“El ser humano es el único en el reino de los seres vivos que sabe que hay futuro. Si los humanos se preocupan y esperan es porque saben que el futuro existe, que este puede ser mejor o peor y que eso depende en alguna medida de ellos”.
Así empieza el libro de Innerarity. Ahora bien ¿Qué pasa cuando hemos construido una imagen de un futuro caracterizado por la escasez, por la imposibilidad de ser configurado, por su invisibilidad? ¿Qué sucede cuando vivimos en sociedades y organizaciones en que el futuro es una cosa de unos pocos, a la vez que el acceso a la información permite a todos ansiar un futuro mejor? ¿Qué ocurre cuando los dirigentes se centran en el presente detrás de unas gafas miopes, que construidas por la creencia de que la aceleración es indetenible no postulan sino aprovechar lo que tenemos hoy, competir, sacar las ganancias del presente que nos sea posible, si es que realmente podemos?
Pasa que generamos ciudadanos, empleados y jóvenes que sienten que les estamos usurpando su futuro, un futuro que no es sino su propia vida ¿Cómo lograr que se comprometan con un proyecto, sea este empresarial político o social?
Establecer que el futuro no depende de nosotros y que está determinado por la economía o la tecnología es “poner el carro delante de los bueyes” y aceptar que la economía o la tecnología se mueven por sus propios principios y no por los valores y las intenciones que los seres humanos les damos.
Si aceptamos que se detenga el ritmo de la producción tecnológica para lograr que el ciclo de la vida de los productos permita rentabilidad para las empresas que las producen, como así ocurre, ¿Por qué no aceptar que detengamos ciertas dinámicas en aras de resultados socialmente útiles y necesarios para la “ecología de la vida social” y la felicidad humana?
Claro que para esto requerimos de un perfil de competencias en directivos y políticos que además de conocimientos técnicos para el ámbito en el que operan, tengan conciencia social, conozcan la complejidad de lo humano y sus interacciones y traigan optimismo. Lo peor que puede pasarnos es que solo pretendan un empleo y no una causa
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