“Cuando
tenemos un conflicto tenemos un problema”, pero nosotros los coaches sabemos
que es importante profundizar en las distinciones y siendo aceptado lo anterior
en el lenguaje coloquial, conflicto y problema no son lo mismo.
Si indagamos
más sobre lo que es un problema, llegamos a la idea de una proposición difícil,
algo ante lo que no tenemos una respuesta en nuestra habitualidad, pero que con
cierto esfuerzo y/o apoyo podemos llegar a solucionar. Tenemos muchos problemas
en la vida.
Cuando
hablamos de conflicto, ya la primera acepción del diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española (RAE) nos sitúa en “Combate, lucha, pelea” y si vemos su
acepción psicológica se define como “Coexistencia de tendencias contradictorias
en el individuo, capaces de generar angustia y trastornos neuróticos”. Hay algo
que inmediatamente salta a la vista y es que cuando hablamos de conflictos, la
emocionalidad está presente. Más que un desafío para nuestra racionalidad se
plantea un desafío para la gestión de nuestras emociones y nuestros
sentimientos.
Si pensamos
en un individuo colectivo como puede ser una nación y esa nación es Colombia,
rápidamente nos situaremos en lo que los colombianos denominan el
Postconflicto, ese momento negociador, aparentemente más fácil, que hoy les
preocupa y que es el centro de las conversaciones nacionales, después de que
pareciera haberse detenido el Conflicto con mayúscula, el de la lucha armada
contra las guerrillas, los rebeldes según algunos o los terroristas según otros
(ya vamos viendo qué observadores tan distintos de la realidad son quienes
utilizan estos calificativos), el conflicto que ha mantenido al país durante
más de 50 años en un estado de alta inseguridad y violencia.
Hago aquí un
alto en el camino para plantear el propósito de este artículo, no siendo yo un
comentarista político (por mucho que me interese la Política), ni un
especialista en la solución de conflictos armados (por mucho que me “rearmen”
los conflictos) ¿Cuál es entonces? Llamar la atención sobre las posibilidades
que actores como los coaches pueden tener para favorecer el manejo del
postconflicto a través del acompañamiento y el diseño de escenarios en los que
una situación como la que vive Colombia (y por cierto otros países) pueda ser
abordada de formas diferentes y más favorables para encontrar la ansiada Paz.
Basta con
leer las declaraciones del Presidente Juan Manuel Santos al diario al País del
13 de marzo de este año, diez días antes de que se incumpliera el plazo que el
Gobierno y las FARC se habían dado para firmar el acuerdo de Paz y las que a
ese mismo diario dio el exPresidente Álvaro Uribe, 7 días después del plazo
incumplido. El primero defendiendo el diálogo que su Gobierno ha impulsado, el segundo considerándolo una concesión que vulnera los principios sociales más elementales y que podría haber resuelto así Andrés Pastrana en el año 2000 cuando era Presidente de Colombia. Sin duda revelan dos visiones muy distintas del proceso y sus
soluciones desde la que podríamos llamar la Sociedad Civil ¿No quieren entonces lo mismo
los colombianos que dicen querer esa Paz? ¿Qué está pasando?
En palabras
del Presidente Santos “Liderar un país en guerra es relativamente fácil. Uno
muestra los trofeos, la gente aplaude y se mantiene popular. Hoy es más difícil
porque hay que cambiar los sentimientos de la gente, las percepciones, enseñar
que en vez de clamar venganza hay que aprender a perdonar”.
No cabe duda de
que el perdón es un requisito, porque de lo que se trata es de iniciar una
nueva etapa de convivencia, la conversación mayor es la de construir un nuevo
proyecto de país ¿Se está hablando de eso? Es posible que para muchos esa
conversación aún no sea posible porque no han llegado a ese perdón y desde el
odio, desde el rencor y la desconfianza los seres humanos no construimos.
Aparece aquí un espacio interesante de articulación de conversaciones que tienen
otro cariz y van más allá de los simples términos de una negociación que ponga
punto final a un estado del que decimos querer salir.
