martes, febrero 22, 2011

Un aporte a la felicidad


He encontrado varios comentarios en mi correo sobre mi artículo de "El arte de dirigir" titulado "El directivo como constructor de felicidad. Uno de ellos es el de Nelida San Martín, a quien conozco hace muchos años. Lo copio textualmente y sólo añado que es una opinión que comparto en plenitud.
 
"Estimado Juan, gusto en saludarte. Recién volviendo de vacaciones es un placer poder contar con tu artículo.

Me surge un aporte:
·         El directivo, además de atender y entender el carácter “aspiracional” propio de cada integrante de sus equipos, también requiere ser un diestro observador de las habilidades y competencias de sus colaboradores.
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El hecho que cada persona descubra sus potencialidades, las palpe, las reconozca , las despliegue, y reciba un feeback de sus aportes en el ambiente donde se desempeña (a lo cual muchas veces somos ciegos), contribuye a una mayor seguridad, a una solidez y valoración personal.  
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Permite que se abran espacios concretos  donde “yo soy importante”, donde “yo contribuyo, lo puedo hacer bien”, “y cada vez mejor”.
·         Este es un factor clave para identificar el lugar preciso que ocupe cada persona en la organización, que está íntimamente relacionado con la felicidad: hacer lo que me gusta y para lo que tengo más competencias, lo que naturalmente me resulta más fluido y “fácil” (para él o ella).  Crezco, me despliego, me desarrollo, evoluciono.
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Si a eso sumamos una adhesión a los objetivos institucionales, en concordancia con mis habilidades y capacidades, se produce una intersección virtuosa que enriquece el accionar común.
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Entonces el desafío para el directivo es crear ambientes donde se reconocen las aspiraciones de cada individuo, unido a la definición de un objetivo con sentido común, al cual cada integrante contribuye desde lo mejor de sí, …… la felicidad será un fruto sostenido en el tiempo, que provocará evolución y enriquecimiento de cada uno y cada una."

Gracias a ti Nélida

El directivo como constructor de felicidad


El pasado mes de Noviembre fui invitado por el IV Congreso de Coaching de Chile para hablar del directivo y su rol de constructor de felicidad. Suena utópico, algo así como referirnos a la paz mundial o a la erradicación del hambre en el mundo, a estas épicas que a menudo caricaturizamos como si fueran sólo declaraciones para la galería y en las que, sin embargo, yo creo.
Y para ello parto por creer que las empresas serían más productivas y mucho más innovadoras si estuvieran dirigidas por personas orientadas a la felicidad.
Para mostrarlo en el Congreso comencé haciendo dos preguntas a los asistentes:
  1. ¿Quiénes de los presentes quieren ser felices?
  2. ¿Quiénes se consideran recursos?

 
Levantaron todos la mano al formular la primera y nadie la levantó para responder a la segunda, igual que ocurría cuando escuchaba a Salvador García hacer esta segunda pregunta en sus talleres de Dirección por Valores, varios años atrás.
  1. Querer ser felices está en nuestra naturaleza y por eso la búsqueda y el acercamiento a la felicidad es una tarea impresa en nosotros.
  2. Los recursos son medios para algo y los cuidamos en función de su aporte al fin, no por ellos mismos, por eso hacemos mantenimiento a nuestros autos cada año y no porque los amemos.
De forma que no debe extrañarnos la respuesta que obtuve. Lo importante es si interpretamos esa respuesta en función de lo que vincula a las personas a las organizaciones. No vincula la condición de recursos, más bien lo contrario, vincula todo aquello que nos acerca a nuestra meta de ser felices y sentirnos bien en la vida.

Cuando esa vinculación se mide en meros términos contractuales, que otra empresa mejore la oferta económica será suficiente para que los empleados dejen la compañía en la que están, porque al mismo tiempo se ha producido en ellos la percepción del trabajo como un simple medio de obtención de recursos para financiar una felicidad que está en otro lugar.

Cuando el trabajo nos da esas condiciones materiales y además se convierte en un espacio de desarrollo humano y profesional, que posibilita acercarnos a momentos valiosos, el contrato se vuelve emocional.

Aparece entonces el rol que da título a esta columna: el directivo como constructor de felicidad, en la medida que genera y gestiona las condiciones para que aparezcan los motivadores intrínsecos que lleven a las personas a sentirse transitando el camino de ser más felices.
¿Qué guías tiene ese directivo para lograrlo? Cuenta con declaraciones tan poderosas como las siguientes:
  • Todos queremos ser protagonistas de nuestra vida
  • Todos queremos sentir que lo que hacemos contribuye a un propósito superior
  • Todos aspiramos a que nuestro trabajo concreto sea considerado un aporte valioso a ese propósito y
  • Todos quisiéramos destacar en lo nuestro y llegar a la maestría.

    Estas declaraciones, a mi juicio, contienen suficiente significado para orientar la acción directiva y por fortuna cada día son más los que lo leen así, aunque su tinta sea invisible.