domingo, septiembre 20, 2015

NOTAS sobre el ENTUSIASMO

Al alero de la Asociación Mundial de Coaching Ontológico un grupo de personas generamos una Comunidad de Conversaciones Ontológicas a la que llamamos "Ágora" y en la pretensión de que ésta se vaya reproduciendo en un proceso de mitosis sucesivas la re-nombramos "Ágora 1". Hemos tenido interesantes conversaciones sobre "¿Qué significa ser comunidad?", sobre "Inclusión" y "¿Necesitamos la Política?". 

La última tuvo que ver con "El entusiasmo". En esa ocasión nos reunimos Jorge Olalla (que hizo la introducción al tema), Sally Bendersky, Rosa Arancibia, Luz María Edwards, Jacqueline Valenzuela, Raúl Pacheco, Sandra Cárcamo (desde Skype) y yo mismo.

Hablar del entusiasmo me produjo una reflexión que quiero recoger en este muro público de mis pensamientos. Estas fueron mis notas:    

"De la exposición de Jorge Olalla recojo  como primera idea que el  entusiasmo es la emoción en la que todos queremos estar. Supone ya un primer encuadramiento en la categoría de las emociones. y eso significa que si es una emoción podemos buscar el tipo de estímulos que ponen en marcha el punto de ignición del proceso de entusiasmarse y qué interpretaciones de ese estímulo lo gatillan.
Jorge pone el entusiasmo en un extremo de un eje y en el otro la desazón. En el medio propone  la contemplación, donde reside la mayoría, es donde más tiempo funcionamos, hay tiempo para reflexionar.

De alguna forma me hace ruido, la contemplación como hoy hablamos de ella, no muy diferente de como hablaban los místicos, es un elevado estado de conciencia, un camino de conexión para la plenitud.

Considero que en ese eje que plantea Jorge hay estados intermedios que tienen más que ver con la rutina y el adormecimiento que con la contemplación.



Efectivamente la etimología griega de entusiasmo habla de un encuentro con Dios “enthousiasmós”, algo así como un rapto divino, un momento de gloria, estar poseídos o estar tomados por un dios que nos eleva a acciones que pasan a ser gestas y plenitudes de sentido.

Y cuando escribo un dios, no sólo me refiero a la diversidad que proponía el Olimpo, sino a la que hoy pueden darnos convicciones tan diversas como la religión, la ecología, las artes, el conocimiento, el ser amado, la naturaleza ¿Es el enamoramiento algo parecido a ese rapto?

Aparecen preguntas importantes y perturbadoras como la que propone Jacqueline ¿Estarán poseídos por un Dios los violentos?
   
Si vemos a un dios como un núcleo inspirador de sentido, no podemos sino reconocer que esa violencia que vemos en manifestaciones brutales como las del Estado Islámico (probablemente no muy distintas a las que se llevaron a cabo en las Cruzadas) no cabe duda que parecen conectados con un sentido que para observadores de otras creencias, como nosotros parecen una apología al sinsentido.

Nos aparece la necesidad de distinguir: Entusiasmo, euforia, sentido de la vida, llamado, inspiración.
Propongo que hagamos un cruce de mundos emocionales y estados de conciencia y tal vez en una primera interpretación podríamos plantear

Estado de CONSCIENCIA - LUZ
Estado de DESCONEXIÓN - SOMBRA


ENTUSIASMO
EUFORIA
CONTEMPLACIÓN
ALIENAMIENTO
DESAZÓN/SINTUSIASMO
DEPRESIÓN
 
Raúl propone esa desconexión como una orfandad de algo.

Es necesario que no caigamos en la tentación de meter en este análisis a la ética. No hay una consideración ética en la demolición de estatuas en Palmira por parte de los musulmanes y esto es porque la Ética, como parte de la filosofía normativa requiere de un acuerdo social sobre las bases de la convivencia. Hay que estar de acuerdo con ese modelo para poder hablar de transgresión o formar parte de un mundo que mayoritariamente piensa de esa manera, considerando antiéticos a las personas que transgreden los valores que fundamentan ese mundo. El Estado Islámico o los Indignados parten por excluirse de ese mundo y declarar la necesidad de establecer las bases de otra forma de vivir diferente.

¿Era ético o antiético Robín Hood?


Estamos volviendo a la forma en que en la ontología se establece la decodificación lingüística de las emociones. Existe un estímulo pero la aparición de la emoción pasa por un observador que lo interpreta. Decapitar estatuas en Palmira puede ser una expresión del entusiasmo de los decapitadores como ejecutores de la justicia divina, para otros puede generar una profunda desazón, yo siento rabia.

