Aprovecho mis horas de vuelo a Venezuela para ojear (de ojos) y hojear (de hojas) algunas de las 32 distinciones que Silvia Guarneri y Miriam Ortiz de Zárate incluyen en su libro “No es lo mismo” y me gusta que la segunda distinción que aparezca sea la diferencia entre Visión y Sueño. Cito sus palabras:
“Hagamos aquí una distinción entre sueño y visión para darle a este último término un matiz diferente diciendo que la visión es <>. Cuando tenemos la visión clara sentimos la fuerza impulsora que nos empuja a hacer cosas para lograr su realización, Sentimos la determinación y la fuerza que nos impulsa a ponernos en movimiento ”
En mi experiencia de consultor y coach directivo me encuentro con demasiada frecuencia a personas, organizaciones y grupos sin visión, imposible, por lo tanto, que haya una visión compartida. Esto significa que el alineamiento y la coordinación se hacen costosos y se pierde un tiempo precioso en componer diferencias y desandar caminos.
Y es verdad que cuando conversamos con esos grupos de personas con frecuencia afloran sueños, pero están en manos del destino.
La distinción que mis amigas y colegas Silvia y Miriam presentan se conecta con otra que repito en mis talleres y es que no es lo mismo deseos que objetivos. Es verdad que deseamos muchas cosas pero cuando nos ponemos objetivos añadimos métrica a nuestro deseo, le ponemos plazo, planes con etapas, concreción y sobre todo energía para movernos hacia él. Nuestro entorno (y a veces nuestra vida) está lleno de buenos deseos y escasos objetivos.
Construyendo sobre lo que dicen: un buen sueño nos lleva a desearlo, una visión nos invita a convertirla en objetivos. Los sueños y los deseos pueden inspirar pero las visiones y los objetivos mueven porque generan compromiso, una palabra fundamental.
Por eso es una tarea del más alto valor estratégico que los directivos (y esto ya lo he escrito antes y varias veces) debieran tomar como su principal responsabilidad. Se trata de una tarea que nos lleva a conversar, a declarar, a entender la actividad conversacional directiva como aquella que puede construir o destruir realidad.
Cuando se elabora un Balanced Score Card podemos estar al final del camino declarativo o apenas iniciándolo dependiendo que sea el resultado de una visión compartida que ha supuesto sentirse parte de una comunidad de pensamiento o si es el resultado de la disciplina de seguir una instrucción que nos demanda consistencia programática como una obligación.
En una interesante columna del escritor Gustavo Martin Garzo en el diario El País distinguía también entre ser sociedad y ser comunidad citando a Roberto Rosellini “El corazón de una sociedad es la Ley, el de una comunidad es el amor”.
Nos cuesta hablar de amor en las organizaciones, pero es de lo que hay que hablar: amor a una Visión, amor a las conversaciones, amor en su dimensión de respeto y especialmente en su dimensión de profundo compromiso.
Compartir una Visión requiere muchos “tecitos”, como una vez le dijo un famoso obispo chileno a uno de mis amigos y clientes más queridos que ostentaba un importante puesto público y que fue a buscar refugio en sus consejos para ver cómo resolver las divergencias que se habían producido en su partido (muy cercano a la Iglesia) “Aquí lo que falta, hijo, son más tecitos para que puedan entenderse” fue su respuesta.
Porque esta ausencia de conversaciones también genera realidad y seguramente una en la que nuestros sueños están ausentes porque no hemos sabido convertirlos en visiones y objetivos. Recientemente otra de mis coachees, que a su vez es una inteligente coach, reconocía que no puede haber coaching sobre lo no dicho, de la misma forma que no puede haber alineamiento sobre lo no declarado.
De vez en cuando los astros confluyen y cae maná del cielo, pero para alimentarnos es mucho más aconsejable cultivar la tierra hoy y no esperar a mañana para tener un sueño que se pueda convertir en Visión. ¿Cuál es la mía? ¿La he declarado? ¿A quién convoco?