lunes, mayo 28, 2007

Orar, pedir, gritar


Cuando hace unos días entré al blog de Raúl Herrera y leí su post sobre "La Oración del estudiante" de Humberto Maturana le prometí citarlo desde el mío, contribuyendo a las redes, a los ovillos de lana y conocimiento y a la repetición con otros registros de lo que queremos que sea compartido.

Me gustó su traslado de la idea central del poema-oración al mundo de la empresa y las relaciones entre directivos y colaboradores. Repito los últimos versos para subrayarlo más:

No sabréis quien soy
Si os escucháis a vosotros mismos
No me instruyáis; dejadme ser.
Vuestro fracaso es que yo sea idéntico a vosotros.

Lo clónico no contribuye a la innovación. Quiero dar por eso otro paso más. No hace mucho fui invitado a un encuentro de expertos del Consejo Nacional de Innovación, fue una reunión que dirigía Nicolás Eyzaguirre, en la que se nos pedía la opinión sobre las cosas que podrían hacerse en Chile para generar ambientes de innovación.

Respondí cuando llegó mi turno que una tarea está en el desarrollo de capacidades directivas que permitan que las organizaciones sean espacios para la creación. ¿Será un requisito aceptar lo diverso? ¿Será un requisito permitir el afecto? ¿Será no dar tantas respuestas, no tener que saberlo todo? ¿Tendrá que ver con prestar mas atención, abrir más los ojos, detenerse y tocar?
¿Tendrá que ver con tener menos ego?

Vuestro fracaso es que yo sea idéntico a vosotros, que yo perpetúe vuestros éxitos, que ya no lo serían éxitos en el futuro, que yo repita los mismos errores y siga los caminos trazados y repita las reglas y las obedezca, porque si lo hiciera, estaría deteniendo el tiempo,congelando la vida, deviniendo al comienzo, a la conformidad de lo que ya fue. Eso le escucho a Maturana

Y pregunto entonces ¿ Y para eso, cuánto estamos dispuestos a ser contradichos? ¿Cuánto a que las reglas cambien sin renunciar?

¿Habrá que orar para recuperar la fe de la inventiva? ¿Habrá que atreverse a pedir? de momento pienso que gritar siempre ha sido una expresión de libertad y que la oración de Maturana es el grito de un hombre ilustrado.

Eso es lo que tenemos que promover en las Univesidades y en los programas de coaching: la invitación a que los directivos vayan en contra de sus hábitos, renuncien a su jerarquía para disfrutar de su influencia.

Para dar ejemplo me voy a dormir que es lo que tanto demoro en hacer. Aunque antes quiero romper una lanza por el ingrediente que mas le hace falta a la cultura directiva chilena: el humor. Recemos juntos una plegaria para que la selección nacional de Innovación lo logre

domingo, mayo 20, 2007

Quiero hablar del coraje y de Loreto

Los historiadores sólo se refieren a los hechos cuando los años han quitado las emociones que pesaban sobre ellos y un cierto polvo ha depositado sobre sus anaqueles verdades distintas. Yo no soy historiador pero he dejado que pasen unos meses para hablar del efímero paso de Loreto Ditzel por la Subsecretaría de Deportes.

Tampoco contaré nada de la historia, quiero hablar de ella porque soy su amigo y su coach. Y me ha conmovido su coraje.

La palabra coraje viene del latín cor que significa corazón, corage en el antiguo franco. Significa tener valor "Echar el corazón por delante" . En la Edad Media el corage era el centro de la vida interior, en donde se ubicaban los sentimientos, los pensamientos y la voluntad. De ese centro de energía y fuerza quiero hablar


El Mercurio recogió la siguiente declaración de Loreto en aquellos días aciagos del mes de marzo: "He observado y vivenciado con profunda indignación y asombro la forma en que he sido tratada. Se ha enlodado mi prestigio profesional, laboral y humano. La saña y agresividad de los ataques que he recibido en pocas horas me ha demostrado el nivel de odiosidad que subsiste aún en algunos sectores".
Se refirió a la indignación y al asombro. Algunas veces por sentirlos las personas se salen de la cancha, se retiran. Eso no es lo que hizo Loreto y después de su noble renuncia al puesto (que no es lo mismo que retirada de su legítimo derecho a defender su verdad), buscó tener las conversaciones que dejaran clara la injusticia que se cometió con ella. Las cuerdas se quiebran por sus partes más débiles y ella fue un episodio más de la forma en que Gobierno y oposición hacen política en este país de rencores. No salieron con el mismo relieve las acusaciones que los retractos.
Así cuando Longueira reconoció que había sido un ataque injusto, los medios lo comentaron sin titulares. Esto no es relevante para mi reflexión, sólo enmarca un contexto de injusticia, que hace mas valioso el coraje.


