lunes, julio 16, 2012

El valor de una visión


Conocí a Hermann Pargas en un taller de Liderazgo que facilité en Valera, capital del Estado de Trujillo en Venezuela, organizado por la Asociacion de Comerciantes e Industriales de Valera. 

En una de las actividades corporales que propusé nos tocó ser dupla, se trataba de que cada uno caminara y el otro observara, que mostrara después ese caminar y le hiciese ver qué llegaba a saber de la persona observada, qué le decía de su identidad, de su postura en el mundo, qué propuesta podría hacerle.

Cuando llegó el turno de que Hermann me diera feedback, me dijo que desde la cintura hacia arriba mi caminar emanaba seguridad, "sabes adónde vas, das confianza, tiene que ver con la persona inspiradora que da este taller", sin embargo me mostró que de la cintura hacia abajo mis pasos eran cortos, como si no quisiera llegar al lugar que podría llegar, como si no me pertiese ser quien podría llegar a ser, "Tienes un potencial que no aprovechas ¿Por qué?". Me vinieron a la mente las palabras de Marianne Williansom y una certeza de que Hermann me estaba mostrando algo importante.

Desde ese instante le respeté más, supe que sabía observar y meses después tras algunas experiencias que están ocurriendo en mi vida profesional, siento que las palabras de Hermann fueron un fermento para mí.

Hace unos días Hermann Pargas me envió el texto de una conferencia que dio en el Congreso de la Trujillanidad del pasado mes de Mayo. Es quizás algo largo para el formato de un blog pero les recomiendo su lectura por lo que dice y el tono en que lo dice, porque en su ponencia están expresados los aspectos fundamentales de una narrativa de liderazgo. Muchos de los lectores de este blog ignorarán dónde está Trujillo, su economía, las características de su gente, pero después de leer estas palabras, sabrán que es un lugar donde los sueños son posibles y querrán conocerlo. Lo rescato también porque habla de personas que conozco y admiro como Francisco González Eladio Muchacho a quien empecé a admirar antes de conocerlo.

viernes, julio 13, 2012

El drama de la auto exigencia, el gozo de la abundancia


Parece que hablamos de lo mismo y sin embargo es muy distinto. De nuevo las distinciones... En mis últimas conversaciones directivas se ha dado la coincidencia (o qué se yo lo que se ha dado) de que aparezca un tema recurrente, un tema que bajo la apariencia de una cuestión de carácter responsable produce dolor interno. 

Me refiero a los directivos exigentes e incomprendidos, aquellos que se enfrentan a la conspiración de las circunstancias en contra de la excelencia. Veámoslo de otra forma, veámoslo como propone Jim Collins La excelencia no es producto de las circunstancias. La excelencia es una decisión consciente. Es decir Collins sugiere que algo debemos distinguir y por ello su apelación a la consciencia.

¿Nos ayudará  esa consciencia a entender las razones de la dificultad que con frecuencia encontramos? ¿Están estas dificultades fuera de nosotros, están adentro? ¿Invocamos a la dificultad desde la manera en que estamos siendo? ¿Atraeremos la posibilidad desde otra forma de mirar? “Es que yo soy muy autoexigente, por eso exijo” Esta es una frase que he escuchado repetidamente en estos años de coach y he aprendido que detrás de ella hay mucho sufrimiento, hay castigo y frustración.

Ser auto exigente podría parecer que nos pone en un camino de perfección y que justifica el sacrificio y la opción de fustigar a otros para que también ellos consigan esa perfección que los seres humanos hemos venido a lograr en la vida.

“Yo soy auto exigente por eso no me puedo permitir el descanso, ni la celebración, hasta que no obtenga los resultados que me propongo. Tengo una vara muy alta ¿Puede ser malo buscar la excelencia?”

