martes, febrero 06, 2007

ÉTICA DE LA RAZÓN CORDIAL


Así se llama la obra de Adela Cortina que ha ganado el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos. Esto lo digo a raíz de algunas preguntas que me estoy haciendo.

¿Puede el líder del mundo privado ser un mal compañero? ¿Puede el líder público ser un mal ciudadano? ¿Hay alguna razón para separar estas preguntas? Es cómo interrogarse sobre si se puede guiar a los demás sin tener compasión hacia sus sentimientos.

Quienes me leen saben que yo postulo una forma de dirigir que incorpora los sentimientos, pero cuando leo la noticia del Premio a Adela Cortina y me intereso por saber de que trata su ensayo, aparece otro ángulo en las preguntas ¿Es ético dirigir sin sentimientos? ¿Qué se vulnera al no hacerlo?

En los tiempos de ESDEN formé parte de la Comisión de Business Ethics que formamos las más importantes escuelas de negocios europeas. Para mi primera exposición en un Congreso busqué documentación entre quienes escribían sobre la ética en los negocios, de ahí tuve que ir mas atrás, hacia la moral y la ética sin apellidos y leí a Adela Cortina, Catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia. Fue un descubrimiento para mí.

Hoy cuando encuentro esta reseña en El País del 27 de enero vuelvo a sorprenderme de un pensamiento paralelo (mucho más profundo, sabio y documentado el suyo). La profesora Cortina cuando propone nuevas bases para una verdadera ética de la ciudadanía, dice que no puede estar fundamentada sólo en la racionalidad “sino en una educación cordial que aúne la inteligencia, los sentimientos y el coraje”.

Hay que educar los sentimientos para que los valores morales y éticos calen y arraiguen en los ciudadanos. No colaboran en esa educación, la niegan, incluso la borran, los jefes sin compasión hacia los sentimientos de los demás.

He leído varías veces la siguiente frase de Adela Cortina: “Hay que unir inteligencia y sentimiento, porque se necesita coraje y arrojo para hacer bien las cosas (…) Para ser un buen ciudadano hay que tener buen corazón, es decir, hay que tener la capacidad de estimar los valores, de compadecerse y de argumentar”.

Tomo notas para el diseño de dos programas que quiero desarrollar en la Universidad. “El arte de dirigir” (relacionando la dirección de organizaciones y las distintas artes, que ya no son 7) y “Los sentimientos del líder” uno de los capítulos es “amor y compasión”. Para esas notas debo leer el ensayo de Adela, continuadora del principio que ya sostuvo Pascalconocemos la verdad, no sólo por la razón, sino también por el corazón”.

Esta dicotomía es una de las canchas en las que se mueve el coaching directivo. Una cancha rayada por dos preguntas: ¿Qué dice tu corazón? ¿Qué argumenta tu razón? Con “A” este es precisamente el quiebre: Demasiado Corazón. Con la mayoría es lo contrario: nos falta cordialidad, cor cordis.

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