domingo, agosto 24, 2014

Gestionar la incertidumbre



En 1925 Werner Heisemberg  estableció dentro de la mecánica cuántica la imposibilidad de que determinados pares de magnitudes físicas fueran conocidas con precisión arbitraria. A eso se llamó el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Se refería a que no podía determinarse simultáneamente  la posición y el momento lineal de un objeto dado. En otras palabras decía que, cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su cantidad de movimientos lineales y, por tanto, su masa y velocidad.

Se planteaba así que frente a la física tradicional que buscaba respuestas precisas, el avance del conocimiento en la física cuántica pasaba por aceptar niveles de incertidumbre como parte de una realidad compleja e indetenible. Ese es el planeta que vivimos no sólo en la Física, el ser humano no permite ser descrito con la aspiración de la física tradicional, ni las relaciones  sociales, ni el liderazgo, ni el amor, ni la gestión de un mundo que ya no se ajusta a paradigmas que van cambiando velozmente.

De hecho gestionar la incertidumbre es una cierta forma de hablar que conserva en su interior una fantasía, algo así como si pudiésemos domeñarla, en realidad cuando dirigimos hoy en día sólo logramos gestionar la incertidumbre (entendida de esta forma fantasiosa) estableciendo escenarios que la reducen descartando posibilidades, aceptando el error y probablemente generando una realidad imperfecta que no es. Más bien lo que queremos decir o al menos lo que quiero decir yo al referirme a gestionar la incertidumbre es a contener el impacto que la incertidumbre tiene en quienes requieren certezas para seguir adelante y poder, a pesar de ello, avanzar.


En ese sentido no es lo mismo gestionar la incertidumbre que gestionar el cambio.  Cuando hablamos de gestionar el cambio nos planteamos pasar de un estado a otro, es decir visualizamos un cambio concreto . Existe por lo tanto un sentido de dirección, incluso prevemos un camino a recorrer en el que podemos atisbar que habrá impactos previsibles de los que hacernos cargo. Gestionamos al anticipar esos impactos y buscar formas de mitigar las reacciones negativas y las resistencias.

Cuando hablamos de incertidumbre ese camino no existe o no es claro. Ni siquiera podemos equipararlo  a la duda. Dudamos entre alternativas. La duda supone tener una pregunta abierta y eso ya es un punto de partida. La historia del pensamiento y la ciencia ha avanzado desde la duda.

En el caso de la incertidumbre muchas veces no tenemos esa pregunta al alcance, lo que tenemos delante es confuso, tanto que no sabemos qué preguntarnos y sin embargo vivir supone estar inmerso  en esa "confusión". 

En el proceso de acompañar a  directivos he aprendido que la forma de poder avanzar en esta bruma que nos impide la certeza pasa por dos aspectos que me han llamado poderosamente la atención: La aceptación de la vulnerabilidad y del riesgo que eso supone por una parte y la conexión profunda con la esperanza, por otra.

La alternativa es quedarse quieto y que la vida nos escriba el guion sin contar con nosotros. Ante ello muchos pensamos que  merece la pena confiar en la fuerza que emerge de una forma invisible cuando nuestra mente está abierta y atenta, más allá de lo complejo, allí donde la esperanza se mueve. Una vez más podríamos decir que el secreto está en la ACTITUD.

domingo, agosto 03, 2014

A veces se encuentra una PERLA

Siempre que busco con esperanza encuentro perlas. Uno de los proveedores de esas perlas es Juan Arias, escritor, periodista, filósofo y ex sacerdote y Secretario General en Roma  de los Misioneros del  Sagrado Corazón, a quien vengo leyendo desde finales de los años 70 en que me convertí en lector de "El País". Además Juan Arias es almeriense como lo fue mi padre y de donde viene, por tanto, el 50% de mis genes: los Vera.

En estos días he leído su artículo: "¿Enterrar semillas o colocarlas en una cuna?", que narra el experimento de una profesora brasileña (país donde hoy vive Juan Arias) con nombre de personaje de García Márquez: Silvana Aparecida, una mujer que como muchos de los lectores de este blog y yo mismo, cree que el lenguaje genera realidad, que no es inocente y que a través de la palabra y las conversaciones podemos cambiar al mundo.