Al terminar la conversación me quedo con esta palabra: RAPTO y la sensación de una desbordante energía.

viernes, septiembre 04, 2015

El coaching y la literatura ( I)






Estoy convencido de que el coaching obedece a un intento de conectarse con la vida para mirarla de frente, más que a cualquier tipo de entrenamiento concreto, a no ser que ese entrenamiento sea el de la auto observación y  la escucha compasiva de lo que nos rodea. Por eso acepto la palabra coaching solo como una forma de entendernos en un mundo en el que alguien se adelantó para nombrarlo, aunque no fuese con tino, aunque metiese en un mismo saco interpretaciones muy distintas.

Por otra parte, leyendo literatura aprendí que cada personaje habla del mundo con la convicción de que lo describe y cuantos más personajes aparecen en el relato más mundos aparecen con ellos y más difuso el concepto de verdad. En eso la literatura es un espejo de la vida y muchas vidas son auténticas obras literarias.

Además dentro y detrás de la obra literaria hay un autor. Leer siendo consciente de eso, pensar en el autor y sus intenciones, a la vez que entramos en la vida de los personajes, da otra dimensión de la lectura. Relacionar esto con mi actividad de coach  fue inevitable. Mirar al coachee y tener presente que detrás de la historia hay un autor, un observador, decimos en el coaching ontológico, introduce otra dimensión en la escucha y al hacérselo notar a quien te habla (el mal llamado coachee) definitivamente abre posibilidades transformadoras y literarias.

“¿Verdad o Visión? La alianza entre realidad y literatura, entre  lo vivido y lo contado, es un matrimonio tan inquebrantable como tambaleante y fantasioso” dice Berna González Harbour en su artículo “La verdad, esa gran versión” para introducir su comentario sobre tres libros que hablan de la razón por la que escribimos historias, creamos arte o interpretamos signos, cuando probablemente sea porque no podemos evitarlo porque crear y destruir está en nuestra esencia humana, como perseguir la verdad y deformarla y querer que lo que llamamos realidad se adapte a nuestra verdad en una simplificación artística.

Mi afición por la literatura  ha sido siempre un recurso para el coaching, me ha permitido  decirle al coachee, “mira por un momento a este personaje que se llama como tú y declara esto y hace aquello e interpreta eso otro. Veamos cuan predecible es, por qué puede operar de este modo, cuán consistente puede o no parecer”. El mero hecho de distanciarse y verse otro abre muchas posibilidades para el rediseño.

No es trivial mirarse como el personaje de una novela y vernos en escenarios distintos y en la dificultad para mantener una coherencia. “Busquemos las inconsistencias declarativas”, animo a encontrar eso que llama Robert Kegan diferenciar los supuestos que mantenemos y los supuestos que nos mantienen y no darnos cuenta que pueden ser contradictorios, que están basados en una ceguera probablemente involuntaria y en el peor de los casos en la creencia de que no se va a saber, porque nuestro interior es invisible, ¡Ah, pero en la literatura como en la vida el alma se asoma a los ojos o se precipita por nuestras reacciones más espontaneas!

Este juego permite la conexión con ese terreno en que la vida y la literatura se encuentran y se produce una forma de fluir que en el coaching ontológico acostumbra a llamarse “danza” y que la psicóloga Anabelle Kustz citada en el mismo artículo, plantea como,  “Al terapeuta le interesa la verdad subjetiva o emocional y creo que esa verdad existe y que sabemos cuándo  entramos en contacto con ella. Cuando se materializa un aspecto de la verdad emocional, tenemos ese sentimiento de conexión y repercusión profunda, de que algo nos ha llegado muy dentro. Pero es una cosa imprecisa, difícil de describir y definir y fundamentalmente provisional y cambiante”.


Esos atributos de “provisional” y “cambiante” podrían ser considerados como insuficientes para establecer que cuándo ocurre en el coaching (que no es una psicoterapia) hemos entrado en un terreno fértil. Muy al contrario, creo que señalan un territorio de lo posible porque no hay muros de hierro dentro de nosotros, hay muros sí, pero tienen la forma imprecisa de las creencias que pueden contener dentro su formulación contraria, que nos hacen, por tanto, provisionales y cambiantes aunque aspiremos a un carácter sólido y sin resquicios.

Finalmente el coach guarda la intención de que el coachee se haga cargo de que su propia historia no ocurre porque debiera ser, sino porque quiere que sea o porque teme que llegando a ser otra se develen personajes internos que no está dispuesto a asumir por falta de coraje o por temor a una respuesta de incoherencia superior para él, la de aceptar el temor como el capitán de su vida.

Otra vez más el dilema entre el amor y el miedo al final de ese espejo que es la vida y de ese espejo de la vida que es la literatura