de gestionar el plan". Y le brillan los ojos y de la comisura del párpado le resbala una lágrima y miro alrededor y todo su equipo está dispuesto a no dormir, a hacer lo que sea necesario. Contagiados enamoradamente de su ejemplo. Narciso Guaramoto.

Permíteme por ello este pequeño homenaje cuando he vuelto al sosiego de mi casa.

martes, abril 08, 2008

La mosca y el cambio

Parado en la parte trasera del avión Santiago-Lima ha captado mi interés una mosca que revolotea majadera, moscardonamente a mi alrededor ¿Sabe esta mosca que está viajando a Lima? Me pregunto ¿Tiene alguna conciencia que saldrá a un mundo diferente cuando se abran las compuertas o acaso esta realidad del traslado solo la vivo yo y ella saldrá al aire contaminado de Pudahuel? ¿Sabe esta mosca que ya nada será igual?

No, evidentemente es ajena a este territorio que se mueve mientras ella cree que se encuentra detenido en algún equilibrio de un universo cierto.

En muchos momentos pienso que esta es la tarea del coaching directivo: abrir los ojos y las orejas, la vista y el oido a esos cambios que pueden hacernos vivir la metáfora de la rana hervida que cuenta Peter Senge en “La quinta disciplina”. Esa agradable somnolencia, el confort envenenado ante el que hay que aprender a estar alerta.

Lo difícil de esta tarea es que muchos directivos, como la mosca creen que el mundo no cambia tanto, que el lugar no se mueve, son sólo modas, que hay que resistir hasta que las cosas vuelvan a su orden, que todos estos son discursos alarmistas. Eso dice mucha gente, por ejemplo, ante el cambio climático (enseguida llegará mi post sobre el interesante Seminario organizado por la Universidad de Santiago).

Si no aceptamos que esta cabina, aparentemente inmóvil, en realidad nos dejará en Lima, tampoco podremos conservar aquello que debe permanecer. Ese fenómeno convive junto: lo que cambia y lo que permanece y en la práctica, lo que no debería cambiar no es siempre lo que permanece. Esa es la tragedia, se nos va la dirección de las manos, nos gana el vértigo de lo inesperado. Estamos de acuerdo que deberíamos conservar lo que nos constituye en valiosos pero dónde está, dónde reside. No hacemos generalmente esa reflexión.

Me hago esa pregunta y recomiendo que la hagan ¿Qué es aquello que si perdemos nos dejara en la cuneta de este viaje inexorable? Queremos conservar nuestra posición en el mercado, nuestra imagen, queremos lograr el compromiso de las personas, la pasión que nos llevó al éxito y, sin embargo, mantenemos y repetimos las prácticas que en el mundo anterior nos fueron suficientes, como los locos repiten sus rutinas que alguna vez funcionaron, siguiendo el dictado de la memoria, cuando la memoria no sirve en lo desconocido.

Nos faltan preguntas para indagar en cuál es la dinámica de lo estático. La formulación ya nos parece imposible, una contradicción, pero lo que no se mueve en las organizaciones no se mueve por algo. Lo que resiste es funcional a algo, a unos intereses que tienen su propia dinámica. Muchas veces descubrirlo nos permite salir del espejismo de que tiene sentido lo inmóvil.

Por eso miro con agradecimiento a esta mosca y le prometo nombrarla en mi próximo taller de Gestión del Cambio y la Cultura. Lo curioso es que en un momento me ha parecido que la mosca me devolvía la mirada y entre nosotros se establecía una complicidad difícil de explicar. Por suerte no es necesario