Cada vez me pasa
con mayor frecuencia que se conjugan circunstancias similares en mi actividad
de coach y pareciera que una buena parte de mis coachees transitaran por
situaciones que tienen puntos de conexión. Tengo entonces la sensación de estar
en la misma conversación con distintas voces.
En el caso
sobre el que me propongo escribir se trata de la conversación de los directivos
que no son los “número 1” de la organización y que, por tanto, deben
desarrollar una visión afluente de la Visión del líder principal.
¿Se puede
liderar bajo un líder? Se preguntan ¿Será
que debo restringir mi liderazgo para no competir con el líder principal? ¿Será
que tengo capacidades de gestión y no de liderazgo? ¿Estoy aquí porque soy
insuficiente?
Empecemos por el final: la insuficiencia es un juicio relacional,
comparado con algo, como por ejemplo: nuestras aspiraciones. No “somos”
insuficientes, tenemos insuficiencias en relación a expectativas, circunstancias,
roles o tareas para las que pueden faltarnos recursos y competencias.
Por la misma lógica, somos suficientes para ciertas cosas en contextos
determinados. Considerarnos “suficientes” como un juicio absoluto puede ser
también un error que nos deje en la arrogancia y en la complacencia. Bastaría
mirar con sensible cuidado para darnos cuenta que seguimos siendo perfectibles afortunadamente
y que nos sigue quedando un largo camino de trabajo en nosotros.
De alguna forma estamos hablando de suficiencia/insuficiencia en una
especie de comparación con el largo y el ancho. En donde el largo sería la
aspiración que se concretará en el futuro que queremos y el ancho serían las capacidades con las que
enfrentamos hoy en un presente con sentido y proyección.
Y es legítimo que ese directivo, que tiene su foco de trabajo en el
presente, se permita tener aspiraciones de un futuro en el que más que
contribuir a una visión que no surge de él/ella mismo/a, aunque la comparta, se
pueda centrar en su propia Visión. Vivir es estar de paso, caminar, tener
propósitos que se van sucediendo. El arte de vivir parece estar en la
aceptación de ese proceso en el que nos vamos constituyendo y develando.
Cuando “P”, “R”, “X” o “J” se preguntan sobre la compatibilidad de su rol
actual y sus aspiraciones están simplemente hablando de la aceptación del crecimiento,
la transformación y el cambio. Por eso pueden convivir líderes que establecen
una visión del futuro y líderes del presente que modelan el cómo hacer lo que
hoy es nuestra tarea.
Unos aportan una conexión con la necesidad humana de la trascendencia y
el impacto, otros contribuyen al ejemplo en el día a día a través de conductas
que dejen huella y aporten a la conexión con la excelencia y los valores de la convivencia
diaria.
Hay otros aspectos que puede preguntarse, como es si su objetivo sería continuar
la obra que otros iniciaron para hacerla posible como un logro colectivo en el
que al final sea irrelevante donde surgió la chispa o si su aspiración es
iniciar un nuevo camino
A través de todo ello mi esperanza es que encontrarán que liderar es una
actitud ante el mundo, la vida y las personas y que sin menospreciar el rol que
se ocupe en el tablero, este no determina la posibilidad de que aquellos que
nos rodean se desarrollen y florezcan (de nuevo me regresa este verbo)
El secreto puede estar en:
·
¿Cómo saber vivir con distintas dimensiones? La dimensión aspiracional de
mejorar el mundo, la de ser un ejemplo en el presente que mejore a quienes nos
rodean y la de ser los seres humanos que quisiéramos ser
·
¿Cómo no limitarnos?
·
¿Cómo servir a quienes hoy tienen que ver con lo “ancho” mientras construyen
el propio proyecto “largo”?
Así, casi jugando, al conversar en estos meses hemos construido una metáfora espacial con el largo y el ancho.
El largo como la cantidad de futuro en nuestro relato y el nivel de responsabilidad
con ese futuro y el ancho como la
cantidad de presente y la responsabilidad con él.
El ancho del líder cotidiano, emulando la denominación de mi amiga Pilar
Jericó en su libro “Héroes cotidianos” y el largo del líder que quiere
construir un mundo valioso.
El ancho que da espacio para el crecimiento hoy y el largo como las luces
largas que iluminan un destino posible y mejor. El arte es aceptar y manejar la
tensión de verse con un sueño, en un territorio que está lejos de ese sueño.
La mejor forma que conozco es reconociendo el sentido que ese territorio,
que probablemente dejemos en algún momento, tiene en sí mismo. Disfrutemos del
viaje mientras soñamos en Ítaca, nos dijo Constantino Kavafis y tal vez al
final nos sorprendamos al ver que el viaje es efectivamente el territorio y que
el sueño es la suma de todos los momentos que lo construyeron.
Por eso para el líder, sea ancho o largo, cada conversación es una
oportunidad memorable de salvar ese dilema entre la frustración (exceso de
pasado) y la ansiedad (exceso de futuro) que leí hace poco, para vivir el
tiempo perfecto en el que transcurre la vida real, la vida cuando la
comprendemos y la llenamos de sentido, cuando no es una estación de tránsito ni
una estación Termini, sino la experiencia de vivir sirviendo.
Cuando esto ocurre, largo y ancho
son apenas dos aristas de un poliedro. Ojalá nos demos cuenta y no nos perdamos
en el activismo sin propósito. Escuchemos a quienes trabajan con nosotros,
porque como aprendí, al líder lo constituyen sus seguidores.
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