Pero salir
implica saber hacia dónde ir, significa tener una Visión común y un proyecto
que la haga viable. Está bien haber avanzado en acuerdos de desarrollo rural,
de participación política y condena y erradicación del narcotráfico. Ha sido valioso
llegar al acuerdo de las víctimas. Es bueno que se siga avanzando en acuerdos
sobre la aprobación de zonas de desmovilización, desarme y reintegro a la vida
civil, pero no podemos olvidar dos aspectos íntimamente relacionados. El
primero es que los conflictos que sin duda son desagradables para quien está en
ellos, a la vez están sostenidos por algo, de alguna forma dan sentido a
quienes los mantienen en la medida en que se sienten defendiendo un interés,
una causa, una ideología y desde esa defensa han construido su identidad.
Sólo se puede
avanzar sosteniblemente cuando somos capaces de recuperar la
sensación de tener
un nuevo sentido en la también nueva situación que vamos a vivir ¿Cuál es el
sentido para los miembros de la guerrilla? ¿Cuál el sentido para los
colombianos que han sido victimas de la situación? ¿Con qué dignidad van a
sentirse unos y otros a partir de la Paz negociada? Si esto no está resuelto no
deberíamos olvidar entonces que los sistemas tienden a permanecer, porque de
alguna forma junto a sus inconvenientes mantenían un equilibrio que justificaba
los roles que las partes estaban teniendo.
Se abre, por
tanto, la gran conversación social de cuáles son los valores que vamos a
privilegiar. He sostenido muchas veces que siendo defendibles todos los
valores, no siempre es posible considerarlos de igual importancia en un momento
concreto de la sociedad y es necesario elegir cuáles privilegiar. En este
momento Colombia tiene que optar por poner por delante el valor de la
Convivencia en Paz o el de la Justicia hasta sus últimas consecuencias.
Decisiones como las de una Justicia transitoria dan cuenta de una de las
opciones.
Podemos
entender la frustración de quienes se sitúen en la posición del rigor de una
Justicia absoluta, desde su óptica las negociaciones suponen una puerta a la
impunidad. Podemos entender la posición de quienes quieren ante todo una
Colombia que construya un futuro de convivencia de ciudadanos que hayan quitado
el odio de sus corazones, para ellos no abrir la puerta a un avance mayor
supone negarse a una auténtica reconciliación.
Lo planteo de
esta manera para dejar entrever la existencia de un contexto donde el diseño de
conversaciones diferentes y su articulación constituye un “servicio” relevante,
tanto en su perspectiva colectiva, como en su dimensión individual. Es más,
entiendo que es la forma de salir de las posiciones que aún mantienen una
relación de lejanía sin armas, pero con la potencialidad de volver a cargarse.
Me viene a la
memoria la frase que empañó de cierto desencanto el proceso de transición a la
democracia de mi país: España. Una transición que tuvo fases y aspectos
modélicos, sin embargo ante las dificultades para renovar el sentido en el
marco de un nuevo proyecto común, llegamos a acuñar el dicho “Contra Franco
vivíamos mejor”. Es decir, contra el dictador teníamos un propósito claro que
nos unía ¿Qué nos falta ahora cuando el camino parece pavimentado para
dirigirnos a un futuro mejor? Simplemente que las partes privilegiaron sus
propios intereses a los de una idea de País que recogiese claramente la
intersección de la mayoría de los anhelos.
¿Cuál es el
proyecto de Colombia para el siglo 21? ¿A qué anhelos hay que dar respuesta?
¿Sobre que bases mínimas hay que conversar? Esta es una tarea en que los
coaches pueden encontrar cauce para entregar valor social, abriendo las
preguntas sobre los núcleos de sentido que hay detrás de la negociación y del
futuro que propone, mas allá de los problemas del presente.