Es en ese momento que producimos la trampa en el lenguaje. La excelencia y la perfección son términos diferentes. Exigir pone el foco en lo que falta, por eso nos causa sufrimiento. La excelencia pone la luz en lo que abunda y nos produce satisfacción. No requerimos el resultado perfecto, ni postergar la celebración a ese momento inalcanzable de lo perfecto.


La perfección es un resultado utópico, la excelencia es un proceso intencional de avanzar en hacer las cosas mejor, se convierte en una filosofía que pone su canto en la abundancia, vivida como una construcción.

Ahora bien, detrás de la distinción, se alberga o un drama o el alegre flujo de vivir y crecer. Eso es lo más importante desde el punto de vista de servir a los otros ¿Cómo mostrar que dejar que el juicio de “ser insuficiente”, “hacer insuficiente” o “tener insuficiente” more en nosotros es el principal drama interior de los seres humanos? ¿Cómo mostrar que cuando tratamos de vencerlo desde la auto exigencia estamos bordeando el mismo abismo.

En mis talleres suelo poner una lámina que recoge lo que Thomas Alba Edison respondió a un periodista que quería saber cómo había logrado tener la perseverancia para continuar su investigación después de haber tenido casi mil intentos en su búsqueda para descubrir la ampolleta.  “¿Cómo pudo superar tantos fracasos?” le preguntó el periodista  y Edison respondió: “No son fracasos, hemos aprendido más de mil maneras de cómo no se debe hacer una ampolleta”. Y yo escucho en su respuesta: si hubiera vivido el proceso como un fracaso no habría podido mantener mi ánimo, habría sucumbido al desaliento. 

Por eso detrás de la exigencia hay tanta frustración y tantas personas que abandonan y terminan amargamente desesperanzados o lamentándose “Yo  sería feliz si no me importaran las cosas, pero como soy tan auto exigente…”.

Otra frase que vuelve a transgredir el lenguaje asimilando no ser exigente a ser alguien despreocupado o irresponsable, cuando la primera responsabilidad es lograr que el mundo sea más feliz y vivible

Mis amigas Silvia Guarneri y Miriam Ortiz de Zárate en su libro “No es lo mismo”, aportan un enfoque convergente  al plantear en uno de sus capítulos En el camino de la excelencia los errores son parte natural de la acción y pueden ser vistos como una oportunidad (…) En el camino de la exigencia, sin embargo, el error es visto como un enorme fracaso. Algo muy difícil de aceptar y de digerir

Una vez más nos encontramos dos conversaciones que recorren la historia de las personas y nos llevan a tener vidas diferentes: La escasez que nos lleva a pelear y competir versus la mirada de lo abundante que nos  impulsa a compartir y celebrar con alegría.

Dos formas de entender la vida, dos posibilidades diferentes, ante las que podemos elegir.



 

 

miércoles, julio 11, 2012

Las metáforas del Coaching


"Hay palabras escondidas dentro de otras, como piedras"

Céline

Este verso de Louis Ferdinand Céline me capturó hace años cuando buscaba en la poesía destellos de sentido. Palabras dentro de otras, unas absorbiendo a las otras, defendiéndolas, dándoles cabida, pero, a la vez, ocultándolas.

Palabras-piedras, por su solidez o por su capacidad de ser arrojadizas. Piedras preciosas dentro de las piedras.

Hoy encuentro este verso en un lugar inesperado: un libro de management. Hoy este verso me lleva al coaching, a su fución de develar la persona que hay dentro de la persona que se muestra, la piedra preciosa que se alberga en un cuerpo, en un rol, en esa máscara.

Lo valioso que no es consciente para quien lo tiene y por ello menos visible para el que mira.

Esa experiencia de contacto con la grandeza de servir como vehículo para mostrar lo que está en el fondo, para quitar las capas de herrumbre y conectar al ser con su centro más valioso.

De eso hablamos cuando hablamos de coaching transformador (no mero entrenamiento) y de eso hablamos cuando nos referimos a la emocionante experiencia de actuar y vivir como coach.