

que está en vías de desarrollo y cuyos sectores industriales funcionan con éxito
que tiene reservas en el extranjero para resistir cualquier crisis económica
que tiene una clase empresarial y directiva que se declara profundamente cristiana.
Inmediatamente las mentes económistas ortodoxas han salido al paso, que es una petición demagógica, que el Obispo no sabe de economía, que el mercado sabe resolver estos problemas de la forma mas eficiente, que reclamar un salario ético, implica asumir costos que producirán el desempleo de mas personas. La pregunta que lanzan es si por ser, aparentemente, mas justos con quienes tienen trabajo, se puede condenar a otros a estar sin él.
Pues no, no se puede condenar a esos otros, pero ese no es el fondo de la cuestión. Lo que Alejandro Goic plantea es una llamada a la conciencia social de si es admisible pagar sueldos de miseria mientras las empresas se enriquecen y el país acumula superavits históricos. ¿Qué vamos a hacer ante eso? ¿En qué pais queremos vivir? ¿Preferimos Estados Unidos o los paises escandinavos? Y lo importante es que su pregunta ha remecido a la sociedad y se han producido encuentros y desencuentros que no corresponden a las lógicas partidarias.
Hablamos de coaching social cuando nos damos la posibilidad de interpelar al mundo en el que vivimos, cuestionando sus reglas y si pongo el tema en estas notas de mi blog, es porque conforme la reflexión ha ido tomando cuerpo, además de alegrarme porque la Iglesia cambie su agenda y deje de estar tan preocupada por el uso de los anticonceptivos para estar mas alineada con la injusticia social, que desgarra las vidas de tantos. Además de eso, digo, me lleva al pensamiento de si quienes son dirigentes sociales pueden serlo responsablemente sin cuestionarse adonde nos conduce esta forma de vivir, que mundo estamos construyendo, si somos más felices ademas de ser mas ricos, si hay mas afecto además de mas fuerzas de seguridad, si avanza la igualdad de oportunidades además de puntear en los rankings mundiales.
Los economistas pueden no entenderlo, la senadora Mattei desde luego que no, pero cuando el Obispo responde "No soy economista pero percibo el drama de los más pobres" se refiere a algo que la mayoría vive y entiende y su voz, sin doctorados en Chicago, remueve la conciencias de muchos y la conciencia no responde al mercado, sino a las íntimas convicciones que con los días nublados se nos empañan.
Tendremos una linea congresual dedicada a este tema y deberemos pensar en nuevas preguntas para la comunidad de la que somos y pensar, también, desde qué lugar se originan para que sean legítimas. Me he anotado a esta búsqueda.
Para mi el coaching se define por su resultado: la posibilidad de situar al observador en otro observador que le abra posibilidades y le otorgue nuevo poder de acción hacia la efectividad.
ResponderEliminarEn este sentido, lo planteado por el obispo Goic corresponde a la fase inicial del coaching: hacer una pregunta movilizadora que invita a mirar desde otro lugar. La dinámica social vista hasta ahora (con creación de Comisión para la equidad de por medio) no permite afirmar que han existido resultados nuevos. Se ve movimiento, camino y proceso, y aún no se ven posibilidades nuevas. Visto así, no hay coaching social pues no hay resultados. Hay un inicio de proceso del mismo.
Ignacio, me parece bien hablar con un foco en los resultados, pero ¿qué hay de la importancia de los procesos (el camino v/s el punto de destino), más aún cuando hablamos de temas societales? ¿No merecería una enmienda el coaching social a este nivel según lo defines?, mal que mal, si la escala es distinta (una persona v/s millones), porqué no podrían ajustarse otras variables relacionadas? ¿Qué crees?
ResponderEliminarSobre el tema comentado por Juan, y aportando al debate, sobre este tema sensible para muchos, aporto un extracto de una columna de Carlos Peña:
"...el ha exigido que pongamos algo de reflexión allí donde, hasta ahora, hemos concedido la última palabra al discurso económico. Él no ha pretendido señalar cómo se fijan los precios en un mercado autorregulado (todos lo sabemos); él nos ha invitado a discutir si acaso el resultado que ese mecanismo arroja hoy en Chile está a la altura de los compromisos que tenemos hacia quienes forman parte de nuestra comunidad política.
A su manera, Goic nos ha desafiado a pensar si acaso la facticidad, los simples hechos, tienen la última palabra a la hora de decidir cómo vivimos y cómo nos tratamos unos a otros o, si, en cambio, nuestra opinión razonada tiene algo que decir en todo esto. Él no se ha preguntado cómo se fija el precio del trabajo; sino cuál es el precio razonable si es que, como decimos, los más pobres importan. Nos ha invitado a preguntarnos si la pobreza -la de veras, ésa que subsiste con el mínimo- es una fatalidad o no.
Una economía de mercado debe abarcar todos los elementos que forman parte del proceso productivo, incluida la tierra y la mano de obra. Pero ocurre -y este es el punto del sacerdote- que la tierra y la mano de obra son los seres humanos mismos; o sea, la sociedad y su ambiente natural. ¿Es razonable entonces que los seres humanos nos tratemos unos a otros de esa manera y sin agregar ninguna otra consideración? Es el antiguo asunto de la Iglesia Católica y, dicho sea de paso, de Marx: el trabajo no puede ser en la hora undécima una simple mercancía, porque entonces los seres humanos se despojan de toda dignidad y se convierten en cosas".
Desde Córdoba, Argentina, celebro esta conversación que comienza sobre "Coaching Societal" o Coaching a la sociedad.
ResponderEliminarSi nos llevan a inventar espacios de encuentro y solidaridad, que dignifiquen a las personas, bienvenidas sean.
un fuerte abrazo
Nora Domínguez Herrero