Y no quiero
referirme sólo al fondo de las mismas, siendo este aspecto central, sino
también a la forma humana en la que se realicen. Cabe citar a William Ury, uno
de los tres creadores del llamado Método de Harvard de negociación
(ganar-ganar) cuando decía que el 10% de las dificultades para el acuerdo está
en las diferencias de fondo y el 90% en el tono. Muchas veces ese tono es mas
revelador del nivel de legitimación que damos a la otra parte y esa
legitimación establece la frontera de la dignidad que le reconocemos. No
construimos futuro que no asegure nuestra dignidad y la esperanza de ser
protagonistas. No hay nada mas importante para el ser humano que sentirse
vistos y reconocidos, nada más terrible que pasar a ser invisibles, de lo
contrario pronto podríamos estar buscando otra forma de volver a ser
protagonistas, bien por ser queridos o por ser temidos
Si la
sociedad colombiana tiene temor a un marco de convivencia con guerrilleros que
sólo saben usar la violencia por las armas es poco probable que puedan confiar
en acuerdos que supongan integración e inclusión ¿Qué protagonismo pueden tener
unos guerrilleros que no tienen otro rol que vivir fuera de los circuitos
sociales de un país que difícilmente sentirán suyo? ¿Qué colaboración puede
esperarse de una fuerzas armadas que se sienten más severamente juzgadas que
aquellos que fueron subversores del orden social? ¿Cómo pueden colaborar desde
la apertura quienes tienen miedo?
Abro estas
interrogantes porque considero que es el poder de preguntas que nos lleven a
sentir/entender la postura de los otros y las emociones que las sustentan, que
nos acerquen al lugar desde el que esos otros se sienten fuera de una mecánica
teórica de construcción, el que puede permitirnos crear las bases y los
espacios para esa larga conversación de convivencia que supondrá el Postconflicto.
Para unos se
abre el camino del perdón y de la liberación del miedo y el odio, para otros el
camino de la reinvención de un nuevo protagonismo social basado en la
colaboración y no en la guerra. La mera separación de mundos para que unos
puedan subsistir y otros se sientan más seguros sólo puede considerarse como
una tregua. El Postconflicto finalmente se constituye en el aprovechamiento de
esa tregua para construir Sociedad, para construir Patria Común, nueva casa de
todos.
Esta bien
preocuparse de cómo va a ser la nueva casa, donde será, cómo se financiará, eso
tiene que ver con la gestión del cambio, pero quienes nos dedicamos a esto
sabemos que el éxito se juega en hacerse cargo del impacto humano de ese
cambio, lo que pasa dentro, la sensación de pertenecer o sentirse excluido, la
sensación de haber ganado o haber perdido. El encuentro con una nueva dignidad.
No olvidemos
además que todo esto ocurre, las conversaciones a favor y los movimientos en
contra en un momento en que la inflación se ha disparado y el peso colombiano
ha sufrido una fuerte devaluación frente al dólar. Un escenario adverso cuando
hay que pensar en cómo generar esa sociedad que haga no preferible la violencia.
La situación
no es fácil, pero constituye un desafío histórico y la humanidad ha sabido
responder históricamente a aquellos llamados que han invitado a sacar de
nosotros la semilla más generosa. Y porque entiendo que este desafío se juega
en conversaciones de liderazgo, de valores, de reconstrucción de protagonismos
y dignidades, más que de repartos y escudos defensivos es por lo que escribo
estas palabras, preferentemente dirigidas a quienes desde cualquier rol tomen
la decisión de pensar en la Colombia que quieren vivir.
Querido juan,
ResponderEliminarReflexiono con tus reflexiones que agradezco profundamente.
Estoy llegando a Madrid desde Medellín hace apenas 5 días donde he compartido la emoción de incertidumbre de los colombianos frente a los actuales desafíos. Como sabes, los "paisa" han sufrido especialmente los horrores de esa guerra y sus consecuencias.
Mi trabajo como coach en Medellin es desde hace tiempo acompañar a líderes empresarios a conversar su futuro y a construir equipos eficientes que lo hagan realidad. Acompaño a desarrollar en ellos los dos musculos claves para construir realidad: compromiso y confianza en conversaciones claras y sinceras.
Escucho que abres esas cartas también para la reparación de la dignidad y para dar una unidad de sentido a la anhelada paz.
Comparto y apoyo:
"Es que la paz hay que hacerla con el enemigo"
"Es que no se puede "pelear" por la paz"
"No hay caminos hacia la paz, la paz es el camino"
La paz es una conversación sostenida y una negociación inevitable
Un abrazo de amigo
Luis Carchak
Master Coach ICF
Escuela Europea de Coaching
Gracias Luis por tus palabras y ya tenemos una nueva conversación interesante para mantener cuando nos encontremos alrededor de una buena comida. Un gran abrazo.
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