miércoles, febrero 13, 2008

Hacer de los OBJETIVOS, COMPROMISOS


He repasado en estos días mis apuntes sobre la tarea de establecer objetivos, como uno de los aspectos fundamentales del dirigir. En las conversaciones de coaching un tema que aparece con frecuencia es la dificultad para pasar de los deseos a los objetivos.


Queremos que se hagan las cosas, pero más bien pretendemos que sucedan porque pocas veces las convertimos en auténticos objetivos y cuando se plantean como tales, menos veces es el resultado de un compromiso, siendo que los compromisos se establecen en conversaciones.

He tenido que actualizar una nota sobre el tema para uno de mis clientes y, como suele pasarme últimamente, es al tratar de explicarlo cuando yo mismo veo más claramente la luz, en este caso en forma de las preguntas que debo hacerme para mostrar que los objetivos no son meras instrucciones, se inducen para lograr el compromiso y ese compromiso sólo puede ser verdadero si se dan las condiciones para que lo sea.

1. ¿Tiene libertad para aceptar el objetivo quien debe llevarlo a cabo? Cuando el ejecutor del compromiso no puede hacer otra cosa sino aceptar, es fácil llegar a falsos acuerdos. La conversación de compromiso de objetivos se da en un contexto de liderazgo participativo y para ello es recomendable que ambas partes tengan ideas propias sobre lo que es necesario y alcanzable. Es útil pedir, por tanto, al colaborador que se plantee primero él cuáles son los objetivos que considera agregan valor a la organización, son alcanzables y de no llevarlos a cabo se estaría perdiendo un nivel de exigencia y excelencia que él como gestor y la situación merecen.

2. ¿Tiene conocimientos suficientes del contexto y el fondo de la materia quien debe asumir el objetivo? Cuando el colaborador no conoce suficientemente el área en la que se está comprometiendo puede llegar a acuerdos imposibles o con los que termine no estando de acuerdo, por ello es responsable asegurarse que dispone de la información y el conocimiento para analizar la situación.

3. ¿Se cumplen las condiciones canónicas de un compromiso? Es decir que:

a. Se establece claramente el qué lograr

b. Se cuantifica ese qué

c. Se plantean plazos

d. Están claros los niveles de responsabilidad

e. Es explícito con quienes hay que llegar a acuerdos

f. Se conocen las condiciones de satisfacción específicas de lo que se considere logro efectivo.

4. ¿Por qué habría de hacer ese esfuerzo? ¿Qué gana con ello? ¿Cómo le afectaría si no lo logra? Los objetivos deben tener sentido para quien tiene que cumplirlos, de lo contrario pretendemos que alguien ponga todo su esfuerzo en algo que sólo es importante para quien lo plantea, que ni le va ni le viene a quien lo ha de cumplir. Un objetivo es, al cabo, un camino que queremos seguir porque nos lleva a un lugar al que deseamos sinceramente llegar. En esos casos la disposición se alía a la voluntad, con la intensidad que los compromisos requieren.

domingo, febrero 03, 2008

Coaching en sala: de la prevención a la objeción


No siempre sabemos por qué, pero con frecuencia algo que vemos funcionar, que incluso nos atrae, nos parece sospechoso. Eso me pasó la primera vez que asistí en 1993 a un coaching público, eso que llamamos en el entorno en que trabajo: “coaching en sala”. Me sorprendió, me quedé revuelto en una maraña de conversaciones interiores.

Reconocí la maestría excepcional de Julio Olalla, fui testigo del agradecimiento sincero del coachee, pero anidó dentro de mí una sensación de espacio transgredido.

Con el tiempo he presenciado muchos momentos así. He aprendido a distinguir aquellos que están orientados por el cuidado y el respeto, como es el caso que cito (yo mismo en mis inicios de coach y relator de talleres de coaching he seguido esta línea) de los que creen que hay que vulnerar a las personas para que emerjan de sus cenizas y hacen del quiebre declarado un ejercicio circense (me refiero al circo romano) de prevalencia de la propia personalidad e inteligencia. No puedo dejar de recordar mi indignación en las dos ocasiones que he visto a Fernando Flores (actual senador de la República) en sus actuaciones de emperador omnipotente. En las dos me he salido de la sala, en ninguna de ellas podía declarar mis opiniones públicamente sin dañar los intereses de mi cliente, que era quien lo contrataba. En las dos preferí aplicar el “ojos que no ven, corazón que no siente” (aunque sintió y no lo olvida, como aprendizaje de lo que debo/debe evitar).

En un caso se parte por pedir permiso, por cuidar el ambiente, por asegurar que hay ayudas disponibles, por el uso de un lenguaje que no haga daño siendo asertivo (“la gentil irreverencia”). En el otro, se busca el resultado aunque salpique la sangre, se aplica “el fin justifica los medios”.

¿Qué fines? ¿El éxito del coach? ¿Quién se hacía cargo de los ridiculizados, de los desarmados en público cuando esto ocurría en un auditorio de 2000 personas, como el que organizó Sercotec en el auditorium del Diego Portales para los pequeños empresarios?

Obviamente no escribo estas líneas para establecer una diferencia que es conocida en nuestra comunidad de coaches, sino para decir que con el tiempo la prevención se ha convertido en objeción, incluso cuando se practica con pleno acuerdo del coachee y con el conjunto de resguardos de las escuelas mas respetuosas, incluso cuando el relator es alguien de gran dominio y maestría.

Cuanto mejor llevado sea el coaching, mas alta es la probabilidad que la conversación que ocurre entre coach-relator y coachee-asistente vaya penetrando las emociones del resto de la sala, generando coincidencias, revelando que nada de lo humano nos es ajeno, que en cada historia hay una parte de la nuestra.

Nos sorprende sentir que nuestras vidas tienen capítulos de otras, que no somos únicos en nuestros sentimientos, miedos, dolores, anhelos, que vivimos alegrías y angustias comunes. De esa forma la supuesta conversación de dos es una conversación de muchos en la que la mayoría no habla, no dice, escucha y siente, es tocado por la interpretación que no había visto. Una conversación en la que algunos de los supuestos observadores pueden estar viviendo un profundo proceso interior en un silencio inobservado, del que nadie se hace cargo. Al menos en ese momento.

Es esa exposición gratuita, sobre la que no tenemos control la que me lleva a objetar aquello que en privado encuentro un excelente camino de reinterpretación de situaciones y develado de nuevas acciones y caminos.

Reconozco el poder demostrativo de la práctica, pero renuncio a practicarla y hoy, cuando escribo esto, después de muchas conversaciones al respecto, recuerdo una de hace varios años con Marcia Tolosa que fue especialmente clara, cuando escribo este post, digo, no comparto que se haga por un argumento que calificaría de ecológico, de protección al sistema, a ese bosque que escucha con sus hojas y sus ojos abiertos y absorbentes. Abro el debate.