Entre las
sincronicidades de estos últimos meses está la compulsión a escribir sobre el cambio
y la incertidumbre, como quien da vueltas alrededor de un árbol o de una
esquina o pasa las hojas de un libro leído decenas de veces en busca de un
mensaje oculto entre los párrafos que aún falta develar.
Y junto a
eso, la curiosa coincidencia de que un buen número de mis coachees de este
momento van descubriendo que su gran quiebre es que se acercan a la función de
dirigir desde el paradigma del saber. Eso me obliga a mostrarles distinciones
sobre cambio e incertidumbre, sobre lo técnico y lo adaptativo, sobre surfear o
tratar de caminar sobre las olas.
No hace
mucho conversaba con Budeny Correa, una excelente colega y buena amiga, que desde el saber, como lo hemos
entendido tradicionalmente, nos enfrentamos a los nuevos escenarios con las viejas recetas,
intentando con poco éxito que encajen y que la realidad se amolde a nuestro
saber, al terminar escribí las siguientes notas:
“Cuando creo
que lo que he llegado a ser es por mi saber, de
alguna manera no valoro
a quien soy sin ese saber.
Cuando no
reconozco que quien he llegado a ser ha sido por mi desarrollo, mis propios
errores y mis cambios no es fácil que pueda medir a los demás por su desarrollo,
sus cambios y lo que aprendieron errando, sino por su saber.
Cuando creo
que mi identidad está ligada a mi saber, que me quieren y/o respetan por eso,
mi valor es mi saber y evitaré entrar en aquellos espacios en que no sé y
trataré de generar reglas en las que el saber sea lo primordial.
Cuando lo
demás llegan a verme como el que sabe es difícil que se atrevan a innovar a
través de aquello que no saben, es probable que prefieran quedarse a la sombra
de mi saber cómo un lugar seguro y fresco.
Cuando los
demás reconocen que les juzgo por su saber estarán más preocupados por superar
el examen de su conocimiento, para ser legitimados, que por colaborar y
construir equipo. Aprendimos a tratar de sacar la mejor nota ante el profesor,
no a ponernos de acuerdo para sacar la misma nota.
La mala
noticia es que en los tiempos de incertidumbre el saber siempre remite a lo
pretérito y por lo tanto trato que mi gente transite los caminos que yo
conozco, pero en la incertidumbre es más valiosa la capacidad de contención y
de generación de esperanza y
empoderamiento, que dar instrucciones que por la complejidad de lo
incierto serán simples bengalas en el día.
Y como algo sé
en mi más profundo interior, sé, sin querer saberlo, que debería salir a
caminar sin mapa como un explorador, pero cómo reconocer que no tengo mapa, si
quienes me rodean piensan que soy un libro de mapas, dado que yo siempre supe.
Mientras no
reconozca en mi corazón que el nuevo escenario requiere otros paradigmas, el del
querer o el del coraje y el valor, estaré mirando al mundo desde mis ojos de sabedor,
aunque lo que vea no sea el mundo real. Veré equipos donde hay grupos, veré incapacidades
donde hay dudas, veré enemigos donde hay cuestionadores.
Desde mi
paradigma del saber es difícil reconocer que lo que se espera de mí en esta
situación es algo que aún no sé, porque si fuera así ya no serviría, no estaría
dando la talla.
Tal vez tenga que descubrir que la verdadera sabiduría
es la que no considera al saber cómo su pedestal. Tal vez como Séneca deba
reconocer que “sólo sé que no sé nada”, pero que confío tanto en mí y en quien
soy que puedo aventurarme a aprender a dirigir sin mapa, a escuchar las señales
y construir interpretaciones en las que puedo ser vulnerable.
Claro para
eso tengo que empezar por hacerme preguntas sobre la confianza profunda en mí
mismo y en quienes llamo mi equipo y empezar a diseñar un nuevo modelo de
relaciones en el que me anime un nuevo desafío: construir con otros una Visión
y el proceso para lograrla y más que
evaluarlos hacer que se hagan cargo de desarrollarla sin dependencia y más que
mi saber entregar mi sabiduría y mi afecto.”
Sí, escribí
esto mientras me daba cuenta que algo dentro se removía. Después en otra
reunión de colegas, Eduardo Olguín pronunció la palabra “encontrador” para
ponerla frente al buscador que yo estaba proponiendo y al caminar por las
calles de Santiago empecé a pensar que puede ser esta una de las claves del
misterio: que el que sabe, cree saber lo que busca y que lo quiere porque sabe
que funciona y lo sabe porque alguna vez funcionó, mientras que el que quiere
lo que sabe es encontrar lo que requiere con la esperanza y la voluntad de que
funcionará.
Hay un plan
inconsciente que le lleva a partir de que reconoce lo que quiere y se lo dice y lo escribe y lo repite. La condición es
estar en profunda conexión consigo mismo, eso que nuestro mundo occidental ha
hecho tan difícil. Saber esto es otra forma de saber, que puede sumarse al
querer y al poder.
Para el
primero, el que sabe, la incertidumbre es un avieso enemigo, para el segundo es la bruma de
algunos amaneceres.