Loreto pudo encerrarse en sí misma, sin embargo hizo uso del coraje de quienes saben que están siendo injustamente acusados y defendió su nombre y su honra. Hay en esta conducta una pauta que a mi juicio caracteriza a las personas que tienen liderazgo y que saben que su credibilidad es su capital mas importante.


No se puede dirigir sin coraje, sin defender las propias convicciones. Renunciar tambien es una manifestación de ese coraje, cuando con ello no se da el capítulo por cerrado. Las batallas son sólo episodios de las grandes contiendas. Todos los que ganaron perdieron alguna vez una batalla, pero tuvieron el coraje de seguir en su lucha.
Hablamos no hace mucho de sus lecciones aprendidas y me dijo algo que me dejó pensando: "Hay momentos en que quien tiene que sacar la cara por uno mismo es uno mismo".


Podemos no estar de acuerdo con las ideas de otros, pero admiramos el coraje en defenderlas, porque no somos inmunes al corazón de nadie. Por eso (y esto es lo que me hace traer este episodio a un blog de coaching directivo) enfrento a mis coachees que exponen su confusión por no tener seguimiento ante las crisis, si dijeron todo lo que tenían que decir o "jugaron a ser correctos", si defendieron sus ideas, si a su alrededor pudieron ver el coraje sin ira de no dejar que pisotearan su postura. ¿Te hiciste respetar?, les pregunto.
He colaborado durante estos últimos años con Loreto Ditzel, pero nunca la he respetado tanto como ahora. Y aprovechando que este blog es mío y puedo usarlo como ventana, le doy las gracias por la lección personal que me ha mostrado y que también para mí tiene sus ecos.

martes, mayo 01, 2007

¿Liberar u oprimir?


Me integro a un grupo de reflexión sobre la vida (?) que tiene como uno de sus ejes que los participantes son directivos o empresarios que creen que pueden lograr los objetivos que se plantean y a la vez ser más feclices cuando esos objetivos tienen componentes sociales y para lograrlos se pretende realmente el desarrollo de las personas de la organización.


Este discurso en el que vamos creyendo cada día mas personas, las mismas ideas que subyacen en mi columna de "El arte de dirigir", no hay mucho, por tanto, en lo que extenderme ahora para sustentarlo. No es novedad.


Escribo para dejar huella de las palabras del juez Carlos Cerda, invitado a la última parte del encuentro, que se refirió a su propia profesión como "aquello que no hay que hacer: juzgar a los otros". Lo que no deberíamos hacer, pero que no podemos evitar. Somos máquinas de juicios, evaluamos permanentemente lo que nos rodea, el proceso de dirigir está muy relacionado con esa evaluación permanente. Se trata, entonces, de avaluar con empatía, con una información que se haga cargo del mundo del otro, de lo que piensa cuando hace, de lo que hace que piense así.


Anoté en una hoja de papel: "Cuando tenemos el poder tenemos la herramienta para liberar u oprimir. Esa es una decisión de la que no somos tan conscientes. Cuando decidimos, trazamos la raya blanca de un campo de juego y con ella estamos liberando u oprimiendo". Fue la reflexión de escuchar al juez Cerda.


Quiero incluir esta idea entre las preguntas de coaching directivo ¿Qué pretendes cuando decides lo que decides: liberar u oprimir, dar alas o evitar que se salgan de la cancha, movilizar a la autonomía o promever la obediencia?


¿Cuál es la intención con independencia que nos contradigamos? Son dos planos distintos. Ser humanos permite aceptar la contradicción y la inconsecuencia que nos sobreviene en momentos, lo importante es no perder el ansia de la divinidad personal. No me estoy poniendo religioso, me refiero a un sentido de la espiritualidad que busca la integración de nuestras acciones personales con la visión del bien.


En el dominio en el que se mueve este blog tendría que ver con el desarrollo de un estilo de dirigir que libere, integre, invite, promueva la transparencia y la diversidad. Para eso hay que pensarlo. Hay que dedicar tiempo a pensar en el estilo, a dibujarlo en la mente, a que pase la prueba de la blancura. Es decir, el estilo es una elección personal. A veces lo olvidamos.


¿Qué estilo quiero tener en mi vida? Si lo pensamos tendremos que ponernos en contacto con nuestros valores. Los encontraremos incómodos en algunas ocasiones pero claramente orientadores. Esa pregunta que repito y me repito ante la duda ¿Qué haría si siguiera mis valores ante esta situación?


Todo esto pensé cuando iba en el taxis al salir de la reunión de la que me perdí la última parte. Al día siguiente mientras volaba a Colombia abrí un libro de introducción a la meditación y me encontré con una frase de George Bernard Shaw. "La imaginación es el comienzo de la creación. Ustedes imaginan lo que desean; ustedes desean lo que imaginan, y al final ustedes crean lo que desean"


¿Qué es lo que realmente deseo en este punto que no puedo apartar de mi mente?