En el número 8 de la Revista virtual "Conversaciones de Coaching" se recoge esta columna de "El arte de dirigir", destacándolo en la portada
En los últimos meses ha aparecido un
quiebre recurrente en mis conversaciones de coaching a directivos, que me ha llevado a tratar de afinar mi reflexión,
porque voy creyendo en la vida que las
coincidencias nos avisan de algo.
El tema en cuestión es la dificultad de
la que se ha venido a llamar Generación “Y” (aquellos nacidos entre 1.981 y
1.995 en los albores del cambio de milenio y que se hicieron adultos en él)
para establecer vínculos de pertenencia con las organizaciones de las que forman
parte. Por cierto, el juicio de dificultad viene expresado por quienes son sus
jefes, que habitualmente no corresponden
a este grupo etario.
Para ellos el problema es relevante y
declaran que los llamados Milenials no se comprometan con las organizaciones en las
que trabajan, se ven de paso, aprovechan la estancia en una sala de tránsito
del viaje de su vida . Se preguntan entonces: ¿Cómo motivar a quienes no buscan
el vínculo? ¿Cómo retener a quienes no quieren llegar?
Desde luego mi primera respuesta ha sido la
de escuchar atentamente cuáles son sus intereses, qué les mueve, cuál es su
búsqueda; desde mi convencimiento de que para
dar motivos a alguien para establecer una conducta es importante conocer sus
propósitos y valores. No podemos movilizar sin comprender y en el caso que nos
ocupa su forma de ver las organizaciones y las relaciones que en ellas se dan
no es casual, es la consecuencia de la sociedad en la que nacieron y que fue, por cierto,
construida o mantenida por quienes elevan o elevamos la protesta.
Desde un punto de vista práctico además,
estudios como el de la consultora Deloitte establecen que en el 2.025
constituirán el 75% de la fuerza laboral en el mundo desarrollado. Esto pone
una especial urgencia en comprender y diseñar el camino de encuentro entre unos
y otros.
¿Qué buscan los Milenials? ¿Cómo son, qué valoran? Al
caracterizarlos surgen algunos aspectos interesantes a tener en cuenta: son nativos
digitales, es decir viven en la permanente conexión por uno o más medios, han
desarrollado capacidades de multitarea que les permiten tener un sentido
diferente del manejo de la atención y la secuencialidad de prioridades, han
generado una asertividad vinculada a su carrera. No vienen a hacer grandes a las
organizaciones, vienen a hacer grande su carrera. Podemos acusarlos de
egoístas, pero no olvidemos que son hijos de un mundo en el que predominó el
individualismo sobre lo comunitario.
El psiquiatra y profesor de la
Universidad de Harvard, Robert Waldinger , que dirige un importante estudio
sobre la felicidad en los adultos, iniciado hace más de 75 años, se refiere a
una encuesta realizada por dicha Universidad a una muestra de la generación “Y”,
en la que al preguntarles cuales son las metas de su vida, el 75% responde que
quieren ser ricos y el 50% que quieren ser famosos. Parecen tener claro que
como empleados ni serán ricos, ni serán famosos.
Se trata, además, de una generación con una opinión muy crítica
de lo que ocurre y lo que ven en el día a día, tienen un alto sentido de sus
derechos y para ellos los presupuestos de los que parte la interpretación tradicional
del quehacer presente tienen un valor relativo y pueden responder a una declaración
obsoleta o que sólo pretende ser políticamente correcta.
Las ideas y las ideologías no tienen el
mismo valor que tuvieron para las generaciones precedentes. La obediencia y las
jerarquías están en entredicho, por lo tanto la ejecución en sí misma carece de
valor, lo importante es ser protagonista del diseño de lo que se hace,
participar y colaborar; seguir instrucciones no responde a sus expectativas. La
experiencia misma constituye el valor y el compromiso social que pueda traer aparejada
lo maximiza. Todo ello parece lógico dentro del encuadre de que son viajeros y
no tienen previsto encontrar su “estación termini” en una empresa.
Cuando lo miramos así, el coaching al vínculo
hay que hacérselo a quienes les dirigen ¿Qué puede
retener a quienes buscan
experiencias más que estabilidad o cargos sino es la calidad de los desafíos y
el valor de esas experiencias? ¿Qué puede vincular (aunque sea temporalmente) a
quienes ponen bajo un velo de duda la validez de los discursos y los supuestos
sino es el ejemplo presente de quienes les dirigen? ¿Cómo podemos dar respuesta, como organización, a esos
intereses de manera que sean compatibles con los nuestros? ¿Qué podemos
aprender de esa mirada y qué paradigmas podemos cambiar en nosotros para
habitar un futuro que es más de ellos que nuestro? ¿Cómo remo con ellos y no
contra ellos?
Por otra parte el fenómeno no es tan
culturalmente sorpresivo si revisamos pensamientos como: "Esta juventud está malograda hasta el fondo
del corazón. Los jóvenes son manipuladores y ociosos. Ellos jamás serán como la
juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”
encontrado en una vasija de arcilla cuya antigüedad está datada hace 4000 años
en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad) o cuando Hesíodo decía – 720 años
antes de Cristo - “Ya no tengo ninguna esperanza en el
futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa
juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible”
Las nuevas
generaciones han supuesto siempre una fractura en el pensamiento y en la práctica
de las anteriores, la pregunta entonces, como propone el consultor Alain Cardon
es ¿Cómo lograr no desmotivar? Porque parece que las maneras en las que las
jefaturas ejercen su jerarquía dejaron de movilizar a quienes hoy se sienten
dueños del presente. Es más, si me baso en mi propio trabajo de consultor,
dejando el coaching a un lado, los datos que obtenemos dicen que las jefaturas
producen más desencanto que mística, son considerados más topes que palancas de
desarrollo ¿No será eso lo que deberemos mostrar si somos sus coaches? ¿Por qué
deberían seguirte, qué les ofreces?
¿Tendremos que
reinterpretar el concepto de vínculo, pertenencia o estabilidad? ¿Podremos
ayudarles a resignificar la riqueza y la fama? Mi apuesta es que necesitamos
volver a hablar de un proyecto común de futuro que no de por supuesto que en el
pasado tenemos las respuestas. Las espirales nos grafican esa maravilla de
volver al mismo punto cardinal desde una cercanía distinta. Puede ser que los
colonos deban volver a ser exploradores. Hoy llegarán, eso sí, a otro lugar de
la misma selva pero con naves digitales
y puede abrirse la posibilidad de que aborígenes y exploradores establezcan un
nuevo trato.
Primer post que leo sobre Milenials que no los trata como un gran problema o como una generación anómala. Permiso para citarte, Juan.
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