Asistieron 140 personas, fluyó apaciblemente como un río tranquilo con hermosas vistas en sus riberas. Los miembros del actual directorio constituyente de la ICF capítulo chileno lo declaramos un éxito.
Buenas ponencias de Rafael Echeverría, Patricia May, Julio Olalla. Buen panel el que coordinó Eduardo Walker con Pedro Arellano, Susana Carey, León Guzmán, Luis Carrasco. No entraré, sin embargo, en el relato de lo que fue pasando o en lo que dijeron, para eso puedo aprovecharme, como otras veces, de Raúl Herrera que ya hizo su post descriptivo y minucioso. Pueden leerlo en este enlace. Mi intención es otra, quiero hablar de lo que me pasó a mi y de mi interpretación de por qué funcionó cuando no se daban condiciones especialmente favorables:
- Éramos un equipo con baja experiencia de trabajar juntos
- El Congreso se situó en un calendario recargado de encuentros de la misma comunidad a la que convocábamos
- No teníamos un presupuesto para lanzarlo
Creo que la mas importante fue la generosidad, la disposición a no acaparar protagonismo entre nosotros, la división del trabajo de una forma natural, la mezcla de sentido de la responsabilidad y juego. Y traigo aquí estas consideraciones para llevarlas mas allá del ámbito del congreso, para poner el foco en nuestras organizaciones. ¿Qué papel juega el protagonismo? ¿Cómo se conjuga el liderazgo y el protagonismo? ¿Se puede liderar sin la búsqueda del protagonismo personal?
Sinceramente creo que no hubo agendas personales, que a diferencia de lo que pasa hoy, por ejemplo, en el Gobierno de Chile, primó el sentido de un proyecto que nos atraía profundamente sobre el legítimo deseo de figurar.
Otra clave fue externalizar la logística del Congreso, centrarnos en nuestras fortalezas y evitar la tentación del control. Yo mismo tuve que trabajar mi ansiedad al ver que no "ensayamos" la puesta en escena, como yo hubiera sugerido si hubiese sido el director del evento. Hubo una bonita entrega a un proyecto en el que creemos.
Eso me pasó con el Congreso, tuve que abandonarlo en la segunda tarde para viajar fuera de Santiago y salí de la sala con placidez y un gran afecto por mis compañeros de ruta.
Me pasó también que me tocó presentar a Rafael Echeverría y eso me llevó al día de Junio de 1993 en que lo conocí en Segovia, al recorrido del tiempo en que fui alumno, al que fui socio en Newfield Europa y colaborador de aquel Newfield en el que Rafael y Julio eran socios avenidos. Cerré capítulos que quería cerrar. Me ayudó esa declaración de Rafael sobre los principales focos "regionales" que hoy veía para la acción del coaching: la educación y la empresa.
Y es que otro día de 1.995, cuando llevé a una reunión que Verónica Virgilio tenía con él, el proyecto de un Programa dirigido a la aplicación del ACP (y las ideas que lo sustentaban) al mundo de la empresa, en el que se incluían las distinciones para entender el Sistema organizacional, donde yo podía aportar competencias, la respuesta de Rafael fue lacónica y categórica "No tengo esa conversación abierta". Yo me imaginé un mueble lleno de pequeños cajones abiertos y cerrados y la verdad es que me frustré: el que guardaba el objeto de mi deseo, estaba cerrado.
A veces los tiempos no nos acompañan, seguramente no diseñé adecuadamente aquella conversación ¿Qué no hice bien? ¿Cuánto dificultó mi propio deseo de protagonismo? Lo importante es que hace tiempo que la conversación se abrió y que yo cerré, con esta presentación presidida por el afecto, un rastro del veneno de mi ego. Asi es la vida abrir y cerrar conversaciones y sentimientos.
¿Que voy a aprender de todo esto?
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