miércoles, diciembre 02, 2015

Coaching y Literatura (y 2)


Sigo completando la reflexión que inicié en la columna del nº 4 de la revista digital "Conversaciones de Coaching", sobre ese punto en el que el coaching y la literatura se encuentran y pueden dar lugar a una escenificación virtuosa que busca respuestas escondidas en el fondo del alma, allí donde se encuentra la palabra.

Coaching y Literatura comparten el poder del lenguaje, el poder de la palabra. La palabra que describe, la palabra que crea, la palabra que abre, la que cierra, la que ilumina, la que confunde y encubre, la que entrega, la que oscurece.

En algún momento he detenido la conversación de coaching un instante para repetir la frase del coachee, como en esas obras de teatro en las que entra en escena el silencio y se subraya algo que el otro dijo antes: ¿Qué hay detrás de esta frase? ¿Qué dolor, qué sospecha, qué escudo…? Pueden venir muchos qué, se trata de cortar la explicación que se aleja del centro de la angustia, o de la confusión en la que hay que seguir habitando hasta convertirla en duda.

No olvidemos que la duda ha servido siempre para avanzar hacia una nueva luz, al final es sólo la provisional ausencia de una respuesta a la que no llegamos aún. Otra cosa es la confusión, ese estado anterior en la que no tenemos pregunta.

Cada palabra puede ser una perla, así aprendimos a leer, buscando perlas en las páginas de un libro. Todas tienen su valor y su oportunidad. En la literatura, en la medida en la que cumplan su rol de situar al personaje y su escenario, en el coaching, en la medida en la que develan una intención, una inquietud, un camino hacia delante o hacia atrás.

Poner en contacto con la Palabra con mayúscula, en el sentido de poner en contacto con la propia voz, esa voz en la que radica lo más auténtico del ser, donde se aloja la grandeza y la belleza del misterio más profundo, donde la vida, la mezquindad, la política, la gestión o el arte tienen el destello más prístino y legítimo.

Pongo por ejemplo los versos de Antonio Machado, que más de una vez me han llenado los ojos de lágrimas, se encontraron en el bolsillo de su gabán en el momento de su muerte “Estos días azules y este sol de la infancia”. Se han escrito después cientos de poemas para completarlos, para sacar todo el dolor del poeta desterrado en Colliure, la melancolía de sus patios de Sevilla y de sus campos de Soria. Hagámosle coaching.

El coach se sienta ante él y lo mira, guarda silencio y repite “Estos días azules…”. Probablemente ya se ha creado una sintonía que permite desgranar la esperanza, estos días azules en los que no, o estos días azules en lo que al fin o en los que tal vez podría. Y este sol de la infancia que ya, este sol de la infancia que fue, que nunca, que siempre. Y siempre sin quitar los ojos de los ojos de él/ella.

Otro poeta de mi juventud, Blas de Otero, escribió el libro “Pido la paz y la Palabra” y con ese nombre he titulado muchas de las sesiones de coaching que he tenido con hombres y mujeres esclavos de juicios y de paradigmas, observadores incipientes de su propia coraza.

Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.


Blas de Otero, pedía el derecho a la paz en un país violentado, el derecho a expresar, a decir, a negar. El derecho a recuperar la dignidad que la palabra representa, porque detrás de la palabra siempre hay una voz o está su ausencia, representada por una letanía monocorde.

¿Qué paz estas buscando? ¿Qué escalera has de subir para que tu grito se oiga? ¿Cuál es ese grito? ¿Qué voz es la que quieres que resuene? ¿Y entonces qua has de hacer? ¿Y por qué no te atreves?


Es más fácil que el coachee encuentre su verso, que lo recite, que desde él, ya sin metáforas, deje que  su personaje cobre vida y se busque. Claro que no a todos los coaches les gusta la literatura y menos la poesía, sin embargo en ella se encierra un infinito y conmovedor poder, que está a nuestra disposición. Quizás ese sea el punto del camino al que deba llegar en el futuro, a facilitar ese encuentro. ¡Quién sabe! Sólo se que este artículo lleva tiempo persiguiéndome. Aquí lo dejo.

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