
En la Revista de la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Gestión Humana, en su primer número virtual se publica mi artículo "Habilidades del Siglo 21" que reproduzco a continuación.
Agradezco a la Junta Directiva de la FIDAGH por considerar mi aporte.
Habilidades del Siglo 21
Hace unos meses escribí que estoy encontrando un quiebre recurrente en mis conversaciones de coaching a directivos: la dificultad para movilizar a los empleados y colaboradores y que se generen vínculos de pertenencia. Una dificultad que me ha llevado a tratar de afinar mi reflexión, no sólo de lo que está pasando en el mundo del poder y la política con lograr la capacidad seguimiento, sino de lo que sucede en el mundo de las organizaciones.
El diagnóstico habitual expresado por los
analistas suele ser que es necesario un nuevo liderazgo, que es como decir que
el seguimiento hoy no se produce por los mismos motivos que antes se producía
¿Cómo debe ser ese nuevo liderazgo? ¿Qué ha cambiado en el mundo? ¿Qué nuevas habilidades
requiere el líder del siglo 21?
Son preguntas difíciles de responder,
especialmente cuando estamos empezando a pensar que no nos queda otro camino
que la aceptación de que hoy no es posible predecir el futuro con los datos que
tenemos del pasado y eso implica aceptar un profundo vacío, poner en tela de
juicio lo que hemos llamado conocimiento hasta ahora. Así de dramático, si el
conocimiento era nuestra llave para abrir las puertas a nuevos escenarios, hoy
ese paradigma lo estamos poniendo bajo sospecha.
Ni es fácil, ni solemos estar dispuestos
a ello, aunque lo declaremos. Y sin embargo parece lógico que sospechemos de
nuestro conocimiento, en la medida en que nos mantiene en esquemas
interpretativos que no son capaces de capturar nuevas señales, que aparecen
escritas en códigos desconocidos.
Si me baso en mi
propio trabajo de consultor, dejando mi actividad como coach a un lado, los
diagnósticos realizados en innumerables organizaciones privadas y públicas alertan que las jefaturas producen más
desencanto que mística, son considerados mas obstáculo, que palancas de
desarrollo ¿Cómo salir de esta situación?
Hoy motivar no se basa en ofrecer
estabilidad, o un proyecto desafiante, porque las nuevas generaciones no buscan
estabilidad sino experiencias cambiantes y porque el proyecto común apela a un
sentido de lo colectivo que choca con la prioridad de lo individual y genuino ¿Cómo
motivar a quienes no buscan el vínculo? ¿Cómo retener a quienes no quieren
quedarse?

Mi primera respuesta ha sido la de escuchar atentamente a esas nuevas generaciones, cuáles son los nuevos intereses, qué les mueven y eso porque, para dar motivos para adoptar una conducta, es importante conocer los propósitos y las escalas de valor de aquellos a quienes queremos movilizar hacia algo y porque esa determinada forma de ver el mundo y sus relaciones no es gratuita, es la consecuencia del sistema social en el que nacieron y que fue, por cierto, construido por quienes elevan o elevamos la protesta.
Desde un punto de vista práctico además,
estudios como el de la consultora Deloitte establecen que en el 2.025 los
llamados millenials constituirán el 75% de la fuerza laboral en el mundo
desarrollado. Esto pone una especial urgencia en comprender y diseñar el camino
de encuentro entre unos y otros.
¿Qué encontramos al observar lo valores
de este inicio del siglo 21? No solo que la estabilidad no es la zanahoria
conductista, tampoco la obediencia es un valor que se promueva en la sociedad
(lo cual me parece afortunado), encontramos, sin embargo, la conexión
permanente con múltiples estímulos, la caducidad de las cosas, el desequilibrio
entre derechos y deberes, el requerimiento a que se reconozca que somos
diferentes, genuinos e inclasificables. Todo está personalizado, las normas en
entredicho. La desconfianza en instituciones, ideologías, y valores públicos es
generalizada.
¿Cómo liderar en un mundo de estas
características?
