sábado, octubre 21, 2017

¿Cómo construir una sociedad con esperanza?



En un número más de Conversaciones de Coaching, la revista virtual argentina, solicita mi colaboración y es la ocasión para terminar este artículo:

"Junto a mi amigo Juan Miguel García Alonso estuvimos invitados a una conversación en la casa de Marta Williams, conocida coach norteamericana, que reside hace muchos años en Madrid, y seguramente por mi actividad como coach en el mundo del poder y la política, Marta, que vivió cercanamente la transición democrática española y que observa el mundo desde la madurez de una vida intensa, sacó el tema de la política actual y de la confusión desde la que observa hoy ese mundo.

“Yo no entiendo en este momento la política. Miro a mi país, miro al vuestro que fue un ejemplo de transición y no entiendo nada ¿Cómo se puede tener esperanza en este momento? ¿Qué requerimos para tener esperanza?”

Y así, con su forma dulce de hablar, dejó flotando en el living de su casa una pregunta de esta  complejidad, como si fuese una paloma herida en su ala. No hay una respuesta cierta para lo complejo, nos podemos acercar a ello de muchas formas. Ninguna probada, porque si lo fuera se estaría aplicando. Tal vez a lo complejo hay que responder desde lo simple y ello requeriría algo tan escaso como la grandeza.

Lo cierto es que en ese momento sólo se me ocurrió responder con los valores que la propia escuela de coaching a la que pertenece Marta Williams, postula: Coraje, disciplina y humildad. “Requerimos Marta recuperar esos tres valores, enseñarlos en las escuelas, convertirlos en pautas de nuestras vidas. Así de difícil y así de simple”.

Juan Miguel añadió “Eso y una buena dosis de Amor”. Hubo unos segundos de silencio, como si estuviésemos escuchando un cuerno de oro antes de aceptar una propuesta tan evidente. Dicho así puede parecer una forma hábil de salir por arriba, con alusiones a valores ideales. Utopías, podría pensar algún lector.

No es fácil delinear un camino que no se base:
  • ·      En la humildad de reconocer que estamos llevando al mundo a la ingobernabilidad y a la desesperanza,
  • ·      En el coraje de emprender un largo camino lleno de esfuerzo,
  • ·      En la disciplina para que los múltiples pasos, las innumerables conversaciones, los acuerdos y concesiones que debemos darnos ocurran y
  • ·      Todo ello con mucho amor a la Vida, a la especie humana que representamos y al universo que nos aloja.


No es fácil hablar del cómo, pero lo que si puedo responder a Marta y a todos quienes como ella nos hacemos esa pregunta, es que no nos queda otro remedio para seguir viviendo y como dijo un antiguo santo de finales del siglo II, San Clemente de Alejandría: “Si no tienes esperanza, nunca encontrarás lo que hay detrás de la esperanza”, no llegaremos a encontrar el mundo posible para una especie que ha llegado a creerse dueña del universo.

Puede ser que encontremos el camino logrando un nuevo estado de conciencia, a través del cruce de las tecnologías, la neurociencia y la biología, puede ser mediante una comprensión mas colaboradora de las energías y los conocimientos o puede ser, como plantea Yuval Harari, creando una ficción (una más) que nos lleve a construir un nuevo estadio de convivencia posible en el que creamos.

Lo que sí sabemos es que el desencanto y la desesperanza nos llevan a la pasividad y desde ahí no se construye un mundo nuevo; lo que sabemos es que desde esa emocionalidad, la imposibilidad emerge como un manto negro. Requerimos de acción y de voluntad para crear ese mundo nuevo. Requerimos, como hemos venido hablando, de coraje.

