martes, octubre 21, 2014

Dirigir desde el paradigma del Saber



Entre las sincronicidades de estos últimos meses está la compulsión a escribir sobre el cambio y la incertidumbre, como quien da vueltas alrededor de un árbol o de una esquina o pasa las hojas de un libro leído decenas de veces en busca de un mensaje oculto entre los párrafos que aún falta develar. 

Y junto a eso, la curiosa coincidencia de que un buen número de mis coachees de este momento van descubriendo que su gran quiebre es que se acercan a la función de dirigir desde el paradigma del saber. Eso me obliga a mostrarles distinciones sobre cambio e incertidumbre, sobre lo técnico y lo adaptativo, sobre surfear o tratar de caminar sobre las olas.

No hace mucho conversaba con Budeny Correa, una excelente colega y buena amiga,  que desde el saber, como lo hemos entendido tradicionalmente, nos enfrentamos  a los nuevos escenarios con las viejas recetas, intentando con poco éxito que encajen y que la realidad se amolde a nuestro saber, al terminar escribí las siguientes notas: 

“Cuando creo que lo que he llegado a ser es por mi saber, de  alguna manera no valoro
a quien soy sin ese saber.

Cuando no reconozco que quien he llegado a ser ha sido por mi desarrollo, mis propios errores y mis cambios no es fácil que pueda medir a los demás por su desarrollo, sus cambios y lo que aprendieron errando,  sino por su saber.

Cuando creo que mi identidad está ligada a mi saber, que me quieren y/o respetan por eso, mi valor es mi saber y evitaré entrar en aquellos espacios en que no sé y trataré de generar reglas en las que el saber sea lo primordial.

Cuando lo demás llegan a verme como el que sabe es difícil que se atrevan a innovar a través de aquello que no saben, es probable que prefieran quedarse a la sombra de mi saber cómo un lugar seguro y fresco.

Cuando los demás reconocen que les juzgo por su saber estarán más preocupados por superar el examen de su conocimiento, para ser legitimados, que por colaborar y construir equipo. Aprendimos a tratar de sacar la mejor nota ante el profesor, no a ponernos de acuerdo para sacar la misma nota.

La mala noticia es que en los tiempos de incertidumbre el saber siempre remite a lo pretérito y por lo tanto trato que mi gente transite los caminos que yo conozco, pero en la incertidumbre es más valiosa la capacidad de contención y de generación de esperanza y  empoderamiento, que dar instrucciones que por la complejidad de lo incierto serán simples bengalas en el día.


Y como algo sé en mi más profundo interior, sé, sin querer saberlo, que debería salir a caminar sin mapa como un explorador, pero cómo reconocer que no tengo mapa, si quienes me rodean piensan que soy un libro de mapas, dado que  yo siempre supe.

Mientras no reconozca en mi corazón que el nuevo escenario requiere otros paradigmas, el del querer o el del coraje y el valor, estaré mirando al mundo desde mis ojos de sabedor, aunque lo que vea no sea el mundo real. Veré equipos donde hay grupos, veré incapacidades donde hay dudas, veré enemigos donde hay cuestionadores.

Desde mi paradigma del saber es difícil reconocer que lo que se espera de mí en esta situación es algo que aún no sé, porque si fuera así ya no serviría, no estaría dando la talla.

Tal vez  tenga que descubrir que la verdadera sabiduría es la que no considera al saber cómo su pedestal. Tal vez como Séneca deba reconocer que “sólo sé que no sé nada”, pero que confío tanto en mí y en quien soy que puedo aventurarme a aprender a dirigir sin mapa, a escuchar las señales y construir interpretaciones en las que puedo ser vulnerable.

Claro para eso tengo que empezar por hacerme preguntas sobre la confianza profunda en mí mismo y en quienes llamo mi equipo y empezar a diseñar un nuevo modelo de relaciones en el que me anime un nuevo desafío: construir con otros una Visión y el proceso para lograrla  y más que evaluarlos hacer que se hagan cargo de desarrollarla sin dependencia y más que mi saber entregar mi sabiduría y mi afecto.”

Sí, escribí esto mientras me daba cuenta que algo dentro se removía. Después en otra reunión de colegas, Eduardo Olguín  pronunció la palabra “encontrador” para ponerla frente al buscador que yo estaba proponiendo y al caminar por las calles de Santiago empecé a pensar que puede ser esta una de las claves del misterio: que el que sabe, cree saber lo que busca y que lo quiere porque sabe que funciona y lo sabe porque alguna vez funcionó, mientras que el que quiere lo que sabe es encontrar lo que requiere con la esperanza y la voluntad de que funcionará.


Hay un plan inconsciente que le lleva a partir de que reconoce lo que quiere y se lo dice  y lo escribe y lo repite. La condición es estar en profunda conexión consigo mismo, eso que nuestro mundo occidental ha hecho tan difícil. Saber esto es otra forma de saber, que puede sumarse al querer y al poder.

Para el primero, el que sabe, la incertidumbre es un avieso enemigo, para el segundo es la bruma de algunos amaneceres.