Silvana Aparecida debe creer esto y también en la frase del Papa Francisco I "Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser de las actitudes.” y en eso trabaja, en cambiar las actitudes de sus alumnos. 

El artículo es tan bueno que no puedo sino que incluirlo completo, coincido en cada coma y en cada punto:

¿Enterrar semillas o colocarlas en una cuna?

 

 

 

"Esta columna se podría titular también "La fuerza de una idea". Se trata de un hecho real: la historia de un cambio de palabras que se convirtió en la fuerza motriz de una experiencia pedagógica. Ocurrió en la escuela primaria piloto Hermann Muller, en la preciosa ciudad brasileña de Joanville. Se trató de cambiar la palabra “cova” por la palabra “berço”.

La protagonista es la profesora Silvana Aparecida, que de la nada, con la fuerza de una idea, empezó a alfabetizar creativamente a los niños de una zona rural. Lo hizo utilizando flores y poesías, sembradas juntas en el jardín de la escuela en el que los alumnos aprendieron a cultivar las semillas de las plantas. El jardín acabó sembrado también de poemas.

Los versos se convertían en flores de palabras y los nombres de las flores en cartilla de abecedario. Y se hizo el milagro; aquellos niños de familias pobres aprendieron a leer antes de la edad en la que un niño suele empezar a silabear las palabras.

En la experiencia fueron involucrados los padres de los alumnos, muchos de ellos campesinos y
cazadores, a los que sus hijos, que en la escuela aprendieron a descubrir la fuerza de la libertad en el vuelo de las aves, acabaron convenciéndoles de jubilar sus escopetas para dejar tranquilos a los pájaros en los árboles.

En medio de esa experiencia innovadora y creativa, tuvo lugar algo significativo que nos obliga a pensar lo explosivas que son a veces las palabras y que me contó Silvane días atrás.

En portugués, el agujero que se hace para colocar las semillas se llama “cova”, que evoca la sepultura. La profesora que se esfuerza para inculcar en sus alumnos la idea motriz de vida en vez de la de muerte, tuvo la idea (¡la fuerza de las ideas!) de cambiar aquella palabra (¡la fuerza de las palabras!) y les dijo a los niños que para colocar las semillas, que es algo vivo y de las que nacería una nueva vida, iban a preparar para ellas, en vez de una “sepultura”, una “cuna”, que se construye con amor para recibir una nueva vida.

Me contó que con solo cambiar aquella palabra cambió la actitud de los niños al preparar la tierra para colocar en ella las simientes. “Los niños empezaron a remover la tierra con mayor cariño. Hacían el agujero en forma de cuna, acariciaban su forma y se notaba en sus manos que estaban preparando algo precioso para colocar en él a un recién nacido”, me explicó sin conseguir esconder en su relato un cierto estupor que aún la agitaba al recordar la experiencia.

Aquella idea sembrada en una simple escuela primaria enseñó también a los alumnos a respetar, por ejemplo, las diferencias con una dimensión nueva. En vez de aceptar, por compasión, la minusvalía de un alumno, que nació sin una mano, pasaron a verla como algo normal, simplemente distinto.
Esa minúscula experiencia, perdida entre los cientos de miles de escuelas del país, nos obliga a reflexionar no solo sobre lo equivocada que suele estar toda nuestra pedagogía, anclada aún en los modelos y estereotipos medievales, sino también sobre la fuerza que una idea innovadora puede tener en la sociedad y en nuestra propia vida personal o familiar.

Seguimos sin creer en el milagro de las palabras y de sus posibles usos y significados, de la fuerza que entrañan esos símbolos que nos distinguen radicalmente de nuestros hermanos los animales. Sin embargo, como enseña el psicoanálisis, las palabras encierran en sus entrañas una fuerte carga de creatividad y peligrosidad.