No podemos aceptar en nosotros la desesperanza. Ese es uno de mis postulados como coach “Si no tienes esperanza no empecemos, si no estás dispuesto a abrir tu ventana a la posibilidad de un cambio, no empecemos, si ya has decretado que va a ser imposible, no empecemos”. Mi decisión es vivir con esperanza. En los tiempos en que nací, en España se decía de una mujer embarazada que estaba en estado de buena Esperanza. Quiero decir con esto que escuché la palabra “esperanza” desde antes de nacer, desde el vientre de mi madre y hasta hoy es una palabra que permanece en mí porque la elijo.

Tengo esperanza de que mi vida sea larga, de dejar un legado, de morir dignamente, de que el mundo sea mejor, de que la política vuelva a escribirse con mayúscula. Tengo muchas esperanzas. Tal vez algunas de ellas puedan ser consideradas utopías, pero están en mi horizonte y como dice Eduardo Galeano cuando se pregunta  ¿Para que sirve la utopía? La utopía sirve para caminar, para no abandonar nuestros sueños.

La esperanza no nos sobreviene como si fuera un don, la elegimos, la construimos. No es una emoción es un estado de ánimo que se deja atraer por la posibilidad frente a la imposibilidad, que elige el bien, la vida, la abundancia, la transformación, la responsabilidad, la acción, frente a sus contrarios. Una sociedad, como un ser humano, no puede tener esperanza sin sueños y sin propósitos. No tenemos propósitos porque tenemos esperanza, tenemos esperanza porque tenemos propósitos y la determinación de lograrlos.

Entiendo y comparto la pregunta de Marta, cuando en el mundo hay tantas señales para fundar juicios pesimistas, cuando hemos empezado a anteponer el bien individual al bien común, los nacionalismos a la construcción de una sociedad plural, cuando anteponemos el miedo a la visión de una mejor convivencia como forma de llegar al poder o las amenazas a la fuerza de la creación.



Sí, entiendo la pregunta de Marta, porque cuando enfrentamos el riesgo de una sociedad aún más desigual, la violencia se configura como una reacción espontánea. Es por eso que considero que el camino tiene que estar pavimentado con valores, nos engañamos cuando consideramos que es el resultado de crisis económicas o de la transformación de los empleos y las profesiones o del alargamiento de los años de vida, siendo éstas, importantes variables a considerar. La desigualdad surge fundamentalmente de la escasez valórica, más que de la escasez de recursos.

La desesperanza se instala en las víctimas, por eso no podemos dejar que el victimismo se instale en la sociedad en la que crecerán las próximas generaciones. Construir una sociedad con esperanza, como propone el título de este artículo,  parte por abrirse individual y colectivamente a la pregunta ¿Qué me pide la situación que haga? ¿Qué nos pide la situación que hagamos?

Reconocer la dificultad es muy distinto a instalarnos en la desesperanza, porque si lo hacemos nos convertimos en cómplices pasivos de aquello que deploramos, no intervenir es jugar a favor de lo que nos desesperanza. A veces en la vida, sin quererlo, entramos en este juego perverso.

Desde la mirada mas apreciativa, la política y los poderes públicos y privados tienen sentido cuando colaboran y articulan la instalación de bienes en la sociedad. Casi siempre pensamos en bienes tangibles: carreteras, puentes, ciudades, viviendas, subsidios. El punto de inflexión de este momento consiste en otorgar una importancia superior a los bienes intangibles: la ESPERANZA, la CONFIANZA, la COLABORACIÓN, la conversación respetuosa entre distintos.

Y si el coaching tiene en su esencia el movimiento hacia la transformación, la ampliación de miradas, la situación en el espacio de la posibilidad, los coaches podemos ser actores relevantes de esta construcción, proponiendo dejar de volver la cabeza al pasado, en donde es fácil poner la atención en la búsqueda de culpables. No necesitamos culpables sino ejemplos. La esperanza vive en el presente y mira hacia lo que queremos que sea y elige entre valores que, a veces, se contraponen aún cuando por separado sean todos valiosos. Nos mueve a elegir por la vida.





A través de este artículo agradezco tu pregunta.