Tal vez una primera conclusión es que
estemos llegando al momento es que el propio concepto de líder no describe la aspiración
actual de quienes trabajan en las organizaciones y mi apuesta es que hay un
nuevo requerimiento de facilitadores del encuentro creativo más que de jefes, de
articuladores de intereses distintos, de conductores flexibles que inspiren al
movimiento más que marquen un camino que no sabemos cuál es o que puede variar
de forma muy dinámica.
Resuena la declaración del profesor Henry Mintzberg en el Congreso de Recursos Humanos de Montreal en el 2.010 planteando que no se imaginaba empresas exitosas en el siglo 21 si no se convertían en comunidades, algo muy distinto a lo que planteara en su famosa obra “La estructuración de las organizaciones” de 1.984. Sin duda una comunidad se rige por códigos distintos.
Hay metáforas conocidas como la de
“surfear la ola” que sirven para lo que estoy describiendo. Por eso me imagino
que las empresas del futuro llevarán a sus directivos, que probablemente no se
llamen así, digamos que llevarán a sus animadores (que viene de ánima = alma) a
aprender surfing, a tirarse en parapente, a que sus cuerpos experimenten la
capacidad del flujo ante lo desconocido e imprevisible, a practicar meditación
y yoga, a escuchar con mente abierta, corazón abierto y voluntad abierta como
propone Otto Scharmer, a leer poesía y desarrollar la serenidad. A moverse en
el caos y su orden secreto, en la incertidumbre y el Big Data. A no refugiarse
en ser expertos por un día, sino en formar comunidades de aprendizaje
permanente.
Las habilidades del siglo 21 pueden
parecerse más a las del Renacimiento que a las que enseñamos en las Escuelas de
negocios del siglo 20, eso sí, con tecnologías digitales y la participación
permanente en múltiples redes.
Puede ser entonces que esta sensación de
que se ha fracturado la pirámide de las necesidades, planteada por Abraham Maslow
y que el escalón de aceptación social a través de la pertenencia a un grupo se
ha perdido en las organizaciones, deje paso a una comprensión más amplia y
entendamos que deja de ser apasionante reducirnos a un pequeño grupo de referencia
cuando la tecnología nos ofrece la posibilidad de formar parte del Sistema con
mayores posibilidades de mantener la diferencia individual y una mayor libertad.
¿En que punto se encuentran la atracción
de esa amplitud y la calidez de lo pequeño? Puede ser que esta sea una
respuesta muy personalizada y que por lo tanto en ese programa de habilidades
directivas hubiese que incluir las distinciones de coaching y alguna disciplina
que nos abriese a entender cómo ser constructores de convivencia y de esperanza.
Lo que está claro
es que dirigir es más difícil que nunca hasta ahora y que los nuevos animadores
organizacionales se enfrentan a una profunda reflexión sobre su rol, sobre el
mundo en el que operan, sobre las nuevas conversaciones que es necesario abrir
en las organizaciones y a desarrollar los nuevos paradigmas que permiten a las
personas vivir en un escenario incierto y sin horizonte.
En algunas de mis presentaciones incluyo
una viñeta del humorista español Andrés
Rábago que firma como “El Roto”, en ella unos padres y un niño miran de
espaldas desde la verja de un cierto acantilado. El padre dice ¿Os acordáis
cuando había horizonte? Y el niño le responde ¿Cómo era Papi?
Probablemente era un mundo más
describible, mas predecible, mas estructurado, pero nada nos dice que el futuro
sin horizontes no se parezca más al Universo y la aventura a la que debemos
enfrentarnos más sugestiva y apoteósica.
ENHORABUENA. Primo Juan me ha parecido una magnífica y acertada exposición de la cruda realidad que atraviesa hoy el mundo, y que realmente tiene muy difícil solución.
ResponderEliminargracias... es una mirada que abre y habilita...
ResponderEliminarJuan, como siempre tus columnas llenas de sabiduría. Un abrazo
ResponderEliminarJuan , como siempre iluminadoras tus columnas. Un abrazo
ResponderEliminarExcelente artículo
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