La idea -simple y genial al mismo tiempo- de esa escuela de Joanville de plantar semillas no en una sepultura, sino en una cuna, podría aplicarse a nuestras instituciones, a los proyectos políticos y sociales, a toda la pedagogía de la vida.

Si nos convencemos, por ejemplo, de que la violencia que prefigura las sepulturas para sus víctimas es más fuerte que el respeto a la vida; si asociamos la política a la rapiña que acaba sepultando el fruto de la corrupción en las fosas de la iniquidad, o si organizamos los beneficios de la vida social de los pobres en función de espúreas ganancias políticas, estamos usando el concepto de muerte en vez del de vida.

Es significativo que hasta un político avezado como Lula haya confesado días atrás que la política en Brasil “está podrida”.

La indiferencia, la falta de respeto y hasta el desprecio que crece cada día en la sociedad contra los políticos, podría estar relacionada con esa preferencia actual de las instituciones por las sepulturas en las que se pudren las esperanzas de vida de los ciudadanos. Algo que ocurre cuando se prefiere, por ejemplo, el despilfarro de lo público a la austeridad debida al bien común.

Etimológicamente, en griego, política significa el “arte de vivir en sociedad” y también el de “gobernar para el bien de la sociedad”. Lo social palpita en el corazón de la palabra política, hasta el punto que Aristóteles definió al ser humano como zoón politikón: animal social.

De la raíz etimológica de política, nació la paideia o educación, y de ahí la pedagogía, que es la ciencia que “conduce al niño por el camino de la vida”. ¿Podía la profesora Silvana escoger un modo mejor de enseñar a sus niños a caminar por los senderos de la vida a la que se están abriendo, como una flor en busca de la luz del día?

¿Qué forma mejor de inculcarles a los niños pulsaciones amorosas de resurrección en vez de sentimientos de muerte, que convertir la sepultura donde enterrar las semillas en cuna donde prepararlas a la espera de una nueva vida?

La respuesta es vuestra, padres y madres de familia, que cada mañana lleváis con ilusión a vuestros pequeños a la escuela con el deseo íntimo de que aprendan a amar y respetar con alegría todo lo vivo en vez de verles crecer admirando a los tristes sepultureros de la esperanza.".



En algún momento de mi vida me interesó vivamente ser político, por eso entré en un partido y participé como militante durante unos años. Una pronta decepción me apartó del camino. Durante un tiempo defendí esa postura con argumentos valóricos, hoy sólo me revelan que fui un ingenuo sin la suficiente fuerza para resistir. Decepcionarse porque las cosas están mal es lo que puede hacer cualquiera que no quiera ser protagonista de cambiar lo que está mal.

Hoy me siento en campaña por una sociedad mejor para mi nieta Laura que va también al colegio y por todos los niños que esperan que el futuro no este lleno de Gazas, de Ucranias, de hambre y desigualdad  y es con ese propósito que transcribo este artículo, para que pongamos la palabra "Política" y su significado en una "cuna" dentro de nuestro corazón y no en una "tumba" en nuestro cerebro, por muy podridas que sintamos sus prácticas.

viernes, agosto 01, 2014

LUCES de LINTERNAS ROTAS


Así se llama el poema del gran poeta chileno Jorge Teillier, que termina con la siguiente estrofa:

Alguien escuchará nuestros pasos
cuando nuestros pies sean terrones deformes
alguien soñará con nosotros
cuando seamos menos que un sueño,
y en el agua donde pusimos nuestras manos
siempre habrá una mano
descubriendo las mañanas que perdimos

Es bueno tener esperanza, pero puede no serlo tanto, vivir de la esperanza de que algo ocurra fuera de nosotros. ¿Qué es lo que pude hacer de otra manera para que mis pies fueran escuchados antes, cuando aún había un tiempo para  caminar juntos? ¿Qué es lo que no hice para poder entrar, cuando las mañanas no estaban perdidas, en el sueño de los otros?

Mientras escribo estas preguntas estoy pensando en mi próximo coaching con G y en nuestra conversación sobre la seducción y el protagonismo.