Me sorprende escuchar a personas que al conversar hacen coaching sin saber nada de la disciplina así llamada. Se evitan así aceptar ese nombre que algunos hemos terminado aceptando (me refiero a "coaching"). Claro, poniendo la lupa en la conversación, falta el cierre o subrayar esto o aquello, pero su discurrir tiene la misma naturaleza.
Me pasa en algunas escenas de película, en algunos párrafos de novelas. Me dan ganas de gritar como si estuviera dirigiendo un bingo: ¡Coooaching!.
Hoy ya no lo veo como una coincidencia, creo que toda buena conversación nos lleva a otra parte, nos descubre algo, nos inquieta, nos abre una oportunidad. Esa es la esencia del coaching: llevarnos a otra parte, desplazarnos. Por eso nuestro amigo francés Francoise Le Calvez encuentra una buena excusa para sacar ese chovinismo que se asigna a los franceses y que tenemos en tantos otros países, que le permite decir que Coaching viene de la palabra francesa coche que significa, como en nuestra lengua, carruaje tirado por caballos. Carruajes para transportar a las personas a otro barrio u otra ciudad.
Me imagino el efecto que tendría en las organizaciones que queremos cambiar si diseñáramos simples (¿Cómo digo simples si nuestras organizaciones suelen ser autistas?) programas de conversaciones. El día de la buena conversación en el que no haya que defenderse y convencer, sino decirse, preguntarse, indagar que pretendemos, que estamos buscando, que dificultades encontramos, que nos inquieta. Y que ese día fuese todos los días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario